ALICANTE. La exclusión financiera, término acuñado para definir la realidad de decenas de pequeños pueblos que se quedan sin oficina bancaria obligando a sus vecinos (centenares, unos pocos miles) a desplazarse a otra localidad para usar los servicios bancarios, no se aplica solo a pequeños núcleos rurales. Todo un barrio de la capital alicantina, considerado en su momento además el 'distrito financiero' de la ciudad por la cantidad de oficinas de distintas entidades que operaban en sus calles, la está empezando a sufrir de forma muy acusada.
El barrio de Benalúa, fundado a finales del siglo XIX por la sociedad Los Diez Amigos y diseñado con criterios higienistas que lo convirtieron durante décadas en la zona más moderna de Alicante, se queda sin bancos. Las dos entidades con más clientes en la ciudad, el Banco Sabadell y CaixaBank, han cerrado sus oficinas en la plaza Navarro Rodrigo, corazón del barrio, y las más cercanas están (ya fuera del barrio de Benalúa) a varios minutos a pie caminando a paso ligero.
Con estos cierres, el barrio solo conserva dos oficinas bancarias: la del Banco Santander junto al mercado de Benalúa, y la de Eurocaja Rural, que abrió en 2018, ambas en la avenida de Aguilera. En los últimos años han cerrado el BBVA (también en Aguilera), CaixaBank (antes Banco de Valencia), Bankia (consecuencia de la fusión con CaixaBank, al estar una oficina frente a la otra en la plaza del barrio), la propia CaixaBank y el Sabadell. La entidad que absorbió a la CAM, y que por tanto es la que mayor cuota de mercado tiene en la capital, mantiene la atención al público en la oficina de los bajos de su sede, en la avenida de Óscar Esplá, eso sí.
Las reducciones de la red suelen justificarse desde las entidades con la mayor penetración entre la población de la banca online, y en la proliferación de medios de pago electrónicos alternativos. No obstante, hay una porción nada desdeñable de la población que se queda fuera de estos avances. Y en Benalúa, en concreto, donde hay censadas 9.300 personas (el barrio ha ido perdiendo población de forma muy tenue en los últimos años), un 30% del total son jubilados, según consta en un informe del Ayuntamiento de Alicante. Es, de hecho, uno de los barrios de la ciudad más 'envejecidos' en estos momentos, tras Ensanche Diputación, Virgen del Socorro y Centro.
A Benalúa cabe sumar el barrio de Alipark, justo al otro lado de la avenida de Aguilera, y delimitado por las vías del tren que salen que la estación central de Adif en Alicante. Otros 3.000 vecinos con más de un 25% de personas mayores de 65 años, cuyas oficinas bancarias han sido siempre las de Benalúa. Es el caso de Santi y Moni, matrimonio que junto a su amigo Boni regenta la histórica Cafetería Bar Alipark, punto de encuentro de los vecinos de esta urbanización abierta, y que tras el cierre de CaixaBank en Benalúa han visto como 'su' oficina se ha trasladado a La Explanada. "Yo me defiendo bastante con la banca online, pero hay gestiones del negocio que necesito hacer en la oficina, y ahora me tengo que cruzar Alicante para hacerlas", critica Santi.
Esther, trabajadora y vecina de la zona, explica que su padre, de 74 años, "se ha cambiado de banco" por el cierre de la oficina de CaixaBank. "Se ha pasado al Banco Santander, que es el que sigue abierto en el barrio", explica, "después de toda la vida en la Caixa". Esther tuvo que acompañar a sus padres en uno de sus días libres a realizar los trámites para cambiar de banco. Mara, joven empleada del bar que regenta su familia en la calle San Agatángelo, es otra damnificada, en este caso del Banco Sabadell. "Yo trabajo en Benalúa y vivo en Juan XXIII, y ahora con el cierre de la oficina me han mandado a una que no está ni cerca de mi trabajo ni de mi casa", lamenta, mientras explica que está intentando cuadrar su horario para ir a recoger una tarjeta de crédito que le han enviado a 'su' nueva oficina.
Al respecto, la Unión de Consumidores de la Comunitat Valenciana (UCCV) viene advirtiendo en los últimos años, ante la avalancha de cierres de oficinas bancarias y la digitalización de los servicios, que los bancos "no están teniendo en cuenta la brecha digital en sus procesos de digitalización, y el problema social que puede generar dejar desatendidos a los colectivos de mayor edad y de entornos rurales, especialmente vulnerables. Se les olvida demasiado a menudo que el dinero con el que trabajan es nuestro".
Pero los propios bancos sufren las consecuencias de este adelgazamiento de su red, que permite ahorros millonarios en alquileres, suministros, impuestos y nóminas. Uno de los empleados que se acogió al ERE tras la fusión de CaixaBank y Bankia, tras haber trabajado en la oficina de Bancaja (luego Bankia) de Benalúa desde que abrió hasta su cierre, señala que "para obtener más beneficios, están dejando de lado la labor comercial y el trato personal. Antes, si entraban diez personas a la oficina, cinco contrataban; ahora, por teléfono, llamas a diez, vienen tres y con suerte contrata uno".