ALICANTE. Los grandes festivales de música se han convertido en fechas subrayadas en las agendas, donde cada edición añade novedades que traspasan la propia experiencia musical, en esa línea de ser un evento multitodo. "Los macrofestivales seguirán creciendo, porque hay mucha gente que se incorpora a ellos y porque publicitariamente estamos sometidos a un bombardeo constante que nos hace creer que si no vamos a macrofestivales no somos nadie", ha asegurado Nando Cruz, periodista y escritor, que ha descorchado la 5ª edición del M Fest, organizado por Fundación Mediterránea. El último libro del autor se titula Macro Festivales. El agujero negro de la música, y es por ello que a su convicción de que los grandes festivales seguirán creciendo, añade: "Pero también habrá gente que irá a buscar espacios más disfrutables y pequeños".
- En tu nuevo libro pones el foco sobre los grandes festivales dentro de la industria musical. ¿De qué manera son los macrofestivales el agujero negro de la música?
- Los macrofestivales son agujeros negros porque su fuerza magnética atrae y consume un montón de energía que circula alrededor, como pasa en el espacio. Cuando hablo de energía me refiero a recursos públicos (subvenciones), recursos privados (dinero que aportan los patrocinadores y que no va a otros eventos musicales), a que absorben cantidades ingentes de público, así como de bandas y artistas... La idea de concentrarlo todo en este macrofestival distorsiona el entorno y hace que algunos eventos que pueda haber alrededor -festivales medianos o salas pequeñas- acaben siendo engullidos por esa fuerza magnética que generan los grandes festivales.
- ¿Son sostenibles los macrofestivales?
- Los macrofestivales son insostenibles por definición. Los estudios para intentar minimizar su impacto medioambiental demuestran que el 75% de la huella de CO2 la genera el público con sus desplazamientos. Con lo cual, cualquier evento que base su éxito en la idea de que la gente se desplace hasta ese recinto es insostenible medioambientalmente, por mucho que el festival aplique medidas de contención o de reducción de residuos. Una sala de conciertos o un concierto en un pabellón son mucho más sostenibles que un macrofestival, el cual solo es rentable si llega gente de muchísimos puntos de la península e, incluso, del ámbito internacional.
Además de la medioambiental, también hay otros tipos de sostenibilidad. La cultural, porque un macrofestival puede hacer insostenible el tejido cultural de la ciudad en el que se celebra al trabajar activamente para captar él mismo toda la música. Un festival es insostenible laboralmente si está pagando una miseria a los trabajadores y los está precarizando. Y también en la financiación, pues intenta obtener los máximos beneficios económicos a través de subvenciones, haciendo que ese dinero no pueda llegar a otros eventos culturales.
"Los indies envejecen, pero el modelo de macrofestival tiene que seguir siendo rentable, por lo que se abre a otros géneros".
- No sé si es casualidad, pero los grandes festivales que se vienen a la mente son de indie o de género urbano. ¿Es esta la tendencia de los macrofestivales?
- Durante un par de décadas, el modelo hegemónico de macrofestival ha sido el indie, sobre todo a raíz del éxito que tuvo el FIB, después el Primavera Sound, los años que duró el Summercase... Pero los indies envejecen y el modelo de macrofestival tiene que seguir siendo rentable, con lo cual se ha ampliado a otros géneros. Los hay de música metalera, cada vez más de reggaetón y música urbana y también empieza a haber macrofestivales de artistas mainstream del pop de radiofórmula. Estos últimos se están incorporando porque es la manera que tienen de atraer a público adolescente y joven que se supone que seguirá yendo a macrofestivales durante diez o quince años. En realidad, el macrofestival es el continente; el contenido es irrelevante, da igual que sea de reggaetón, de indie, de tecno o de heavy metal. Lo que yo cuestiono es el modelo, no el tipo de música que suena dentro de él.
- En algunos macrofestivales se están implantando novedades con las que la gente no está contenta, como la comisión que cobran por devolver el dinero sobrante de la pulsera para las consumiciones o el front stage, es decir, pagar más por estar en las primeras filas. ¿Crees que los grandes festivales están introduciendo fórmulas incorrectas?
- Aunque parezca mentira, los macrofestivales no solamente son rentables con la venta de entradas y abonos; un porcentaje muy importante del dinero que ingresan y que hace que les salgan las cuentan proviene de una serie de gastos que el público va asumiendo -principalmente la cerveza-, pero también hay otros mecanismos que vacían los bolsillos del público. Y uno de los más recientes es el invento de la pulsera sin la cual no puedes consumir en el recinto. Al parecer, no es suficiente con tener tarjeta de crédito o dinero en efectivo para pagar en un festival, así que nos han vendido el timo de la pulserita que fomenta el consumo de cerveza, porque los estudios demuestran que los festivales en los que el público lleva estas pulseras cashless consume un 20% más de cerveza que si tuviera que pagar con efectivo o crédito. La pulsera también tiene otra parte de timo: los gastos de gestión cuando quieres que se te devuelva el dinero que te ha sobrado. Son cláusulas que ellos estipulan y nadie supervisa, con lo cual la gente tiene derecho a mosquearse.
Otro asunto que empieza a estilarse es que te cobren dinero por salir del recinto si quieres ir a comprar comida o bebida fuera. Esto tampoco es legal, pero se está haciendo. Y el front stage es otra fórmula para conseguir más dinero. Una vez saben que hay gente dispuesta a pagar por el abono del festival pero que también hay gente dispuesta a pagar más, van creando diferentes secciones o castas dentro del festival para que quienes pagan lo mínimo estén juntos y aborregados y quienes no quieran estar mezclados con la chusma paguen más dinero y el festival ingrese más.
