ALICANTE. En el año 2016 se produjo un estallido editorial como hacía mucho tiempo no sucedía en el ecosistema libraria español, y mucho menos tratándose de un libro de historia, no narrativo, un libro que el premio Nobel Mario Vargas Llosa ensalzaba con estas palabras: “¿Puede ser entretenido un libro de rigurosa erudición? Rara vez, pero sí lo es en el caso de Imperiofobia y leyenda negra. Es aguerrido, profundo, polémico y se lee sin pausas, como una novela policial en la que el lector vuela sobre las páginas para saber quién es el asesino. Confieso que hace tiempo que no leía un libro tan ameno y estimulante”, desde su tribuna de El País. Se trataba de Imperiofobia y leyenda negra, de María Elvira Roca Barea, publicado por Siruela, un chute de autoestima ante la ‘supuesta’ construcción de una idea malévola de España por parte de las potencias extranjeras, con la necesaria colaboración de los nacionalismos periféricos. Tres años más tarde, 19 ediciones después, el catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense, e investigador del pensamiento español, José Luis Villacañas, ante el imponente revuelo mediático producido por el helicóptero Barea, publica, en la editorial Lengua de trapo, Imperiofilia y el populismo nacional-católico. Desmontando Imperiofobia, el ensayo español más vendido de los últimos tiempos, bajo la premisa de que “el éxito del libro es revelador de las escasas exigencias culturales de ciertas elites del país, quienes frente a un mundo que no entienden ni saben ya dirigir, necesitan de una legitimidad que Imperiofobia les ofrece de un modo brutal”.
El miércoles, 26 de junio, pasó por la librería Pynchon & Co de Alicante, para presentar el libro, junto a Antonio de Murcia, y tuvimos la oportunidad de mantener una charla, cuya transcripción deja fuera, por demérito del narrador, la calidez y cortesía del autor, aunque no la firmeza de su discurso.
-¿Hasta qué punto el libro de Roca Barea está escrito por ella misma… o por un think thank que ha buscado un perfil idóneo para la difusión de sus ideas?
Yo no lo puedo saber… obviamente, no se puede saber, lo que sí me gustaría decir de un modo claro, y creo que no lo he expresado nunca con la claridad con que quiero expresarlo ahora es que yo no he escrito una respuesta a Roca Barea, ni siquiera lo que me ha movido a escribir Imperiofilia ha sido escribir contra ese libro. Si ese libro hubiera sido uno de tantos libros que pretende unas posiciones que a mí me parecen erróneas, pero que pueden ser reconocidas, sustentadas en una tradición, yo, como a otros tantos libros con los que no estoy de acuerdo, no le habría dedicado el tiempo de haber escrito este libro. Yo escribo Imperiofilia contra aquellos, enormemente poderosos, que han soportado el libro, lo han avalado, lo han expandido, lo han recomendado por doquier… ¡porque son ellos los que tienen que avergonzarse! Roca Barea puede haberlo escrito, no lo sé, pero que ministros socialistas del gobierno, premios nobeles, cineastas, periodistas, que el gobierno entero de Andalucía, ¡gobierno socialista!, le ha dado la medalla de Andalucía, que Felipe González la haya propuesto para el premio Princesa de Asturias, todo esto es tan vergonzoso que yo escribo contra ellos. Roca Barea puede tener sus opiniones, pero lo que hay detrás es una constelación tan extraordinariamente poderosa que puede hacer de una anécdota, de algo que puede ser una obsesión personal, una categoría, una locura pública. Puede llevar a que este país se suicide, destruyendo su propia inteligencia, asumiendo que lo allí se dice es digno de constituir la inteligencia de los españoles. Contra esa presión mediática es contra la que yo escribo, porque creo que a ese tipo de poderes hay que hacerles frente desde la humildad de lo que es un hombre libre que está en una universidad, consciente de que hay que dejar testimonio de que ya no estamos en los tiempos de comulgar con ruedas de molino.
-Y toda esa campaña mediática cree que ha sido diseñada a priori o a posteriori, aprovechando el impacto del libro.
