ALICANTE. A rasgos generales, los clubes de lectura no son como los pintan en las películas. No hay señoras tomando té en un salón bien decorado y si el grupo pertenece a un centro educativo, la mayor parte del alumnado que acude lo hace incentivada por ese medio punto extra prometido sobre la nota final. Sin embargo, cuando la lectura deja de ser impuesta y comienza a ser por placer surgen iniciativas como Literates, una plataforma creada por y para jóvenes que pretende ser esa reunión de amigas que conversan sobre libros y organizan actividades alrededor de la literatura.
Un colectivo en femenino; no por ser exclusivo de mujeres, sino "para generar un lenguaje más inclusivo y así dejar de lado tanto 'hombre', tanto 'joven creador'. La lengua tiene el poder de cambiar la sociedad y no deberíamos tener ningún reparo o miedo a que te llamen 'maricón' por hablar en femenino si somos un grupo de un chico y cinco chicas. Las cosas están muy turbias y hay que cambiarlas desde la propia participación", reivindica Adrián Mazón, impulsor de la iniciativa.
Pese a que el alicantino ha sido la mente pensante tras la Literates, la realidad es que no está solo; le acompañan en este viaje cultural Marina Pérez, Juan Carlos Cortés, Mar Pina y Ainhoa Payá, también fundadoras y fundador, que se subieron al barco con la intención -además de hablar de literatura- de habilitar un colectivo enfocado a la juventud, "porque no vemos que para los jóvenes haya espacio", lamenta el precursor.
Pasar una hora sin móviles, hablando de literatura en una cafetería es una de las actividades que le espera a toda persona que se quiera unir cuando se relaje la situación de covid-19 y cuando el colectivo se constituya como asociación: "Queremos hacerlo para formar parte del Consejo de la Juventud, del Ayuntamiento, del IVAJ… Para estar en más ámbitos", resume Mazón. Hasta tramitar todo el papeleo, permanecen como grupo no formal, lo que les otorga cierta ventaja al no estar conformados y no tener estatutos, pues pueden acabar de definir el proyecto, escuchando peticiones y haciendo partícipe a gente externa.
De hecho, las redes sociales de Literates ya acogen fragmentos escritos por jóvenes de la provincia, ya sean poemas, ensayos o microrrelatos. Precisamente este último es el que la cofundadora Marina Pérez considera el formato por excelencia del frenético siglo XXI, "porque en esta sociedad todo va muy rápido. A quienes nos gusta la literatura nos da igual leernos una novela de 800 páginas que una de 30, pero para las personas que están empezando en este camino el microrrelato es la composición literaria que más se ajusta y más puede enganchar para, en un futuro, crear lectores competentes".
Es por ello que una de las primeras actividades que el colectivo se plantea es una mesa redonda en la que se generará un debate sobre relatos breves: "La autora de los textos que se van a presentar es una profesora de nuestro antiguo colegio que ha escrito varios microrrelatos y ha ganado premios. Todo lo pequeñito es lo que, al final, se convierte en lo grande. Y aquí lo que pretendemos es coger a autores y autoras noveles e ir dándoles un poco más de protagonismo", asienta Mazón.
Sobre cuándo arrancará la programación, Pérez confía en que sea en los próximos meses, pese a que el inicio parecía estar más próximo, con un evento fijado para el próximo jueves 12 de agosto que, por cuestiones de espacio, finalmente no se va a poder llevar a cabo. "Este tipo de actividades necesitan calma para ir construyendo poco a poco con la finalidad de que sea un proyecto duradero en el tiempo", asegura. De momento, se empeñan en dos acciones a través de sus redes sociales, pidiendo a la gente, por un lado, que envíe sus textos de creación propia y, por otro, que recomiende libros para visibilizar lo que lee la juventud.
Dos iniciativas que ayudarán a crear hábitos lectores, "que cada vez son más escasos entre los jóvenes", expone la problemática Pérez, quien considera que "la situación en cuanto a la escritura es precaria". Unas declaraciones que secunda su compañero, quien apunta la dificultad de iniciarse en este mundo, sobre todo en "provincias en las que no tienes acceso a grandes editoriales, sino que tienes que autopublicarte. Para mí autopublicar es como prostituirte, porque estás pagando por tu objetivo de tener un libro publicado; no sabes quién lo va a comprar aparte de tu madre y tus amigos".