"No tiene sentido que macrofestivales que ya son rentables estén recibiendo muchísimo dinero público"
Algunas de estas prácticas son fraudulentas y producen desafección y molestias al público; otras generan obstáculos entre la música y las personas. Cuando montas una zona para supervips delante del escenario, estás poniendo distancia entre las persona que no la puede pegar y el artista, por lo que el disfrute del concierto es más complicado. Para mí, el macrofestival es problemático porque muchas decisiones que toman para ingresar más, dificultan que la gente disfrute intensamente de la música que se está programando.
- En las jornadas TIIM en Benidorm, los promotores de festivales más modestos expusieron las dificultades que tienen para organizar sus eventos. ¿Llegarán a desaparecer estos pequeños festivales y la industria se rendirá ante los de gran formato?
- Espero que no, espero que se encuentre la fórmula para que puedan convivir. Lo que es evidente es que los medianos y pequeños lo tienen todo en contra, porque las administraciones están entregando mucho dinero en forma de subvenciones a eventos muy grandes y, por lo tanto, es dinero que no se redistribuye en propuestas más pequeñas. No tiene sentido que macrofestivales que ya son muy grandes y rentables -y si no lo son, han planteado mal su modelo de negocio- estén recibiendo muchísimo dinero público, el cual debería servir para que la cultura llegue allí donde existen más dificultades. Y, evidentemente, en un macrofestival no existe dificultad, porque están programando a los artistas más grandes y a otros medianos y pequeños, lo que hace que los festivales más modestos se estén quedando sin cabezas de cartel para poder presentar sus programaciones.
En estos dos últimos años, hay un perfil de público que empieza a sentirse un poco harto de estos espacios tan grandes en los que la música no se disfruta en condiciones mínimamente decentes. Por eso, yo creo que va a haber una fuga de público que sigue interesado en la música y sigue disfrutando de la idea de festival como espacio de encuentro y de descubrimiento de artistas, pero que empieza a intuir que debe buscar espacios más pequeños, cómodos y a escala humana. Con lo cual, por un lado los macrofestivales seguirán creciendo, porque hay mucha gente que se incorpora a ellos y porque publicitariamente estamos sometidos a un bombardeo constante que nos hace creer que si no vamos a macrofestivales no somos nadie, pero por otro lado también habrá gente que irá a buscar espacios más disfrutables y pequeños.
"La política cultural de la Comunitat fomenta los grandes festivales, porque van a recibir más dinero"
- En la Comunitat Valenciana ha habido una proliferación brutal de macrofestivales. ¿Es sostenible esta sobreproducción de festivales para el territorio?
- La Comunidad Valenciana es un caso muy interesante dentro del territorio español. En Benicàssim nació el primer macrofestival de la era moderna, el FIB, y a partir de ahí se entendió que los macrofestivales eran un elemento ideal para atraer turismo, por lo que de repente toda la Comunitat se ha convertido en terreno abonado para que aparezcan festivales debajo de las piedras. Muchos de ellos, con una destacada financiación pública. De hecho, la Comunitat tienen esta política de subvenciones que si quieres montar un festival pequeño te dan poco dinero, si quieres montar uno mediano recibes una subvención mediana y si quieres montar uno grande te dan más dinero. Esto es una política cultural -por llamarle de alguna manera- que fomenta los grandes festivales, porque van a recibir más dinero. De este modo, se genera la percepción de que la música en vivo se consume en verano y a granel, en fines de semana de dos o tres días en los que te pones hasta las cejas de artistas y grupos. Pero luego en estas localidades no hay salas de conciertos. Surge así que, por un lado, brotan muchos festivales, pero, por otro, se genera desertización. Benicàssim es el ejemplo máximo: tiene cuatro o cinco macrofestivales, pero si vas en octubre no encuentras un sitio de música en vivo.
De hecho, durante décadas se ha vendido la teoría de que los macrofestivales generan interés por la música en vivo y que esto lleva a que esa gente vaya a salas de conciertos y consuma música de manera regular a lo largo del año, pero no está demostrado en absoluto. Esto debería replantear este modelo de política cultural a las administraciones y reconducirlo, porque ni los grupos se pueden ganar la vida si no encuentran salas donde tocar cuando acaba la temporada festivalera, ni el público puede desarrollar un interés sostenido en el tiempo por la música en vivo si no tiene salas a las que ir a ver a esos grupos.
- ¿Y qué pasará con las citas ya consolidadas como pueden ser el FIB, Arenal Sound, Low Festival, Spring Festival, incluso el Boombastic o el Rocanrola, que suman dos ediciones en Alicante?
- Estos festivales obviamente se van a seguir celebrando porque son exitosos. Debemos tener en cuenta que para que un festival cuadre números, a veces no depende de la cantidad de gente que vaya, sino de la cantidad de dinero que se gasten estas personas, además de que bastantes de los macrofestivales más exitosos de este país ya han sido adquiridos por fondos inversores internacionales, lo que supone inyecciones económicas considerables y la certeza de que esos festivales tienen que seguir funcionando para generar beneficios que vuelvan a esos fondos inversores. Hay más de 30 macrofestivales adquiridos por fondos inversores extranjeros. Por lo tanto, esta rueda va a seguir funcionando, va a seguir enriqueciendo a cada vez menos bolsillos por concentrar negocios en cada vez menos manos. La duda que planteo yo es si todo esto está enriqueciendo culturalmente a este país. Mi respuesta, por ahora, es que no.