Yo creo que hay una campaña perfectamente dirigida, no creo que se trate de una campaña accidental. Pero estamos hablando de un momento en que España se encuentra en una situación muy delicada, en la que estaban por cristalizar las posiciones de fuerza en que todos los actores iban a posicionarse. Ahora, cuando se ha visto que, en el fondo, Ciudadanos se ha ido hacia donde estaba señalando ese libro, Vox… ya estaba ahí, el Partido Popular se ha visto presionado por esas dos cuñas y ha tenido que destruir toda la imagen de moderación que había ganado en los últimos 15 años, nos encontramos con el grave problema de que, además, una buena parte del Partido Socialista también estaba en eso.
-Dado que el interés de ‘Hispanofobia” es la geopolítica, y no tanto la historia, ¿nos encontramos con una fase más de la creación de un nuevo marco conceptual hegemónico? (bueno… tal vez no tan nuevo).
Sí, es verdad, pero también que esto no es comprensible sin el 15M, sin el tema de Cataluña…
-¿Pero eso no es culpabilizar a la víctima, el discurso de “los catalanes tienen la culpa de haber despertado el fascismo en España”?
No, no, obviamente no… los catalanes tienen un juego político y, por supuesto, en ese juego político, libros como el de Roca Barea les legitima y les justifica, porque en el fondo, pueden decir a cualquiera “mira, España es eso, de aquí tenemos que marchar, en el fondo no tienen el más mínimo sentimiento de solidaridad, el más mínimo interés en la tolerancia, el más mínimo interés en la comprensión de las minorías, del diferente, etc.”. Al final, la asociación que se hace entre las minorías oligárquicas, los intelectuales y el protestantismo, casa de forma perfecta en el exvicepresidente de Generalitat, presidente de ERC, Josep Lluís Carod-Rovira, que, como sabes, se dedica al estudio del protestantismo en Cataluña. Todo esto generó esta asociación que atraviesa el libro de Roca Barea, no de un modo constante. Ahora, lo fundamental, es que ese movimiento que surge a través del 15M, tampoco ha sabido cristalizar otra idea de España. Ahí, estas personas, con todo lo que significa Sociedad Civil Catalana, con todo lo que significa Ciudadanos, vieron la oportunidad de ‘recuperar’ la idea más arcaica posible de lo que es España.
- ¿Y tanto peso tiene todavía el componente religioso, confesional, en la geopolítica?
Sí, yo creo que esto no se puede separar del movimiento, mucho más amplio, que podríamos llamar geoestratégico, que tiene que ver con la alarma que produce en el catolicismo la orientación del Papa Francisco, su reconocimiento de Lutero, con motivo del centenario, el acercamiento a un ecumenismo, que ya es muy eficaz en países como Alemania, donde ambas corrientes del cristianismo han tenido una larga convivencia, o la misma Inglaterra. En este sentido, creo que moviliza a sectores de la jerarquía católica, muy alarmados con la deriva de Francisco, y que se alinean con una resistencia de importantes cardenales de la Iglesia Católica que están preparando, como es muy típico de la Iglesia, para cuando sea necesaria la sucesión del actual Papa. Todo esto, junto con una importante importante Iglesia mexicana, posiblemente la Iglesia católica con más fieles del mundo, que además tiene 60 millones de hispanos como receptores potenciales, en hispanoamérica, y que se da cuenta que la Iglesia católica, tradicionalmente irlandesa, en EEUU, ha quedado destruida por los casos de pederastia. Estamos hablando de un intento de armar un catolicismo político que sirva para los países del sur de Europa, sin olvidar el a menudo extremista catolicismo francés, que sirva para el catolicismo mexicano y norteamericano, y que pueda decir “en los tiempos en los que estamos, sin la Iglesia católica va a ser muy difícil gobernar a todos esos millones de católicos. Y esto, en un momento en que esta misma Iglesia católica está perdiendo poder en la América Latina, en manos de los movimientos protestantes.
-Es contradictorio que las complicidades que busca este movimiento sean los Estados Unidos de Trump y la Rusia de Putin.
Bueno, no es una contradicción, porque en el fondo es lo que ha cristalizado de la propaganda Bannon. Sabemos que Steve Bannon, el estratega ultraderechista, ha estado vinculado a Rusia y también a las campañas de Trump. Yo creo que esto, desde el punto de vista geoestratégico, coincide con la dimensión antieuropea del libro Imperiofobia, con la idea de que Europa, dominada por Alemania, un país protestante, por los ingleses, por los holandeses, en el fondo, son los enemigos de España.
