Si uno analiza, con anterioridad, cómo iba a ser la adjudicación el proceso de descentralización de las sedes estatales iniciado por el Gobierno, con la Agencia Espacial y la Agencia para la Inteligencia Artificial (Aesia), podría imaginarse que es como en cuadro de rivales para un mundial. Si vamos por este lado, nos tocará este rival; si vamos por este otro, este. A priori, cuando se presentaron todas las candidaturas, en el seno de la Conselleria de Innovación veían que el rival era Granada: apuesta fuerte, alcaldía socialista, etc. La diferencia respecto a un mundial es que aquí el cuadro no los ves hasta que se ha resuelto la ecuación. Y el resultado es que la tapada era la ciudad de A Coruña, que ha emergido como un verdadero outsider muy sólido y preparado, al menos visto desde esta parte del Mediterráneo, y se ha impuesto, en la prórroga y sin llegar a los penaltis.
Si uno analiza la resolución de la comisión de evaluación, podrá ver que en la victoria de A Coruña hay muchas de las demandas del empresario de la provincia de Alicante y parte de la Comunitat Valenciana. Y no solo las reivindicaciones públicas, también las privadas. Tenemos (guste más o menos) un tejido empresarial de micropymes, hemos generado empleo digital con y tras la pandemia, casi más por necesidad que por convicción y además nos han planteado un plan de ayudas de movilidad para atraer talento del que aquí nadie se había dado cuenta.
Si creemos en los hechos objetivos de la decisión por las que el Gobierno se ha decantado por A Coruña, las razones están claras en la resolución publicada en el BOE: conglomerado empresarial detrás de la candidatura con firmas como Inditex o Abanca; proyecto interregional aeroportuario; empuje del empleo digital desde hace tiempo y un elemento más singular, un plan de ayudas para hacer más atractiva la movilidad y captación de talento por parte del administración municipal.
En el resto de las características, la igualdad con Alicante era muy similar a A Coruña, pero sí que es verdad que la oferta gallega tenía singularidades muy potentes, y que quizás los impulsores de la candidatura de Alicante no habían reparado en ella.
Pero sobre todo, lo que demuestra la victoria de A Coruña es que posiblemente no eran del todo mejores que Alicante, pero sí que llevan trabajando más tiempo y que de esa labor se benefician o forman parte las empresas tractoras, como Inditex o Abanca, por citar dos ejemplos.
No es una ninguna novedad esto en Alicante. Cuando en su día César Sánchez y Carlos Castillo en la Diputación de Alicante, y Perfecto Palacio en Ineca, empujaban por el proyecto de la Zona Franca, el primer aviso es que no había empresa tractora que se beneficiara o tirara del proyecto, como sí existe en Barcelona o Vigo.
Es decir no tenemos un gigante empresarial que se precie. Y solo con la pandemia y con el arranque del Distrito Digital hemos comenzado a conocer de verdad la importancia de digitalizar empresas y poner en valor en talento. Por desgracia, en esta provincia, se le presta más atención a los estornudos del turismo o de la agricultura, que a la pujanza de la industria y sobre todo a aquellos que ha hecho las cosas bien, y, sin estar en foros mediáticos ni ser empresarios de cabecera de nadie, tienen compañías sólidas y con diversificación de mercados, ajenos o menos fluctuantes a cualquier crisis exterior.
En resumen, si nos ceñimos a los papeles, Alicante presentó una buena candidatura, pero A Coruña nos ha ganado con razones de peso, y algunas de ellas sorprendentes y que no figuraban en el ranking de favoritos. Y que a su vez esta decisión ha desnudado algunas de las debilidades de la provincia de Alicante, denunciadas o puestas en evidencia por las organizaciones empresariales. Ya lo dijo Javier Reina en la presentación del Anuario de Alicante Plaza el año pasado. El tamaño importa, y seguro que ha valido y mucho para que el Gobierno también se decantara por Sevilla en la cuestión aeroespacial, pese a la buena oferta de Elche, planteada -y de ahí su éxito- desde el ayuntamiento, sin más ayuda externa que el aliento del Consell.
Ahora bien, si creemos que la decisión ha sido política, que ha sido el dedo de Pedro Sánchez quien nos ha vilipendiado una vez más, pues entonces, como dice Joan Borja, somo unos ingenuos. Seguimos sin pintar nada, pese a que haya razones objetivas de la derrota. Porque de verdad era una buena oportunidad para tapar los agravios. No para solucionarlos. Nos hubiéramos conformado con una oficina de 10 funcionarios y una marca. Eso sí, seguiríamos sin la inversión correspondiente pero con una oficina con cartel en el Puerto de Alicante.
Si quieren pensar en otras teorías conspirativas, también podemos detenernos en la compensación territorial. ¿Dos agencias en el sur de España? Quizás mejor una en el este y el oeste; o una en el sur y otra en el norte, como finalmente ha sido. Los enfadados han sido los mismos.