ALICANTE. Nada menos que 26.000 espectadores se dieron cita este miércoles en el estadio Rico Pérez para disfrutar de un Intercity-Barça de Copa del Rey que no defraudó, cumplió las expectativas (para bien y para mal).
Por un lado, el fútbol correspondió al ambiente despertado por el duelo: los azulgranas viajaron a Alicante sin dos de sus estrellas, el mediocentro 'Pedri' González y el delantero Robert Lewandowski, pero iniciaron el choque con un once inicial que con un par de retoques bien podía ser el de cualquier jornada liguera.
No obstante la baja del futbolista polaco, el Barça hizo gala de pegada... y el Intercity también, con Oriol Soldevilla, futbolista formado en precisamente en La Masía, como protagonista. Eso sí, ambos estuvieron poco afortunados en defensa, algo reprochable al Barça que acusó los cambios introducidos en esa línea por Xavi Hernández (la sustitución de Ronald Araujo, para más señas), pero no tanto a los hombres de Gustavo Siviero, teniendo en cuenta la entidad del adversario que tenían delante, su capacidad para penalizar sus errores. Y sí, el Intercity cumplió con lo dicho por su técnico en la previa del duelo, cuando advirtió que su equipo no estaba dispuesto ejercer el rol de 'sparring' (fue eliminado, pero plantó infinita más batalla que en 2019, ante el Athletic, su primer rival de LaLiga Santander en Copa en su corta e intensa historia).
Pero la noche del miércoles todo no fue estrictamente fútbol en el Rico Pérez. También quedó en evidencia el estadio o, mejor dicho, sus muchas deficiencias; esas que se hacen patentes cada 15 días con motivo de los partidos del Hércules, pero que solo sufren unos pocos en comparación con los 27.000 aficionados que acudieron al estadio para ver el Intercity-Barça. Los problemas de acceso (tanto rodados como peatonales) y la ausencia de plazas de aparcamiento; la suciedad reinante en el entorno, pero también en el interior (aunque se notaba que se había hecho un esfuerzo por corregirlo en puertas, pasillos y escaleras); butacas en un estado deplorable (no pocas localidades carecían de ellas, especialmente en la Grada del Mundial) y muchas sin la necesaria numeración; cuartos de baño inutilizados; megafonía insuficiente; una sala de prensa de capacidad reducida, mobiliario anticuado y problemas de sonido; cabinas de prensa insuficientes en número, sin el equipamiento necesario y en un estado lamentable; una única red wifi que, además, dejó de funcionar dos horas antes del partido y a la que no pudo secundar la pobre cobertura de móvil... Nada nuevo para los habituales, a los que era fácil identificar por su gesto resignado. También era fácil señalar a los no habituales, pues además del cabreo por hacer cola en las puertas (no pocos aficionados denunciaban que se habían abierto "pocas") pese a estar ante ellas "desde las siete", se las veían y deseaban para localizar la localidad que les correspondía de acuerdo con su entrada: todas eran numeradas, como se supone que lo están también las butacas del estadio, pero eso no es así... lo anterior unido a la ausencia de acomodadores provocó por un lado a que muchos aficionados deambularan de un lado a otro buscando el asiento por el que habían pagado (preguntándoles si eran "de la organización" a todo el que se cruzaban con una acreditación colgando del pecho) y por otro que se produjeran no pocas discusiones (con la entrada en la mano) por ver quién tenía derecho a sentarse en una localidad determinada.
"No sé cómo permiten que este partido se juegue aquí, en estas condiciones", terminaba diciendo uno de los fotoperiodistas desplazados desde Barcelona para cubrir el choque, cansado de intentar sin suerte conectarse a la red wifi del Rico Pérez, mientras otro compañero, concretamente un redactor de un periódico nacional, se preguntaba en voz alta "si habían limpiado". "¿Esto es siempre así?", le decía otro periodista a su vecino en la zona de pupitres de prensa, tras explicarle que en la cabina que se le había asignado a su emisora de radio no solo cabían, es que no podían conectar todos los equipos para desarrollar su trabajo.
Las quejas de los aficionados reclamando sin suerte ayuda para localizar su butaca y las de los profesionales de la información, al ver las condiciones en las que tenían que realizar su trabajo, no fueron las únicas que se escucharon este miércoles. En el descanso del choque, un aficionado con un peto amarillo y la leyenda "Enrique vete ya" pedía a los periodistas que se hiciesen eco "de lo que ha pasado". Se refería a la intervención protagonizada en la curva sur por funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía, donde se incautaron de una pancarta colgada de unos globos azules y blancos en la que se podía leer la misma leyenda que precisamente portaba el herculano-denunciante en su pecho.
No jugaba el Hércules, pero sus abonados disfrutaban de importantes descuentos en el precio de las entradas y los titulares de su ya famoso 'carné compromiso 2020/21' no tenían que pasar por caja, algo que hizo que la proporción entre aficionados 'locales' y 'visitantes' fuera más equilibrada, aunque los goles del Barça se celebraron más y también fueron superiores en número y fuerza los cánticos de aliento hacia el conjunto azulgrana. Es más, en algunas fases de la prórroga, cuando era el Intercity el que llevaba la iniciativa, el silencio reinante en el estadio llamaba la atención pese a la ingente cantidad de público en las gradas.