-Un pescar en río revuelto… recientemente han pasado por aquí el escritor griego Petros Markaris y el escritor, cineasta y helenista español Pedro Olalla, y ambos coincidían en la necesidad de un eje mediterráneo europeo, para compensar el peso del eje centro y noreruropeo.
Claro, esto ya apareció en el escrito de Giorgio Agamben que citaba el Imperio Latino. Esta es una idea del viejo pensador Alexandre Kojève, que le ofrece a De Gaulle, en 1945, acerca de la constitución europea, que había de venir. La idea se fundamenta en la construcción de un Imperio Latino con Francia, Italia, la España de Franco y, evidentemente, las colonias respectivas del norte de África: Marruecos, Túnez, Libia y, posiblemente, Etiopía. Una oferta a la que se incorporaría Grecia y que se hace de nuevo, en el año 2014. Esto testimoniaba la inquietud de los países latinos de no verse verdaderamente reflejados en la idea de Europa. Eso es verdad y justo, pero personalmente creo que la única manera de resolverlo no es declararnos enemigos mortales en el ADN, sino intentando comprender su cultura y cuando nosotros tengamos clara su cultura y su historia, exigirles que conozcan la nuestra. Establecer una verdadera conversación entre el norte y el sur. Justo esto es lo que yo he intentado hacer en los 42 años que llevo trabajando, intentando conocer la Ilustración francesa, el idealismo alemán, la revolución francesa, intentando conocer qué es la cultura del norte de Europa, con la idea de identificar esos valores comunes sin los cuales no nos podemos entender. Si empezamos declarándonos enemigos y diciéndoles que, en el fondo, su religión no existe, que es solo una excusa propagandística para ir contra España, y que siguen siendo enemigos del ‘ser católico’ de España, naturalmente con esto no puede haber un diálogo, ni construir la idea de Europa.
-¿Hay un espectro lector sociológico de Roca BArea y derivados, como hay un espectro votante sociológico de Vox?
Enlazando con lo anterior, Roca Barea populariza, cogidas de aquel modo, ya no demuestra ser una intelectual en todo su sentido, las ideas de Gustavo Bueno, expresadas en aquel volumen titulado “España frente a Europa”, aunque el argumento de Bueno es más bien un ‘España contra Europa’, algo que va en contra de la realidad española de los últimos treinta años. Sin Europa nosotros no seríamos una democracia, en estos momentos, y esa idea antieuropea sí está latente en ese espectro sociológico de ‘España agraviada’. Sería interesante investigar cómo los estadounidenses influyeron, estabilizando y dando poder, a alguna de las fuerzas político-religiosas que están detrás del libro de Barea. Cuando ella reconoce nuestra amistad y solidaridad con Estados Unidos, está recordando hasta qué punto el nacionalcatolicismo franquista se estabiliza gracias al apoyo norteamericano, al Eisenhower, el Plan Marshall, los Pactos de Madrid, etc.
-En algún momento de la introducción a ‘Hispanofilia’, habla usted de ‘lectores bienintencionados’ que solo buscan reafirmar una imagen positiva de su mundo. ¿A la gente no le gustan los problemas, o hay mucha gente que considera problemático todo aquello que no se adecúe a su visión del mundo, ese es el caldo de cultivo al que va dirigido el libro de Barea?
Claro, por supuesto, por eso yo creo que lo importante es dirigirse a estos lectores bienintencionados del libro, que en el fondo, durante mucho tiempo, no han tenido la necesidad de reafirmar su sentido de españolidad, de pertenencia a un gran país, a una gran nación, porque las cosas nos ‘iban bien’. Pero el trauma catalán ha herido a muchas de esas personas, de buena fe, personas de derechas, de izquierdas, de arriba y abajo, que de repente no entienden por qué ahora, después de 40 años de un éxito colectivo, y de posiblemente la mejor época, la más estable y de mayor crecimiento de nuestra historia, nos dicen “ustedes son un país incívico, atrasado, con una democracia sin calidad, con una incapacidad para reformarse, para acoger una minoría, etc. Esto es una herida traumática, porque mucha gente pensaba que esa etapa estaba superada, y ahora es como si volviéramos a una situación en la que todas las incertidumbres, las ansiedades propias de la Transición, hubieran emergido, como la vieja canción de Raimon: “quan creus que ja s’acaba, torna a començar, i torna el temps dels monstres…”. Esta dimensión traumática es la que posiblemente requiera medidas compensatorias, porque un trauma es algo muy difícil de asumir, y pide reafirmaciones muy potentes, que se expresan a veces en cosas tan epidérmicas como el fútbol y ser campeones del mundo.
