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La fuerza (y lección vital) de Kokoshca: dejarse la piel en cada minuto como si fuera el último

23/04/2018 - 

ELCHE. Se esperaban más. Al menos esa era la impresión desde el público asistente, con la esperanza que un concierto de una banda como los pamplonicas Kokoshca, forajidos en algún lugar entre el pop independiente, el garage y un marcado espíritu punk y r’n’r, fuera capaz de resucitar a ese nutrido grupo de seguidores de estos conciertos que existió hace algunos años. Pero esto es Elche, la difusión de estos eventos es escasa y siempre hay algún solape. La misma situación que hace un par de años con Triángulo de Amor Bizarro, sobre 30 personas. Pero poco los importó a los navarros, que incluso no se sabe si bromeando, se esperaban menos. El inexplorado sur tiene estas cosas.

Lo mismo da 8 que 80 (u 800)

Sin embargo, poco importa eso cuando la actitud es la misma, hayan delante 3 o 300. En un concierto en una sala de butacas, sentados, insólito para un grupo como Kokoshca, se comportaron igualmente, como si fuera el último concierto de sus vidas. Y eso teniendo en cuenta que el propio público, sentado enfrente y en la oscuridad, podía ser una cosa bastante fría, aunque cada uno llevara la procesión por su cuerpo; agitando la cabeza o pegando pequeñas patadas y puñetazos a la butaca cuando sonaban himnos generacionales —de mayor o menor impacto, pero himnos— como ‘La Fuerza’. Uno de esos pequeños regalazos que dejan en cada disco y que sonó inesperadamente en medio de un set que iba a ser tranquilito y acabó siendo más acelerado.

Y accidentado, problemas con el bombo de la batería, aunque fue buen pretexto para escuchar mientras se arreglaba el asunto futuribles canciones. Antes de la fuerza, sonaron temas áridos como el ‘Serengueti’, de su último disco, así como los arañazos garageros de ‘Mi Consentido’ o ‘RBU’ y esas guitarras con olor a Pixies. Un concierto, además, en la mejor sala de la ciudad a nivel acústico, son un sonido diáfano en el que los cuatro pudieron lucirse, tanto en un nítido bajo acompasado con la batería, como a los excelentes duetos vocales chico-chica marca de la casa, preparados para derretir al más viril motero del infierno. Una maquinaria engrasada que se tornaba más experimental en temas como ‘Prefiero Golpes’, que pasaba por un filtro puramente rockanrollero la deliciosa ‘Directo a Tu Corazón’; en la que el cantante casi se queda sin cuerdas vocales, poseído en los instantes finales, y que se balanceaba tranquilamente en la loureediana Jon y Yo’.

Eso sí, mención especial para obuses distorsionados y con memoria para ese hit que es ‘Yo Nací’. Una muestra, a su vez, del excelente repertorio lírico del que hacen gala. Entre tanta efusividad y tanta distorsión, con momentos de éxtasis con el guitarrista aporreando también la batería, llegó el final del concierto. Y escuchar temas como ‘No Volveré’ son difíciles de escuchar con el trasero pegado a la butaca, así que hubo una pequeña invasión del escenario. Había que devolver su actitud contagiosa, dejándose la piel y disfrutando, como si fuese el concierto de sus vidas. Seguramente lo será en cada uno de los que tocan. Es su pequeña lección vital.


Aprovechando el espacio que hay entre el grupo y las gradas de las butacas, la escasa treintena de asistentes se pusieron frente al grupo para disfrutar en petit comité de ‘Mi Chica Preferida’ con ese goloso final. La guinda, eso sí, fue la versión de ‘Ellos Dicen Mierda’ de La Polla Récords que hicieron para la Fundación Robo. Pasando el micrófono entre el público y estirando la canción, todos abandonamos la sala gritando “ellos dicen mierda, nosotros amén”. Es lo que tiene el punk, a menudo llueve. A la próxima asamblea y okupación.


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