ELCHE. Hablar de Misteri d'Elx, palmeral o Dama de Elche es hablar de los principales símbolos culturales y tradicionales del municipio. Señas de identidad y elementos distinguibles que todo el mundo reconoce. Hegemónicos. Sin embargo, bajo la alargada sombra que proyectan, hay otro relato 'alternativo', no excluyente (sino necesariamente complementario) de lo anterior, pero con otras funciones y proyecciones al exterior y que operan en otros ámbitos. Este pasado fin de semana se expresaron varios de ellos de forma escalonada: Niño de Elche, Chema García Ibarra y Leonor Díaz o una jam que rescató el espíritu de los inicios del Hip Hop de la ciudad hace treinta años.
Unas miradas diferentes y con distintas proyecciones que empezaron este pasado viernes con el Festival Fronteras, que por primera vez aterrizó en Elche y que ofreció, entre otras, una charla con el director del mismo, Jesús Ruiz Mantilla, y el propio Niño de Elche; quizá el más conocido de estas tres recientes manifestaciones, y que por otra parte no son nuevas. Una charla donde Francisco Contreras, 'Paco' o 'Francis', dependiendo de dónde le conozcan, mostró esa definición de molécula reactiva que mencionaba hace años Eduard Aguilar en la revista Plaza.
Es la condición de 'ex' que él mismo menciona para definir su esencia artística y que explica su trayectoria, sabedor de cómo funcionan los estilos —musicales en este caso—; conocer su fisonomía permite saber cuáles son sus grietas por las que colarse para romperlos o hacerlos avanzar. Como decía, "no hay tradición sin traición". Estar cerca del canon permite saber cómo estirarlo hacia nuevos límites. En su caso, del flamenco, pero aplicable a otros géneros musicales o incluso artísticos en general. Una concepción que le han granjeado las ya célebres críticas del mundo ortodoxo flamenco, aunque definirle solo como tal es reducir su perspectiva artística: de inspirarse en Miguel Hernández o Val del Omar a colaboraciones con Los Planetas, David Cordero, o Israel Galvan muestran esa ruptura de etiquetas y una constante visión de explorar nuevas sonoridades.
Del Niño de Elche saetero al que interpretó en el Gran Teatro 'La exclusión (Sony, 2021)' —más experimental, y que hizo que algunos salieran antes de hora al no esperarse la propuesta— en 2022 hay un mundo. No era el mismo, ni es el mismo ahora, ni seguramente lo será en el futuro. Una visión cosmopolita, incómoda para algunos por sus posicionamientos —desplazamientos, que él llama— sonoros, y que quedó patente el pasado viernes, donde también repasó algunos referentes literarios y las contradicciones, como Lorca sin ir más lejos. Ha estado ahora presentando 'Poeta en Nueva York', acompañado de otros exploradores del sonido como Enrique del Castillo y su umbráfono. Muchas capas y una perspectiva artística holística.
Si Contreras ya atesora una reconocida trayectoria artística, al día siguiente, el sábado, tenía lugar otra propuesta diametralmente opuesta por esa proyección: una jam de Hip Hop. Una manifestación de esa subcultura que siempre ha estado a la sombra en la ciudad, o al menos en un muy segundo plano en Elche. Un encuentro en el Bar Anita, provocado por Victrix Illice, un proyecto que tiene como objetivo recuperar un valioso archivo del grafiti en Elche y que tiene detrás a Dems y Rten One. Una jam que reunió a los MCs y raperos de hace treinta años, y donde en el mismo Bar Anita empezaban a organizar las propias jam, peleas de gallos o break dance con el M-90 Club.
