ELCHE. Mientras que el antepenúltimo tramo del desdoble Elche-Santa Pola ya ha empezado su ejecución como estaba previsto, la conselleria de Política Territorial ha reactivado el engranaje para preparar el penúltimo tramo. Se trata de una actuación que va desde los puntos kilométricos del 3+600 al 5+500. De igual forma que las obras que ya están en marcha tienen una previsión de 14 meses, por lo que podrían culminar a final de 2023, estas nuevas tendrán un plazo de ejecución de 15 meses y un coste de 4,4 millones de euros.
Como viene siendo habitual, mientras que la conselleria ejecuta un tramo, va licitando el siguiente de forma escalonada para que no haya interrupciones en una intervención cuyo inicio se remonta a junio de 2019 y que tendrá que esperar a la próxima legislatura para finalizar. Sin embargo, esta parte del CV-865 ha tenido que salvar varios obstáculos. Primero, el contrato auxiliar de seguridad para este tramo y el anterior se tuvo que paralizar por un error —aunque como esta obra es a medio plazo, la única retrasada es la previa— y sin el mismo no se podía empezar; y en segundo lugar, el pasado mes de mayo declaró esta adjudicación desierta porque ninguna de las ofertas llegaba al mínimo exigible. Por eso ahora se ha vuelto a licitar, aunque eso sí, de 3,4 millones que se fijó entonces, ahora son 4,4; un aumento por las materias primas, como está ocurriendo en general en toda la obra pública.
Por otra parte, cabe resaltar que la zona de actuación tiene un riesgo de inundación catalogado como muy alto por el Patricova (plan de inundabilidad), como se ha comprobado una vez más estos últimos días con otro episodio de lluvia torrencial que ha dejado parte de la vía y negocios junto a la misma inhabilitados. La evacuación de las aguas superficiales de la calzada se realiza dotando a ésta de la adecuada pendiente transversal, es decir, bombeo en los tramos en recta, y en los tramos en curva el correspondiente peralte definido según la velocidad específica de la curva circular. Adicionalmente, se ha definido una pendiente longitudinal adaptada, en lo posible, al terreno sobre el que se proyectan las obras, tomando el criterio general exigido de que la inclinación de la rasante en cualquier punto de la calzada supere el valor mínimo del 0.5% respecto a la horizontal, para evacuar correctamente el agua de lluvia que cae sobre la misma. Lo mismo que en el tramo ahora en obras.
Para el diseño del drenaje longitudinal de la carretera se han tenido en cuenta aspectos como descartar un colector continuo en cada margen "porque el coste de ejecución y mantenimiento de la actuación sería muy elevado, reduciendo la entubación del drenaje a los tramos urbanizados". Asimismo, se establece que la recogida de los caudales del drenaje longitudinal mediante cunetas continuas, sin puntos de vertido intermedios, a lo largo de todo el recorrido también "supondría que las dimensiones de las mismas serían muy elevadas, especialmente en el tramo final de la actuación, requiriendo importantes necesidades de espacio, con el consiguiente coste de expropiaciones, mayores afecciones a vallados y propiedades particulares". Se proyecta una solución con puntos de vertido intermedios y cunetas triangulares "que minimizan los caudales de vertido, disminuyendo a su vez la posible afección sobre la parcela a la que se vierte". Con la misma solución adoptada que en el tramo ahora en marcha, habrá que ver el impacto en los próximos años.
En ese sentido, mientras desde la conselleria ya advertían en su momento que la parte final, conforme se va acercando al tramo urbano ilicitano será más peliagudo por las inundaciones, desde la empresa mixta Aigües d'Elx han considerado en varias ocasiones que quien debe tomar cartas en el asunto aquí es la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), porque el problema viene del barranco de San Antón, y el problema hay que resolverlo aguas arriba de la famosa Venta Durá. La solución pasaría, apuntaban, por unos sistemas de laminación de los caudales en momentos de lluvia más arriba aún de la Ronda Sur para detenerlos allí.
Cabe indicar que el mismo expediente del proyecto señala que este tramo de la carretera intercepta una cuenca principal que pertenece a la llanura inundable del barranco de El Grifo y que tiene su punto de vertido en las Salinas de Santa Pola, aguas abajo de la CV-865. "La geomorfología de la cuenca hidrográfica (grandes extensiones superficiales con pequeñas pendientes), la presencia de elementos urbanísticos o antropomórficos (vallados, acequias…) y la propagación del flujo en forma difusa hace que sea imprescindible un estudio bidimensional hidráulico que estudie el comportamiento del agua bajo las hipótesis de bajos
calados".
Por último, en cuanto a la obra en la calzada, el ancho total será de 20,20 metros: dos calzadas de 6,50 metros, separadas por una mediana de 1,20 metros, carril ciclo-peatonal en lado norte de 3,50 metros y acera en lado sur de 2,50 metros). Los carriles son de 3 metros de ancho con arcenes de 0,25 metros. En los tramos de varias glorietas se diseña el carril ciclo-peatonal con un ancho de 4 metros por tratarse de un entorno muy consolidado en el lado norte y resultar viable, teniendo en cuenta los condicionantes en el lado sur.