Hace unas semanas vi la versión actual de ‘Los últimos de Filipinas’ y no paraba de pensar en la enorme diferencia entre aquellos jóvenes soldados que resistieron lo indecible luchando por su país y la sociedad actual donde esa actitud heroica es casi inexistente.
Hay días en que vale la pena apearse del tren de nuestras rutinas. Porque todo acaba cansando, incluso las personas que nos hicieron felices. Cumplida cierta edad, la vida sigue un guion previsible del que no cabe escapar. De eso va, al parecer, la madurez
La semana tiene como epicentro dos plazas que distan unos pocos metros y que se encuentran en el corazón de la capital de España. De la concentración del pasado domingo, éxito para unos y pinchazo para otros, al Tribunal Supremo, sede de la Justicia en España que estos días juzga a los políticos catalanes
España chapotea en la mediocridad. Las clases dirigentes, llamadas a dar ejemplo, no están a la altura del momento histórico. Sólo existe una mínima esperanza para un cambio de rumbo, y pasa por la aparición de unas élites seleccionadas entre lo mejor de nuestros adolescentes y jóvenes
2017 es un año que no cierra nada. Al contrario deja abierto todo para 2018. No se vislumbra solución a corto plazo para Cataluña, no se ha puesto en marcha la financiación autonómica, no están cerrados los presupuestos nacionales y para remate seguiremos pendientes de la agenda judicial que en muchos momentos marcará la actividad política.
La crisis en Cataluña no detiene el avance de la globalización ni la transformación del comercio mundial. Cada día es más urgente otra mirada sobre qué significan las exportaciones.
Triste octubre el que vivimos la inmensa mayoría de personas, quiero pensar que gente de buena voluntad que sólo pretendemos vivir en paz y armonía. Los pirómanos y los políticos de uno y otro lado del país queman los montes, queman la convivencia y generan dolor en nuestra querida patria