ALICANTE. Exultantemente nerviosa aparece Nuria Gago después de convertirse en la ganadora del premio Azorín de novela 2018. En su novela Quiéreme siempre reivindica la veteranía de los ancianos frente a una sociedad que los deja en los márgenes.
La historia arranca con una chica de 34 años que lleva viviendo dos años en París y su vida se le desmonta en la página 1, explica la conocida actriz tras recuperarse de la emoción de oír su nombre como ganadora. "Ahora ya formáis parte de la noche de mi vida y voy a llamar a todos mis amigos para compartirlo", confiesa.
De la capital francesa transporta a la protagonista a su Barcelona natal, donde pretende ordenar su cabeza. El nombre de ambas ciudades es con el que decidió presentar su texto ante el jurado del premio Azorín. Y también bajo otro nombre se presentó ella misma como autora, María Munuera. Uno con un significado muy particular para ella, era el de su abuela. Fallecida hace dos años, Gago explica que fue muy importante en su vida.
"Siempre he tenido cerca a mis abuelos, con una relación muy estrecha", cuenta. Tanto que con su abuela sentía que era uña y carne. Y por eso en su emotivo discurso al recoger el trofeo, la primera persona a quien se lo ha dedicado fue a ella. "Mi abuela era mi pilar y guía", ha destacado, "y hoy hubiera sido su cumpleaños".
Volviendo a la novela, Gago complica las cosas a su protagonista. La relación con su madre es algo tóxica y cuando esta se encuentra con la posibilidad de tener a su hija en casa, le busca un empleo cuidando a una anciana, como forma de no tener que volver a convivir con ella.
"Esta persona mayor es una viuda y vive sola pero necesita una cuidadora después de que la que tiene se vaya", prosigue. A su vez, esta anciana vive volcada en el cuidado de su hermana que sufre Alzheimer y está internada en una residencia que visita tres veces a la semana.
A partir de ahí la lleva a construir una relación muy especial entre ambas, con los trabajadores de la residencia, los amigos de París con los que aún mantiene el contacto y otros nuevos que irán surgiendo. Todo un despliegue de personajes que Juan Eslava Galán ha alabado por la naturalidad con la que aparecen reflejados.
El escritor es uno de los veteranos en los premios Azorín de novela desde hace años. A juicio de Galán esta es una excelente novela que mantiene el nivel del premio tras la escrita el año pasado por Espido Freire. "Y este año había por lo menos otras tres novelas que nos han parecido fantásticas, soy el decano del jurado y francamente veo aumentar la cantidad y la calidad de las novelas".
Si la relación de la treintañera protagonista con su madre es negativa, con la anciana que cuida la situación es diferente. Gago tenía claro al enfrentarse a su segunda novela que quería un personaje mayor como eje de la trama. "Me genera mucha extrañeza que se les niegue el protagonismo", afirma.
Gago considera que la velocidad a la que se mueve la sociedad es muy rápida y que eso acaba haciendo que "a la gente mayor los tenemos en los márgenes". Con su anciana protagonista quería reflejar que tienen sus necesidades y también sus alegrías. Y quería que estuviera acompañada por otro personaje mucho más joven para que al final se viera que "a nivel interno son lo mismo. Son almas sabias".
Esa relación que construye parte de dos naufragios, como considera Galán. Este destaca la relación entre ambas "y la maravilla es que, siendo tan joven la autora, ningún personaje es acartonado, fluyen como el agua clara".
Gago reconoce que al plantear los personajes quería evitar que acabaran siendo retratos de sus familiares -como su propia abuela- o de sus amistades. "Quería distanciarme y ver cómo sería la relación si conociera a una persona muy parecida a mi abuela", señala. De modo que "nadie es nadie pero a la vez tienen de todos los que están".
Si con su primera novela, Cuando volvamos a casa, ya debutó con la editorial Planeta, Gago expresa su deseo de que este galardón le permita compatibilizar su faceta de escritora con la de actriz, "me encantaría pensar que pudieran ir de la mano las dos". Aunque quizá la traicione el subconsciente cuando se refiere a su faceta ante la cámara como su trabajo frente al oficio de escritora.
Si aquella primera obra nació como un ejercicio personal hace dos años, con esta afianza su modo de escribir planteado de manera muy visual. "A la hora de dialogar, mi cabeza ve muy claras las escenas y todo tiene un sentido estético", explica. Eso sí, reconoce que, a veces, va muy rápido y tiene que pararse a ordenar sus ideas y especificar cuando hablan varios personajes a la vez.
Con fresca naturalidad, Gago confiesa que es "bastante inconstante". Aprovecha el tiempo que le dejan entre los proyectos televisivos y cinematográficos con los que se maneja para escribir. "Si te paras a analizarlo este ha sido como un año y medio pero escribía a impulsos", admite. "A veces era una necesidad compulsiva y en otras no lo veía, aunque en el rato que me pongo es productivo".