ELCHE. Otro año que se acaba. Momento de hacer los balances y repasos de última hora, como siempre. Un 2018 intenso a muchos niveles en todo lo relacionado con la ciudad, con mucho que mejorar, con artistas y gentes que destacar, y con algunas pérdidas que lamentar. Con todo, doce meses en los que se ha podido ver también el potencial que tiene la ciudad a nivel patrimonial, un tema candente en los últimos tiempos, pero por otros motivos. Elche, como tantas otras ciudades, entra en este 2019 con la mirada puesta en las elecciones de mayo, con un pack de medidas que llegarán por parte de muchos, algunas que no se harán, otras que nunca se han hecho, y alguna que puede que se cumpla. Se verá. En cualquier caso, aquí va un resumen de algunas manifestaciones artísticas o relacionadas con la cultura que han tenido lugar.
A nivel musical, hace unos días nuestro compañero Eduard hablaba de algunos proyectos musicales que han tenido lugar de artistas ilicitanos, como el de Nacho Casado de la Familia del Árbol, con el aire de la bossanova en Verão. Días después también ponía de relieve el trabajo que está preparando Tanaka, rapera que lleva tiempo en el mundo del hip hop pero que sobre todo se ha dado a conocer a nivel local de una forma más mediática en los últimos tiempos con su protagonismo en eventos varios. O el nuevo EP de Passapogas Hammond Quartet, como siempre, a mitad de camino entre la estética mod y el jazz. No han sido, obviamente, los únicos ilicitanos que han estado en el estudio durante 2018. Del extinto proyecto de garage conocido como Morenas, el ilicitano Víctor Ávila ha vuelto a sacar material junto a José Pazos de Futuro Terror con Brigada, otro puñetazo de mecha rápida garagera y punk que ha publicado otro EP este año, Demo 2.
Eso sí, una vez más, mención especial a Francisco Contreras, Niño de Elche, o Paco o Francis, dependiendo de cómo lo conocieras ya en la ciudad, que ha vuelto a dejar con el culo torcido al personal. Con Antología del Cante Heterodoxo (Sony, 2018), el ilicitano ha provocado a bastante parte de la parroquia flamenca a través de una multinacional, con un disco que a pesar de lo que diga el título, tiene partes que no son precisamente heterodoxas. Otras sí, obviamente, con fandangos cubistas de Pepe Marchena, que no es que fueran muy bien recibidas por parte de los críticos puristas en la Bienal sevillana. Sin embargo, a lo largo de todo el disco, con reminiscencias políticas, replanteamientos musicales que él enfoca desde el flamenco como herramienta disruptora y no estanca, hay verdaderas perlas dedicadas a personajes emblemáticos del flamenco como Juan Mairena o Lola Flores. Más o menos provocador —según quién lo mire—, su forma de incomodar o no cerrarse a ningún estilo, le hacen un ser indispensable del panorama musical actual. Estará, por cierto, el 11 de mayo cerrando la gira del disco en el Gran Teatre, ahora que ya ha dejado de ser ex (en Elche). Al menos en parte.
Precisamente Molina ha colaborado no sólo con gente como Los Planetas, también con C. Tangana, con quien ha aparecido este año en Operación Triunfo presentando ‘Un Veneno’, un tema entre el bolero y la rumba catalana, volviendo a trolear al personal. Un lanzamiento que tiene algo más de ilicitano más allá de Niño de Elche. La magnífica portada, con ese aire de estar por casa, y con la pegatina de ‘500 ptas’, es también de sello ilicitano, diseñada por Realmente Bravo, estudio de diseño de Paula y Víctor, a quien se conocerá más por formar parte de Los Manises. Una conexión ilicitana que no es casual, más allá del paisanismo, Los Manises ya han actuado junto a Tangana all over the world (Barcelona).
Y sí, a nivel musical han pasado más cosas en Elche, han pasado conciertazos como los de Kokoshca y alguna gente más por L’Escorxador, además de gran teatro o danza. Sin embargo, sigue siendo un espacio infraexplotado para todo lo que puede ofrecer por el potencial local y de alrededores. Pero también, y no en menor razón, por las infraestructuras de las que dispone, a nivel externo e interno, que permitirían algún festival o evento ambicioso musical y cultural, puesto que salvo Las Cigarreras, proyecto nacido posteriormente en Alicante bajo el mismo modelo ilicitano, apenas hay instalaciones similares alrededor, lo que permitiría generar intervenciones o festivales de mayor calado de los que se han hecho en los últimos tiempos, devolviendo al espacio a la referencialidad de la que gozaba hace algo más de siete u ocho años, cuando había un proyecto cultural de ciudad e integral para la propia infraestructura, sin tener que recurrir siquiera tanto a promotores ajenos —que por otra parte tienen algo de culpa de parte de la programación musical más interesante de la legislatura, asumida como municipal—, algo que también permitía la propia época de vacas gordas de hace una década.
