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Cataluña no lo es todo

La crisis en Cataluña no detiene el avance de la globalización ni la transformación del comercio mundial. Cada día es más urgente otra mirada sobre qué significan las exportaciones.

22/10/2017 - 

La percepción general sobre el comercio exterior sigue dominada por la simplificación resultante de seguir pensando en términos del pasado. En ella, las exportaciones son el exponente de la posición competitiva del país; la demanda de sus bienes por el resto del mundo. Las importaciones, por el contrario, se perciben como lo que el país se ve obligado a comprar en el exterior al carecer de producción doméstica, (petróleo en el caso de España), o no ser capaz de tenerla con la misma calidad y precio (bienes de alta intensidad tecnológica también en el caso español). Ello, sin embargo, es inexacto e insuficiente. La nueva arquitectura de la economía global ha modificado la evaluación de lo que suponen unas y otras.

La información del ministerio que dirige Luís de Guindos como muestra la reciente nota sobre la evolución del comercio exterior, ignora estas modificaciones. Sin duda, la trayectoria exportadora desde el inicio de la recuperación -no así la valenciana- es una de las escasas variables que admite una lectura positiva aun con el interrogante de si su expansión es más consecuencia de la reducción de costes para las empresas exportadoras que de mejoras en su eficiencia. Ni la reducción de los salarios ni de la fiscalidad, con la recaudación del impuesto de sociedades casi en la mitad de su importe de 2007, parece independientes de ella.

Como viene siendo la norma, la información ministerial centra toda la atención en las exportaciones; ninguna se le concede a las importaciones, con un crecimiento bastante superior. Y menos todavía, hay en ella indicación alguna de que se esté avanzando en nuevas estadísticas para evaluar con rigor el papel del comercio exterior en la recuperación.

Comercio exterior: enormes cambios en los últimos decenios

La transformación del comercio internacional con el avance de la globalización complica la veracidad de estas estadísticas y dificulta su análisis. Un ejemplo obvio es cómo valorar el intercambio transfronterizo de bienes electrónicos cuya progresión está siendo espectacular. Los problemas son de tal calibre que desde hace años los organismos internacionales intentan solucionarlos en reuniones algunas de título tan significativo como Comercio global ¿tenemos las cifras adecuadas?

Los nuevos bienes de consumo son los más ilustrativos para mostrar esta complejidad. ¿Cómo determinar el valor exportado o importado de los archivos electrónicos, sea música de Spotify, películas de plataformas diversas, de Google Play a iTunes, o ebooks de Amazon, todos ellos sin soporte físico? ¿Qué país realiza su exportación? ¿El que tiene localizado el servidor donde se encuentran los archivos, en dónde se radica la cuenta corriente en la que se paga o el que tiene la sede legal la sociedad proveedora que, a su vez y gracias a la permisividad con la ingeniería fiscal, puede ser diferente de dónde ésta tributa? Problemas nuevos, inexistentes cuando discos, películas y libros tenían un soporte físico fuera vinilo, plástico magnetizado o papel. Pero no debe perderse de vista que ello afecta también a buena parte de los bienes que intercambian las empresas.

Además la globalización ha amplificado dificultades ya existentes. Entre ellas sobresalen dos. De un lado, la nula información sobre el valor añadido doméstico -del país- incorporado en las exportaciones. Un aspecto relevante para determinar cuánto aporta realmente esa economía. De otra, la veracidad del valor en los registros oficiales.

En relación con el primero, debe tenerse en cuenta que el importe consignado de lo exportado no tiene en cuenta el valor de los componentes previamente importados para su fabricación, por más que pueda representar una parte muy importante del total.

El ejemplo es la aportación de la economía china a los productos Apple. Los iPad o iPhone están ideados y diseñados en California. Pero están fabricados con componentes procedentes de un amplio grupo de países diseminados por el planeta y son ensamblados en República Popular China. En las exportaciones de este país, figuran por su valor total, no por lo aportado por esa economía, que en términos de valor añadido es poco relevante. Si en lugar de contabilizar las exportaciones chinas del iPhone a Estados Unidos por su valor declarado, se detrae del mismo el de los componentes importados, en la estimación de Yuqing para 2012 la cifra pasaba de 2.000 millones de dólares a 75. Lo cual no es contradictorio con que la mayor parte del empleo generado por la fabricación de estos productos esté en aquel país: más de un millón frente a 150.000 en Estados Unidos.

En relación con la veracidad del valor declarado debe destacarse que una práctica habitual de las  multinacionales, principales actoras del comercio mundial con el 60% del total, es utilizar precios de transferencia en las transacciones internas entre filiales. Éstos son un mecanismo contable, cuya importancia fue subrayada por la OCDE hace ya años, para aflorar los beneficios allí donde los impuestos sean menores. Pero estos precios son los trasladados a la estadística. Su reflejo fiel de la realidad está pues, al menos, comprometida.

España dentro del nuevo comercio global

Estos problemas afectan, al menos, a la mitad del comercio mundial de mercancías. Es ilusorio pensar que España esté al margen de ellos. ¿Qué parte del valor de sus exportaciones es simple resultado de productos previamente importados para su ensamblaje y posterior venta al exterior? Hoy es imposible saberlo. Dentro de un contexto dominado por un bajo número de empresas exportadoras, las ventas al exterior ofrecen, sin duda, aspectos positivos: su cuota dentro del comercio mundial ha aumentado. Pero igual que no sabemos el impacto de la reducción de costes (laborales o fiscales), tampoco conocemos si ello es más por un aumento de su mero papel de ensamblador de productos previamente importados que por la mayor apropiación del valor añadido contenido en las mismas.  

El cálculo de la OCDE para 2011 suministra información de gran interés pero tiene un inconveniente: es demasiado antiguo dada la velocidad de las transformaciones. Aun así, un ejemplo a partir del mismo permite mostrar la relevancia de este tipo de estimaciones. Los dos principales sectores exportadores en España son automóvil y Alimentación y bebidas, pero como refleja el cuadro siguiente, el valor añadido doméstico de cada uno es muy diferente. Si se multiplica éste (100-el % del VA extranjero del cuadro) por la cifra exportada en aquel año, lo aportado por el sector alimentario es un 25% superior al del automóvil, exponente habitual de la Marca España. Una diferencia poco subrayada, y con posibles implicaciones sobre la política económica. Lo anterior, es solo uno de los muchos ángulos de la nueva mirada que exige el comercio exterior. Tanto el de España como el de la Comunidad Valenciana en donde la ausencia de información es todavía más destacada.

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