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VALS PARA HORMIGAS / OPINIÓN

Economía y arroz

8/06/2017 - 

He llegado a la conclusión de que no quiero que me expliquen nada de economía. Así, radicalmente. Casi de manera visceral, incluso. No sé por qué, las grandes cuestiones económicas me irritan como se irritan las fosas nasales de un alérgico. Así que ayer, cuando saltó la noticia de que el Banco de Santander se había quedado con el Banco Popular por un euro, empecé a rascarme la barba. Es un tic. Como si quisiera comprobar que después de una transacción así, todavía sigue todo en su sitio, como si tuviera que ratificar que yo no entraba en el paquete accionarial. Con la economía pasa como con el punto del arroz, quien te lo explica lo ve muy claro, pero en el fondo, nunca sabes cuándo hay que echar más agua o cuánto nos va a costar la absorción de un banco en declive por una mala gestión. Tras años de preguntas sigo sin saber cómo funciona la Bolsa, no sé cómo se calcula la cotización de una moneda, no sé para qué sirven los tipos de interés y jamás de los jamases he aprendido cómo conseguir un buen socarraet.

Entiendo mucho mejor las complejidades bancarias cuando bajan al banquillo de los acusados, como ha pasado con la cúpula de la extinta Caja Mediterráneo (CAM). Ahí sí se puede seguir un hilo argumental claro, como cuando entras a tu bar, pides un café, y un muchacho a tu lado le está contando a la dueña que lleva unas gafas de sol que sustrae de un gran centro comercial y que vende a la mitad de precio. Sin cortarse, puro business, sin tener en cuenta quién pueda estar al lado sorbiendo un bombón y mirando asombrado por encima de las antiparras. Se trata de sacar rendimiento hasta de las piedras, a costa de todo y de todos, se trata de engañar, robar e inventar excusas en el caso de que te pillen. Es cuando el dinero desciende a lo que es en realidad, un trueque de humo que se vuelve más enrevesado cuanto menos tintinea, y no el ente esotérico de virtudes todopoderosas que nos quieren vender desde detrás de una ventanilla o desde la presidencia de un consejo de administración. Uno siente cierta punzada de satisfacción cuando quienes te hablaban desde lo alto de un cuello almidonado con la certeza de que no les ibas a entender, al final protagonizan un relato de serranía, trabucos y diligencias. Como si de repente se percataran de que no son distintos de quienes entran al banco para pedir una hipoteca, abrir una cuenta para su nieto recién nacido, domiciliar los gastos del alquiler o cualquier otra cosa que haga quien de verdad es honrado. Y entonces te descubres sonriendo cuando sus caras reflejan perplejidad, y percibes que ellos no entienden la vida, igual que tú no entiendes la economía.

Lo de la rueda de prensa de Ana Patricia Botín se me pasará en unas horas. En cuanto la noticia se desvanezca de los titulares y vuelva a la esfera inaccesible de la compraventa y el mercado de valores. Lo de la CAM no se me pasará porque soy muy rencoroso, especialmente con los directivos de traje caro, mirada altiva y bolsillo ancho. A la economía regresaré cuando por fin se active la Ley de Mecenazgo que permita a los empresarios invertir en cultura a cambio de beneficios fiscales, o cualquier cosa que se les pueda ocurrir a quienes la redacten. Pero seguiré sin tratar de entenderla, a menos que consigan poner a sus operaciones nombres tan atrayentes como colisionador de hadrones. Que es algo que tampoco entiendo, pero que suena fascinante. Y útil.

@Faroimpostor

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