La excusa, además, presentar un nuevo número del fanzine Tóxico por Inhalación, treinta años después del último. Reuniones varias décadas después para ensalzar manifestaciones artísticas que no han desaparecido, y que siguen alimentándose en la esfera underground, pero que juntó a varios de aquellos protagonistas. Hoy, al menos a través de las redes sociales, proyectos como el de Victrix, centrado en el grafiti, muchas veces polémico e incomprendido según dónde se pregunte. Toda una subcultura que tuvo en los Porno Stars su máximo exponente, hoy muchos de ellos aún en activo como muralistas y/o sin dejar de lado el trazo en la pared (Dems, Rosh, Rois, Fons...). Una pasado que sigue presente aunque la disciplina pueda variar. Precisamente hace unos días cumplía 6 años el espacio de creación de Demsky, Neofvtvro.
Por último, el domingo, en Versión Española de La 2, llegaba la proyección con posterior debate de Espíritu Sagrado (2021), el primer largometraje de Chema García Ibarra después de numerosos premios y reconocimientos por sus cortometrajes a nivel nacional internacional. Paso a paso hasta su debut en largo con una película de varias capas donde nada es lo que parece y donde construye una fascinante historia retorcida trufada de todo tipo de cameos locales. Muchos easter eggs para el público ilicitano, desde situaciones mundanas en el Cementerio Nuevo, hasta las míticas mochilas de la extinta CAM, Cantó, una palometa, una botella de Cantueso Oro, zapatillas Paredes, una coca salà...
Los mitos del día a día. Y con algún guiño al busto íbero, porque invocando a Niño de Elche, el canon es el canon, y para romperlo, una película que parece una cosa y acaba siendo otra. Además de contar con actores no profesionales. Una película que sin obtener todos los reconocimientos que sí lograron sus cortos —se hizo con el Premio Feroz a Mejor Película—, sí recibió muy buena acogida y críticas, y de ahí también la presencia de este domingo en Versión Española, tanto de García Ibarra, como de su compañera Leonor Díaz, directora de arte, y el protagonista (no profesional) Nacho Fernández.
Precisamente Díaz se encargaba de ir sembrando esos easter eggs locales, cotidianos y una película en la que también y sobre todo el medio es el mensaje, grabada principalmente en Elche y en menor medida en Crevillent con su rincón 'rojo'. Un homenaje a las aparadoras, incluso con integrantes de su asociación, con la aparición de la clásica máquina Jeffrey; un recorrido por la ciudad industrial, por Carrús y parte de su arquitectura brutalista —parte de la obra de Antonio Serrano Bru, presente en ella y en cortos previos—, por el pequeño comercio y la naturalidad de los bares de barrio o gente normal en la que reconocerse. Otro cine que ya tiene en el país a varios directores, y por el que García Ibarra lleva apostando tiempo desde sus cortos. Dejó un spoiler de su próxima película: un grupo de Black Metal que va a hacerse fotos en el bosque y se pierde. Es gracioso porque es verdad, como decía algún personaje conocido, y que ya apunta a ese giro de tuerca o claves inesperadas del director ilicitano.
En definitiva, diferentes miradas y modernas, cuando no vanguardísticas, que parten desde Elche y que van más allá de los habituales ídolos de los que a veces parece que no se sale. Mientras que ese triplete mencionado al principio cumple su rol de cohesión y de construcción de identidad local, estas otras narrativas van haciéndose más grandes o luchan por su reconocimiento. Involuntaria o colateralmente, proponiendo aperturas de miras en la ciudad que van más allá de esos ídolos tradicionales, casi sagrados sobre los que no cabe enmienda —y de los que grandes expertos optan por no tocar—. Aunque propuestas más jóvenes y desde fuera como la de La María se atreven a hacer reinterpretaciones con ese elemento más sagrado del municipio.
Propuestas que alargan la mirada y que en estos casos vienen además de una misma generación. El viernes, más, desde los márgenes, con el colectivo La Carretilla organizando el doblete de Los Manises con Aniquiladora. Con póster también de marca ilicitana, de Realmente Bravo, y que también hizo, entre otros, el artwork del single de Niño de Elche con C. Tangana. En Elche pasan (otras) cosas.