ALICANTE. A nadie le sorprendió este sábado, tras el Hércules-Sabadell, que Lluís Planagumà hiciese acto de presencia en la sala de prensa del estadio José Rico Pérez con cierto retraso: los blanquiazules habían ganado por lo que, como es ya tradición, había que hacerse la foto de grupo en el vestuario de rigor.
La sorpresa llegaba cuando se difundía la misma desde la cuenta oficial del club blanquiazul en la red social Twitter y en ella se advertía la presencia del alcalde Luis Barcala, el concejal de Seguridad, José Ramón González, y el presidente del PP de Alicante, Antonio Peral (también como González integrante del felizmente 'desarticulado' comité del Centenario). Desde el Hércules se apresuraron a puntualizar que "el primer edil ha querido felicitar al equipo por el triunfo", pero el alud de críticas ante la más que evidente instrumentalización electoralista del club era ya imparable; las más duras llegaron del sufrido herculano medio, pero las más llamativas partían de un sector que hace solo 15 meses guardaba silencio cuando era el antecesor de Barcala en el cargo, el socialista Gabriel Echávarri, quien trataba de capitalizar los éxitos del club e incluso le apoyaba abiertamente en esa "tarea".
La criticada presencia de los tres integrantes de la candidatura popular al Ayuntamiento de Alicante en el vestuario del Hércules, a poco más de una semana de las Elecciones Generales y Autonómicas y con las Municipales a tiro de piedra, coincidió precisamente con uno de los días más complicados para que los medios de comunicación desarrollasen su trabajo en el coliseo blanquiazul. Solo unos metros más arriba de donde Barcala y sus compañeros de partido celebraban ufanos 'su triunfo', en las cabinas de prensa del estadio, el agua todavía era la protagonista; la situación no era ni mucho menos nueva, de hecho no es necesario que llueva torrencialmente para que se aneguen, falle la electricidad, las redes RDSI y/o no haya acceso a Internet. A 30 minutos para el inicio del choque la imagen del lugar avergonzaba a propios y extraños (los periodistas desplazados desde Sabadell), si bien es cierto que los esfuerzos de los empleados del club permitieron que muy poco antes de que arrancase el choque no solo se pudiera entrar en las cabinas, también trabajar con cierta normalidad.
"Una cochambrera"
La imagen de esas cabinas (no es el caso de la del vídeo, pero en algunas hubo que, literalmente, achicar agua para poder acceder sin calarse hasta los tobillos) contrastaba sobremanera con el magnífico aspecto del terreno de juego, cuyo drenaje volvió a funcionar a las mil maravillas permitiendo que el encuentro se disputara con total normalidad. El césped, vestuarios y palco, remodelados en 2010 (una actuación, por cierto, puesta en entredicho abiertamente por los partidos integrantes del anterior gobierno municipal, PSOE, Compomís y EU, a los que cuando llegaron al poder pareció olvidárseles todo), son los únicos espacios del estadio José Rico Pérez cuyo estado no es deplorable; el resto de la instalación (y su entorno) se encuentra en un pésimo estado de conservación, hasta el punto de que una mano de pintura o una limpieza a fondo ya se antojan insuficientes. Si en 2013 se vino abajo una de las torres de iluminación (lo que obligó a una solución tan de emergencia como chapucera que hizo perder al estadio una de sus pocas señas de identidad: los esbeltos cabezales de sus torres (aunque ese rasgo no era exclusivo del coliseo blanquiazul ya que lo compartía con La Romareda de Zaragoza), hace dos meses hubo de interrumpirse un partido al fallar el suministro eléctrico.
Las butacas rotas, cuartos de baño sin luz y agua, filtraciones y goteras por doquier, forman parte de un paisaje tercermundista en el que también destacan, para mal, unos accesos rodados y peatonales impropios de una ciudad europea, cuyo estado general rivaliza con el de una barriada marginal; además, se carece de un número mínimo de plazas de aparcamiento y los problemas de tráfico son antológicos cuando hay partido pese a que apenas acude medio millar de espectadores a los mismos.
Fuera del circuito por décadas
Entre los muchos trenes que ha perdido Alicante, hace años que se le escapó el de los eventos deportivos de masas, es decir, los ligados al fútbol y, en menor medida, el baloncesto.
Los diferentes partidos políticos que han gobernado la ciudad (y también la Generalitat) han renunciado abiertamente a contar con unas instalaciones modernas y mientras eso no se corrija será imposible que pueda postularse para integrar una candidatura conjunta a albergar un acontecimiento deportivo de primer nivel como un Mundial de Fútbol o la competición de este deporte en unos hipotéticos Juegos que acoja España. Si lejos queda el Mundial 82, también empieza a estarlo el Eurobasket de 2007 del que Alicante fue sede con un Centro de Tecnificación en el que hasta hace unos meses no se podía jugar si llovía y el pasado junio, en el transcurso del quinto y decisivo partido de la eliminatoria por el ascenso a la Liga LEB Oro, se fue la luz por espacio de varios minutos cuando había tres mil personas en su interior (una vergonzosa imagen que la televisión trasladó a toda España). Hace poco más de una semana Alicante acogió la fase final de la Copa del Rey de Balonmano en un Pabellón Pitiu Rochel inaugurado a finales de la Dictadura y la semifinal de la edición de 2004 de la Copa Davis de Tenis tuvo como escenario la Plaza de Toros (el mismo que se barajaba hace un año cuando Alicante amagó con postularse para volver a acoger ese evento).
Volviendo con el fútbol, después de ser una de las sedes del Campeonato del Mundo de 1982, Alicante no pudo participar como València de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 como subsede de la competición de fútbol (eso sí, al igual que el resto de españoles, los alicantinos sufragaron esos fastos con sus impuestos, al tiempo que tuvieron que acoger, por ejemplo, a miles de chabolistas expulsados de la Ciudad Condal); se quedó fuera de la llamada candidatura Ibérica (España y Portugal) a albergar el Mundial de 2018; y tampoco ha participado de los dos intentos de Madrid de albergar unos Juegos. La vecina Murcia cuenta con una instalación municipal inaugurada hace 13 años, la Nueva Condomina, que le permitiría ser sede de una final europea de fútbol, mientras que el estadio Manuel Martínez Valero de Elche, coetáneo al Rico Pérez y que también acogió partidos del Mundial 82, antes de su remodelación parcial de 2013 había sido escenario de una final de Copa del Rey y en septiembre cogió un encuentro de la Liga de las Naciones entre la vigente subcampeona del Mundo y España.
La Roja también ha pasado por Alicante, incluso disputado partidos oficiales en los últimos años, pero no dejan de ser acontecimientos de unas horas que se han podido torear con un rápido lavado de cara del Rico Pérez. Tanto los gobiernos municipales como autonómicos de uno y otro signo (el estadio es a día de hoy propiedad de la Generalitat Valenciana, al igual que el Centro de Tecnificación) han mirado hacia otro lado y aunque a buen seguro que prometerán alguna mejora durante las semanas que duren los sucesivos procesos electorales a los que nos enfrentamos, muy pocos albergan la esperanza de que las promesas pasen de ser, una vez más, solo eso. Los tiempos del ladrillo y el pelotazo fácil (caso Brugal) han pasado por lo que la participación de la iniciativa privada (de entrada) está descartada; la inacción de los gobernantes, desgraciadamente, no.