el sur del sur / OPINIÓN

La dignidad ante el bipartidismo

12/06/2022 - 

Los pactos políticos no suelen ser fáciles. Y si lo son, solo los rentabiliza uno de los dos. Puede haber discrepancia, justificarla  y, sobre todo, visualizarla y hacer pedagogía de ella. No siempre es fácil, a veces hay figuras o liderazgos políticos que superan todo ello. Este podría ser el dilema de Ciudadanos en la provincia de Alicante con el PP, y del cual hemos visto ya varios ejemplos. No sólo le ha pasado a ellos. También a Compromís y Podemos en las elecciones de 2019: allí donde el PSPV recuperó posiciones, lo hizo a costa de ellos.

El último caso del divorcio entre Cs con el PP lo he visto esta semana en El Campello. El pasado abril fue en Orihuela, y acabó en moción de censura. No sabemos qué pasará en El Campello: a más de uno en las filas naranjas, el cuerpo le pide marcha (y cambio), pero en este municipio de L'Alacantí para que se produzca el relevo, Compromís tiene que entrar en la ecuación, y no en el gobierno. De primeras, complicado.

Sea como fuere, lo de Orihuela y El Campello viene a demostrar -más allá de razones estrictamente locales y personales- que cuando el bipartidismo ejerce su superioridad acaba generando afectados, con o sin razón. A veces, después lo rentabiliza electoralmente, pero no siempre. Por ello, PP y PSPV siempre aspiran a la mayoría para tener manos libres para gobernar. En el 2019, los socialistas se merendaron a los nacionalistas en varios ayuntamientos, máxime si compartieron tareas de gobierno. Después, hay plazas en las que los talantes personales impiden, o facilitan, las alianzas.

Desde que la fragmentación política se instalara en el sistema democrático,  los grandes suelen ser más cuidadosos con las minorías con las que gobiernan, aunque no siempre lo respetan. Pero desde luego, si el pequeño quiere resistir, cosa que no es fácil, hay un error que no puede cometer: instalarse en el despacho y olvidar la calle; pensar que todo lo que hace gusta y convence; achantarse ante los desmanes del grande; dejar pasar todas las oportunidades para ser vencido, etc. La gestión es importante, pero perder el pulso de la calle es una derrota segura.

No suele ser fácil porque los grandes del bipartidismo suelen tener más militantes y más medios. De las pocas máximas que ha dejado Teodoro García-Egea, o al menos que yo haya escuchado  en su etapa en la secretaría general del PP es la que le oí en julio de 2021, en la proclamación de Carlos Mazón como presidente del PPCV, "Sin partido, no hay gobierno". En los tiempos que corren, la militancia es básica, hay que motivarla y empoderarla, de acuerdo con la tradición de cada partido, con primarias o con nuevos liderazgos, incluso con liderazgos compartidos. Todo depende de la cultura de cada cual, pero sin partitocracia (al menos en España) no hay poder. Otra cosa son los modelos de cada organización.

Pero mientras se mantenga este contexto de bloques  a la hora de conformar gobiernos,  sea con dos o más socios,  lo que no hay que que perder es la dignidad ante el bipartidismo. Forzar (de acuerdo con tus números); negociar; compartir (sin perder la identidad); dialogar (siempre); ser pragmático y sobre todo mantener un relato propio de los hechos para defenderlo ante los tuyos. Después se podrá perder o ganar, pero al menos si pierdes que te vayas a casa con la dignidad de que hiciste lo correcto, que suele ser lo difícil, y con el convencimiento de que los tuyos están ahí, sean más o menos. Si quieres seguir en política, los vas a necesitar. Porque si no lo haces tú, el grande lo va a hacer.

Insisto, no suele ser fácil acertar, si no la política estaría llena de gurús, pero no hay tantos. A veces hay tendencias que se imponen, crisis, circunstancias excepcionales, o faltan manos por todos los sitios. Pero quien no las ve venir, si no que vale para esto. El socialista Juan Espadas lucha estos días contra todas las encuestas, y lo hace con un consejo que le dio el veterano Alfonso Guerra: "Suela y labia". No es ninguna fórmula mágica, pero si vale para los constantes y perseverantes en política. Es para los no desisten de sus objetivos y, de vez en cuando, para los delanteros centros de la política, que son constantes y perseverantes, y no pierden nunca la dignidad.

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