El miércoles de esta semana, el Ayuntamiento de Elche hizo público que la Generalitat le había conminado a retirar casi de manera inminente la Cruz del Paseo de Germanías y a cambiar una parte importante del callejero del barrio de Carrús, repleto de referencias del régimen franquista. El Ayuntamiento de Elche ha venido a decir que de momento, no y que si a casa, los cambios se harán de acuerdo con las necesidades administrativas -contrato para retirar la Cruz del Paseo de Germanías- y las ciudadanas. El listado hecho público por la Conselleria de Participación y Calidad Democrática es más extenso: hay referencias a 20 municipios con una cincuentena de referencias franquistas en todos ellos.
En una sociedad ya madura, que lo somos, y totalmente democrática, esos cambios ya estarían hechos y serían respaldados por todos los partidos políticos. Lo que sucede es que, desgraciadamente, todavía no existe esa suficiente madurez para que al menos los grandes partidos hagan la fuerza suficiente para proceder al cambio. Siempre que se ha producido la retirada, o el intento de retirada, de algunos de esos símbolos esculturales, una parte del PP se ha opuesto y ha ido a los tribunales, yVox ha hecho de todo ello una proclama.
Pasó con el callejero de Alicante, y la retirada de algunos nombres de la Dictadura; algo parecido con la Cruz de los Caídos de Callosa de Segura o con la Cruz del Parque Ribalta de Castelló, por citar tres ejemplos. No habido intento de aplicar la ley que no se haya saldado con un litigio judicial, y todo un calvario político sobre todo para los ejecutores de esos cambios.
El alcalde de Elche ha venido a decirle a la Generalitat que no corra tanto. Que está muy bien el listad, pero, como he dicho antes, el ejecutor de esos cambios es el ayuntamiento y su personal, y quién dará la cara son los concejales del terreno, y no el conseller/a de turno que está a 200 kilómetros. Cada cosa a su tiempo, y si puede ser todo después de las elecciones mejor. Y es que un tercer mandato del PSPV al frente del ayuntamiento ilicitano pasa porque el bloque progresista -.PSPV y Compromís- mantengan los 14 concejales, como ahora, que fijan la mayoría absoluta. Todo lo que sea ponerse en menesteres de cambiar nombres de calles y cambiar la Cruz del Paseo de Germanías a prisas y corriendo supone dar munición al contrario, y especialmente, a Vox. En el imaginario político de Elche, los entendidos saben que el cambio de signo político de la Alcaldía sólo se dará si los de Santiago Abascal cosechan un gran resultado; es decir, que duplicaran los escaños que tienen ahora, de dos a cuatro, o a tres y que el PP se plantara con 11 regidores.
Y de ahí que Carlos González ha salido a la palestra a rebajar los impulsos del Gobierno valenciano. Que sí, que tiene razón, que hay que retirar cualquier mención a la Dictadura, pero que hay que hacerlo con un consenso absoluto -que ahora no se da, por diversas circunstancias- y porque el contrincante jugará con los sentimientos de elementos, que sí, que son del pasado, pero que forman parte todavía de la cotidianidad de la vida de los ilicitanos. Y un callejero no es fácil de cambiarlo: además de unanimidad, necesita mucha pedagogía para que el nombre de calles no se convierta un obstáculo para servicios como el de la correspondencia postal o la paquetería. Es decir, que fácil no es.
Y estamos a seis meses de las elecciones municipales, y ante este contexto, hay muchos elementos que entran en juego: la situación económica general, los candidatos y, sobre todo, los errores. En Elche, como en muchas ciudades, las elecciones se juegan a bloques, y además de que tus aliados sumen, la principal máxima no es cometer errores o no dar munición al adversario -la encuesta de mayo de 2022, en otro contexto, apuntaba al escenario que no quiere el PSOE de Elche- .
Y la decisión de Carlos González busca fundamentalmente eso, máxime ahora que tiene un proyecto ilusionante entre manos, como es pugnar por acoger la sede de la Agencia Espacial Española, un hito que al parecer la Generalitat iba a trabajar para que se instalara en el aeropuerto de Castellón, pero que alguien en Elche decidió hacer camino por su lado y al final, el Consell no ha tenido más remedio que sumarse a esa candidatura. Pase lo que pase, una buena maniobra.
Este viernes, se produjo la segunda concentración para reclamar más inversiones en los Presupuestos Generales del Estado para Alicante y mejor financiación para la Comunitat Valenciana. Visto el resultado, mejor hubiera sido hacer una sola concentración unitaria. Y de hacer dos, como se ha hecho, mejor no descalificar a ninguna de las dos, pese a que no ha conseguido el fin que perseguían. Otra cosa, bien diferente, es que alguien se apropiara del primer acto, lo cual le restó credibilidad. Sea como fuere, aquí hay varias conclusiones: no existe ese clamor en la calle -tampoco se lo ponen fácil si las concentraciones se convocan a las 11 de la mañana, de ahí que asistieran fundamentalmente los representantes políticos y agentes sociales liberados- y sin unidad no se va a ningún sitio. Y en este caso, sobre todo, lo que hay es una pugna por el liderazgo empresarial en la provincia de Alicante.