ALICANTE. Hace ya muchos años que El Barrio de Alicante, el fragmento del casco histórico entre la Rambla y las plazas de San Cristóbal, El Carmen y la Santísima Faz, perdió el apellido geográfico que buscaba definir más la mercancía que transitaba por sus callejuelas que la nacionalidad de sus transeúntes. Sin embargo, la oferta comercial venía a ser la misma que cuando El Barrio era 'el barrio chino', apenas refinada: un ocio nocturno enfocado a un segmento de población muy concreto.
Botellón en las esquinas, basura en las calles, garrafón en los locales más populares (muchos no habrían pasado una inspección de Sanidad) ubicados en los bajos de edificios vacíos, drogas blandas y duras, ruido y quejas vecinales. El ocio nocturno sigue presente como a principios de siglo, aunque poco a poco ha ido evolucionando hacia un modelo más 'elevado' y respetuoso con los vecinos. Pero ha sucedido algo más: la oferta ha comenzado a transformarse de forma evidente desde los cubatas low cost de principios de la pasada década hacia las elaboradas tapas de los gastrobares de moda.
Si en el primer paso fue determinante el cambio en las normativas municipales y un mayor celo en cuanto al control de horarios, música y terrazas, para el segundo ha sido clave la iniciativa privada. Edificios deteriorados y semiabandonados han ido dando paso a bloques de coquetos apartamentos turísticos que se rifan los turistas nórdicos; palacetes en desuso han renacido como hoteles con encanto; vuelven a abrir comercios tradicionales como tiendas de moda o de complementos... y los antiguos 'antros' han dado paso a restaurantes que ofrecen alta cocina a precios medios.
Uno de los artífices de esta última transformación es el grupo 4 ever, liderado por Guillermo Guarc y César Menéndez. Cuatro amigos que vienen del mundo de la hostelería y que hace dos años decidieron dar el paso desde empleados a empresarios. Y que para ello apostaron por el Barrio, concretamente en el cruce entre la calle San Nicolás, a espaldas de la Concatedral, y las calles San Pascual y Montegón. "El Barrio está cambiando", asegura Guarc sentado tras una mesa de su primer local, el San Telmo. "Se está convirtiendo en otra cosa, y gran parte de la responsabilidad es de la moda del alquiler vacacional", explica. "Mira, en esa esquina van a hacer un hotel de cinco estrellas, ahí abajo otro, y más allá van a abrir apartamentos turísticos", va indicando con la mano.
En la misma calle San Nicolás, dos 'antros' clásicos han dado paso al propio San Telmo (antes Casa Moisés) y la gastrotaberna Valpuesta (antes conocida como Supporters, un pub de ambiente punk). "Cuando vine a ver el local, había un punki en la puerta fumándose un porro y su perro no me dejaba pasar, hasta que el tipo le dijo: 'Rajoy, deja pasar a este señor'", cuenta riendo Guarc. "Fue como una señal, imagínate, un perro punki que respondía por Rajoy... llamé a mis socios y les dije que nos teníamos que quedar este local".
Ese local es ahora la punta de lanza de 4 ever, el que marca la filosofía del grupo y el ánimo de atraer y fidelizar a otro tipo de público. San Telmo es pequeño, tiene pocas mesas y una cocina que no cierra. "No le metemos prisa al cliente; si alguien se va a las 2 de la mañana, ya te daré dos días libres, pero te quedas con él hasta que se vaya". El gastrobar abrió a finales de 2017. "Yo soy maestro de chicos con autismo", confiesa Guarc, "pero entré en la hostelería para pagarme la carrera y ya no la dejé". Trabajó como maitre en Fortuny, propiedad de Javier Merino y Mar Flores, el Goizeko Wellington, y el Maestral. Y de ahí, a transformar el Barrio.
"A ver, nos metimos aquí porque vimos que la cosa estaba cambiando y que había un público desatendido. En febrero vienen finlandeses, en marzo holandeses, en abril noruegos..." Atienden a 40 extranjeros por noche y facturan más en verano que durante el año. "Esta zona está cambiando el paso más rápido de lo que la gente cree, quedan pocos alquileres de larga duración". Y ellos lo han aprovechado: ya tienen cuatro locales y piensan en seguir creciendo. San Telmo, El Hábito (una gastrobarra con 200 referencias de vino donde se puede beber un Pago Carraovejas por copa), La Puerta Negra y, en breve, una coctelería.
Su segundo local era antes una pizzería por porciones, para llenar el estómago de los clientes hambrientos de los pubs cercanos. Ahora la mayoría de clientes varones llevan corbata. Un poco más allá, el Sambala se está transformando en La Puerta Negra, un local con música jazz en directo para ofrecer otro estilo de "tardeo" a los comensales de los dos anteriores. "Cuando empezamos a limpiar había hasta preservativos en el suelo", rememora Guarc. En cuanto termine la reforma y abra, ofrecerá cócteles y espumosos de primeras marcas. Y buena música.
La calle San Nicolás es solo una de las que se ha remozado. Claro que aún se puede entrar a un garito con música de los ochenta, y sobreviven locales con alma como el Coscorrón. Pero, al igual que El Carmen en València, El Barrio alicantino ofrece cada vez más experiencias para el paladar y menos para el hígado. Guarc, convencido de apostar sobre seguro, se muestra convencido de que en unos años (no demasiados), las calles retorcidas a los pies de Santa Cruz tendrán poco que ver con su pasado inmediato. Del 'garrafón' a los aprendices de la primera estrella Michelín que tuvo Alicante, la transformación es evidente.