ALICANTE. ¿Quién no ha sufrido episodios de dolor, de ausencia o de soledad a lo largo de su vida? ¿Quién no se ha visto superado por las circunstancias en el ámbito familiar o en el ambiente social o laboral? ¿Quién no ha tenido que enfrentarse a sus propios fantasmas o a las heridas interiores de la vida? Esto y mucho más regala Iria Fariñas, escritora madrileña afincada en Alicante, en Ruido de cicatriz, su último libro de relatos.
Tal como afirma Solange Rodríguez en una certera introducción, “sus relatos presentan situaciones cotidianas que se encarecen hasta naturalizar lo macabro”. Porque Iria posee la virtud de bucear en lo más profundo del alma humana y, cual experta cirujana, sajar con el bisturí de la palabra cada uno de los entresijos de esos personajes, heridos desde la infancia y cercanos a la marginalidad. Personajes que se desenvuelven desde la rutina hasta lo inverosímil en unos lugares –como en el relato Refugio– “donde no sucede nada”, que son, paradójicamente, los más peligrosos.
La autora, que ha seducido al lector con excelentes poemarios –como Quién extrajo el hueso (2021)– exhibe una prosa breve, una palabra potente y una hondura poética en cada uno de sus retazos descriptivos. La temática es muy diversa y heterogénea. Además, gira esencialmente como un tiovivo acelerado en torno al mundo más o menos secreto de la maternidad, la sexualidad, la agresividad y la dependencia.
Palabras como cicatriz, mordedura, grieta o arañazo conforman un campo semántico en los que las heridas más profundas no llegan a cicatrizarse del todo. Desde el desasosiego onírico del primer relato –A un roce de distancia– hasta el final trágico e inesperado del último –Contraindicaciones para una bañera– la autora sumerge al lector en una atmósfera caracterizada por la soledad, la anorexia, la violación, el suicidio, el miedo y la muerte.
Como afirma la protagonista del relato Ser parpadeo, “una cicatriz es un mapa que conduce a un agujero negro”. Es el agujero del dolor y de la ausencia en la vida de una anoréxica en Ligera como un estremecimiento. Es el ruido del silencio sepulcral durante el confinamiento por la pandemia en Sistema digestivo.
Es el drama de la sumisión femenina en Cuento de nadas. Porque está claro que el acecho de la muerte, como una macabra espada de Dámocles, es el denominador común del relato casi surrealista Por tener puntería o de la tormenta cercana al realismo mágico hispanoamericano en Milaguas. Una muerte que se alía con la noche, que se cobija bajo la máscara del miedo en el aparentemente candoroso mundo infantil –Por donde se mete el miedo–.
A veces esta cicatriz viaja al exótico Tokio –Initium est finis– o se disfraza de desencanto y de fracaso en el vano intento de buscar el amor en las redes sociales. A veces es la soledad la que desemboca en un orgasmo liberador y es la búsqueda de las letras adecuadas para componer la andadura vital, como un acto creador que rompa las ataduras de la rutina. Iria Fariñas se consolida con este libro de relatos como una prosista madura, que exhibe su propio estilo, sin falsas pretensiones, pero con la mirada muy alta y el vuelo de la imaginación, sin alardes de retórica. Vale la pena leer y degustar estos relatos. El lector lo agradecerá.
La responsable de la cuenta paródica ‘Hazmeunafotoasí’, disecciona las entrañas de la influencia en su libro ‘Cien años de mendigram’ (Roca)
Hurtado y Ortega Editores han tenido el buen gusto de publicar la voz única de la gallega, un faro áspero que ilumina los aspectos más grotescos de la era del like
La editorial barcelonesa Blackie Books acaba de publicar el tercer libro del escritor gallego, autor además de uno de los mejores podcast de temática literaria del momento, Grandes Infelices