-A usted lo nombra Director General del Libro y Bibliotecas de la Generalitat Valenciana Eduardo Zaplana, siendo Conseller de Cultura Manuel Tarancón, justo antes de que llegue Francisco Camps, tres personalidades que han jugado bastante al juego de Roca Barea, ¿es posible la contestación a esta corriente de pensamiento extremista desde el liberalismo?
Yo sabía que tan pronto Camps entrara por la puerta, yo tenía que salir por la ventana. Él toma posesión el día 20 de mayo y yo reingreso en mi cátedra de Murcia el día 15, cinco días antes. Y debo decir con total franqueza que estuve los cuatro años que estuvo Tarancón de conseller de Cultura, por el vínculo personal que tenía con él, desde nuestros tiempos de colegio y universidad. Yo no tenía vínculo orgánico con el partido, no he militado nunca en el PP, y en cierto modo el nombramiento fue porque Manuel Tarancón, por nada del mundo, quería darle la Biblioteca Valencia a Consuelo Ciscar. ¡Mi función casi fue impedir que la señora Ciscar se hiciera con toda la cultura valenciana! Y creo que rendí un cierto servicio al pueblo valenciano. Me siento muy feliz de aquel trabajo, de haber podido servir a los valencianos, en una posición que, en lo personal, para mí era muy incómoda, pero que fue muy libre en la gestión. Respecto de la pregunta… nosotros somos sociedades liberales, somos consumidores de libertad. Desde ese punto de vista, pienso que debemos compensar el ser consumidores de libertad con ser productores de libertad. Ejercer acciones que aumenten, que produzcan más libertad. Nuestras sociedades no pueden vivir sólo de consumir libertad, deben crear libertad. Y crear libertad sólo se crea de forma cooperativa, se crea generando comunidades, generando instituciones, generando encuentros. Debemos estar en condiciones de iniciar una conversación acerca de qué ha sido nuestra Historia, no tanto para autoafirmarnos en ella, sino para encontrar el sentido propio de nuestra libertad. Nosotros no podemos actuar como actuaron nuestros antepasados, debemos encontrar nuestro propio ser en el mundo. La Historia es un dispositivo para distanciarnos de los actores del pasado, para encontrar el sentido de nuestra libertad en el presente. Por una razón muy sencilla, porque los actores del pasado, por lo general, para nosotros, cuando los miramos bien, estaban equivocados. Este ha sido el defecto fundamental de la Ley de la Memoria Histórica del PSOE.
-¿Todos estaban equivocados?
Sí, se ha hecho una Ley de Memoria Histórica no para distanciarse de aquellos actores, sino para reafirmarse como continuadores de ellos. Y esto es una mala política histórica. Todos estaban equivocados. Lo que tenemos que mostrar son los errores de los dos, para estar en condiciones de compensar a sus víctimas. Es evidente que las víctimas de los errores desde 1939 no han sido tratados de la misma manera que las previas al 39, pero esto no quiere decir que las víctimas de los errores de antes del 39 nuestra democracia deba olvidarlas, porque el franquismo las homenajeó… ¡el franquismo no podía homenajear nada! El franquismo todo lo que toque lo mancha, Franco no puede homenajear nada. Los dos bandos estaban equivocados, pero Franco fue un dictador que tuvo una actividad condenable. Por lo tanto, lo que debemos hacer es distinguir perfectamente entre los errores de la Guerra Civil, que deben ser acogidos con piedad común por los demócratas, y las acciones intolerables e injustas del franquismo. Estas víctimas no pueden ser computadas como fruto de los errores, sino fruto de una acción política consciente, que no tiene ninguna excusa enfrente, en los errores del otro, para autoreafirmarse. Aquí no vale ya lo de ‘tú te has equivocado, yo tengo derecho a equivocarme’, aquí de lo que se trata es de una desnuda, simple y brutal venganza. Esto no puede entrar en el mismo saco que el perdón recíproco que nos debemos dar por la contienda.