Cuando experimentamos momentos únicos y especiales obviamos que somos unos aventajados al presenciar esos instantes, centrándonos solamente en el presente. No es el caso de Jessica Bataille. Ella ha disfrutado de esas singulares vivencias, consciente de que era una privilegiada en cada andanza. Ser vecina de Mila Boutan, morar en una casa de Manuel Jorge y pasear por el Jardín de L'Albarda ha supuesto para Jessica ser testigo y protagonista de los últimos coletazos de la Jávea auténtica, la Jávea de la cultura, del arte, del viajero instalado en el paraíso de la Costa Blanca...
Ella no se contenta con quedarse para sí esas peculiares aventuras, como haríamos los demás. Jessica las interioriza para extraerlas después y transmitirlas a todos a través de su sensibilidad, de su filosofía y de su obra, convirtiéndose así en un cofre donde se ha depositado la esencia de Jávea, aquella Jávea hospitalaria que acogió y cohabitó con los primeros artistas hace ya más de cien años. Su creatividad y su trabajo embriagan a toda aquella persona que ahora se acerca a este rincón del Mediterráneo anhelando nuevos retos, un hogar o reconciliarse con sus antepasados. No es una casualidad que ahora Jessica viva en el promontorio del Cabo de San Antonio, ya que para los griegos este lugar era conocido como Hemeroscopeion, y aquí se edificó un santuario a la diosa Artemisa -Diana para los romanos-, una de las divinidades más antiguas de los helenos, la más femenina y la personificación de la Luna.
Jessica Bataille nos recuerda a esas grandes personalidades de los siglos XIX y XX que, como Los Lambert en Jávea, Los Durrell en Corfú, Los Graves en Mallorca o Los Munthe en Capri, se mimetizaron con el paisaje para formar parte de la historia y del alma del lugar para siempre.