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la provincia se mantiene en turismo y ladrillo, pero la riqueza se hunde

¿Veinte años no es nada? Alicante retrocede en (casi) todo desde que empezó el siglo

21/08/2022 - 

ALICANTE. Mediada la primera década del siglo XXI, a todas las instituciones y asociaciones empresariales les dio por encargar estudios prospectivos sobre cómo sería Alicante en el año 2020, para trazar las líneas de actuación de administración y sector empresarial en busca de ese horizonte: de la Cámara de Comercio a la desaparecida patronal Coepa, de la Diputación de Alicante al IVIE del Consell... cada cual puso sobre la mesa su estudio (alguno se quedó en anuncio), y ninguno acertó. Porque no supieron ver la crisis financiera del 2008, pero sobre todo porque lo que no se podía concebir entonces era la aparición de una pandemia como la del coronavirus precisamente en 2020, y que en pleno siglo XXI el Gobierno tuviese que decretar el estado de alarma y mandar a todos los españoles a su casa durante casi tres meses.

Sin embargo, más allá del impacto de la pandemia, lo cierto es que cuando empezó 2020, incluso antes del covid, Alicante no se parecía en nada a lo que habían vaticinado aquellos estudios a más de una década vista. Y se seguía pareciendo al Alicante de finales del XX, con unos sectores manufactureros en permanentes crisis endémicas (juguete, calzado, textil, mármol...), un puerto que aún no sabía qué quería ser, un turismo de sol y playa cuya pretendida diversificación seguía siendo solo una aspiración en los discursos, y que sin embargo funcionaba (y ha vuelto a funcionar) como un reloj, y un sector inmobiliario que era y pese a todo es el principal 'exportador' de la provincia con las ventas a extranjeros. 

Transcurridos veinte años, que como decía el tango 'Volver', de Carlos Gardel, "no es nada", lo cierto es que Alicante no solo no ha evolucionado en ninguna dirección (aunque lo esté intentando en la economía digital), sino que incluso ha perdido posiciones en tradicionales puntos fuertes. Así lo evidencia un estudio retrospectivo elaborado por el Instituto de Estudios Económicos de Alicante (Ineca), que compara la posición relativa de la provincia en España en el año 2000 y en la actualidad, en infinidad de variables socioeconómicas. Y si bien es cierto que se puede esgrimir alguna mejora (muy tenue) y la defensa de un par de posiciones, la conclusión es que la provincia empeora (en comparación con el resto del país) en casi todo. Y muy especialmente, de forma preocupante, en la riqueza o PIB per cápita.

El apartado donde más destaca la provincia es el de transacciones inmobiliarias, en la tercera posición nacional tras Madrid y Barcelona, y en este caso dicha posición se mantiene, incluso tras el cerrojazo de 2020 que aplazó (o directamente echó a perder) cientos de compraventas por la imposibilidad de desplazarse de los compradores, por delante de competidores directos como València o Málaga. Asimismo, la provincia asciende una posición en lo que se refiere al salario medio de sus trabajadores (triste consuelo, pues ese ascenso lo deja en trigésimo novena posición).

También sube una posición en PIB, donde sigue siendo la quinta provincia de España (con muy poca ventaja respecto a Vizcaya y cada vez más lejos de Sevilla, cuarta). No obstante, el peso de Alicante en el PIB nacional se reduce, puesto que a principios de siglo era del 3,14% y actualmente (el último dato conocido es el de 2019) es del 3,03%. También aumenta una posición el peso del PIB de los servicios básicos (pasa a ser quinta), y se mantiene en el PIB de servicios empresariales y comercio. En cambio, en el PIB de la construcción pierde un puesto (pasa a ser quinta) y en el de la manufactura y la agricultura la cosa es mucho peor: pierde nueve posiciones en cada una, pasando a ser decimosexta y vigésimo quinta, respectivamente.

El PIB per cápita, en el furgón de cola

Especialmente preocupante es el retroceso de la provincia en lo que respecta al PIB per cápita, uno de los indicadores más claros de la riqueza de un territorio. Al empezar el siglo XXI, Alicante ocupaba la vigésimo séptima posición, un dato que ya entonces chirriaba con el PIB, donde era quinta. Pero es que en 2020 la posición de la provincia en el conjunto de España se ha hundido a la cuadragésimo cuarta: solo ocho provincias españolas tienen un PIB per cápita menor. Este escenario se ha explicado en varias ocasiones desde Ineca como fruto de la baja productividad de las empresas alicantinas en general y de su escaso tamaño, así como por la carencia de inversiones públicas en el territorio desde que comenzó el siglo XXI. Lo cierto es que la provincia suele ocupar los últimos lugares en inversión directa en los Presupuestos Generales del Estado en los últimos años, con gobiernos de ambos colores.

Y eso no es todo. También empeora la posición de Alicante en dos de sus sectores fuertes: la exportación y la hotelería. En el primer caso, Alicante ha visto retroceder progresivamente su peso en el conjunto de las ventas al extranjero de las empresas españolas, de forma que a comienzos de siglo ocupaba la décima posición y en el último dato conocido ha caído a la decimoctava. Pero lo más llamativo es que, pese a su potente oferta hotelera, que sigue aumentando, y a que el número de turistas que viajan a la Costa Blanca cada año no para de crecer (con la excepción de la pandemia), Alicante ha perdido posiciones también en el capítulo de pernoctaciones. En este caso, pasa de la sexta posición en 2000 a la séptima en 2019, antes del covid.

Las recetas de Ineca en este escenario, además de reclamar un trato justo en las inversiones públicas para no perder competitividad (por ejemplo en infraestructuras) respecto a otros territorios, son el crecimiento en el tamaño de las empresas (actualmente, con 8,37 empleados de media), que permitiría incrementar el PIB provincial un 8% simplemente con un trabajador más de media, y subir a la posición 31ª en PIB per cápita; potenciar el sector industrial y modernizar el turismo y la agricultura. Pero probablemente, primero habrá que hacer frente a una inflación desbocada, cuyas consecuencias son aún imprevisibles pero empezarán a sentirse (según la mayoría de analistas) en septiembre, y que tampoco se contemplaba en los informes prospectivos elaborados a comienzos de siglo sobre cómo sería Alicante en 2020.

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