No obstante, es necesario mencionar que al fin se ha empezado a trabajar de forma más asidua con la terraza del espacio, muy explotable para eventos culturales, algo que se vio este mismo 2018 con el evento veraniego del Meed Festival, así como el aumento de las residencias de grupos de danza o teatro que allí trabajan, aunque sigue sin conocerse mucho, como otras actividades. La difusión en materia cultural sigue siendo un talón de Aquiles. En cualquier caso, la ciudad puede aspirar a más, a proyectos culturales y artísticos de diferente calado, pero para ello es necesario reactivar mecanismos como el Consejo Local de Cultura, que sólo se reunió en abril de 2018, para recoger propuestas de diferentes colectivos y/o agentes que intervienen en este ámbito.
Eso evitaría también que para casos como el décimo aniversario de todo un espacio como L’Escorxador, se recurriese a conciertos en acústico con grupos de poco interés hoy o a actuaciones del mismo corte que en gran parte del año han caracterizado este espacio —con más actividad que la infrautilizada La Llotja—, sólo destinados a un tipo de público, y que se quedan cortas para las aspiraciones que debería tener la ciudad y el espacio. Uno de los planos que mejorar, sin duda. Necesarios para complementar festivales clónicos que hay por toda la provincia y alrededores como Elche Live Music Festival.
En el plano precisamente de colectivos que van por su cuenta y siempre presentan interesantes propuestas y/o explicaciones, hay que destacar una vez más La Rella, el anuario de l’Institut d’Estudis Comarcals del Baix Vinalopó, un libro siempre de interesantísimo contenido científico al que acudir para conocer aspectos que quizá no están tan asumidos dentro de la población ilicitana y de alrededores. En el número de 2018 se pueden encontrar una etnografía del Camp d’Elx, de la tradición del 1 de mayo en Crevillente, de la fundación de Nova Tabarca, del histórico colectivo ilicitano de pintura crítica Esbart Zero o de la ermita de Sant Sebastià, uno de tantos elementos patrimoniales con los que cuenta la ciudad.
Precisamente, para poner en valor todo el potencial patrimonial ilicitano, es de admirar la labor que hace Josué Cerdán con su proyecto Elche Singular, que durante todo el año, el último sábado de cada mes se ha dedicado a organizar charlas y visitas guiadas para conocer estos elementos de la cultura y el patrimonio local, cubriendo un hueco que debería cubrir de forma natural el Consistorio, ya fuera mediante Cultura o Visitelche. Desde el valor de la Acequia Mayor del Pantano, parte del Patrimonio de la Humanidad del Palmeral y en un estado deficiente en algunos tramos, hasta la última charla sobre La Calahorra, en la que puede que muchos desconozcan que hay cuadros de Joaquín Sorolla y sus últimos dueños antes de la Generalitat, los Tormo, dejaron en contenedores todo lo que había en su interior. Suerte que por parte del Museo de Pusol algunos de los elementos fueron recuperados y puestos en valor. Mediante sus charlas se han podido conocer durante este año los principales enclaves de la Vila Murada, la parte del casco histórico local, primero árabe y luego cristiano, y su historia y desarrollo. En 2019 seguirá, eso sí, con actos más espaciados en el tiempo y trabajando para tener folletos propios.
Por último, y sobre ese patrimonio cultural que pueden representar proyectos como Elche Singular o La Rella, la ciudad ha perdido en este último tramo de año a uno de sus principales baluartes de la cultura local, Ángel Alfosea. Un duro golpe tan repentino e inesperado como el de Manolo Macià hace unos años. Precisamente, sobre esa cultura popular, Alfosea emprendió un proyecto fundamental para la historia y las tradiciones ilicitanas, recuperar, grabar e interpretar en los barrios. ‘Cançons Populars d´Elx’, dicho de otra forma, les cançonetes de fil i cotó. Canciones populares que describen y han descrito toda una vida, con sus, aunque sea redundante, tradiciones populares ilicitanas. La llegada de las fiestas, del fin de semana después de cobrar en la fábrica de calzado; canciones contra el patrón entonadas por el huelguista hacia el esquirol en el sector; versos sobre las fiestas de agosto y el sopar de cabaset…
Tradición, cultura y clase. Alfosea no sólo rescató toda esa identidad ilicitana. Más allá de ‘Elche Distrito Federal’, era esa persona con la que contar a la hora de montar un bolo, fuera para conseguir material de sonido o para que se pusiera con la mesa en conciertos en el Raval, el Bailongo o cualquier otra sala. Gente que ha dejado huella y un gran vacío, y que han caracterizado un 2018 triste a su manera por él, pero la mejor manera de hacerle homenaje es no dejar que decaiga ese espíritu popular. Valgan estas palabras para hablar y saldar la cuenta, aunque sea de forma insuficiente, sobre la labor realizada con ese proyecto vertebrador de canciones locales. Mucho más que el que pueda conseguir un medio de comunicación.