Un gorro y unas gafas le han bastado para cruzar los distintos océanos del globo. Cuando atraviese el estrecho de Cook, se convertirá en el primer español que completa el desafío de los Siete Mares, que incluye además el canal del Norte, el de Molokai, el estrecho de Tsugaru, el canal de la Mancha, el de Santa Catalina y el estrecho de Gibraltar
18/11/2019 -
ALICANTE. De «ir a la boya y vuelvo» a rodear la isla de Manhattan, nadar dieciocho horas por el canal del Molokai o enfrentarse a olas de cuatro metros en el mar del Norte. Una molesta protuberancia —que terminó en hernia de disco— tiene la culpa de que hace nueve años Jorge Crivillés se tirara a la piscina primero y, al poco, decidiera beberse el mar. Ganador de la Triple Corona —el reconocimiento que reciben los nadadores que han conseguido dar la vuelta a nado a la isla de Manhattan, cruzar el californiano canal de Santa Catalina y atravesar el de la Mancha—, este publicista alicantino de 48 años de edad persigue ahora completar el desafío de los Siete Mares o los Siete Océanos, la versión marítima del de las Siete Cumbres.
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Le queda poco para conseguirlo, después de que en octubre lograra cruzar el estrecho de Gibraltar, el sexto de los siete desafíos. No era la primera vez que lo lograba. Y es que precisamente los casi quince kilómetros de mar que separan Europa de África fueron una de las primeras grandes distancias que cubrió a nado. Eso sí, entonces lo hizo junto a muchos de los que ya son sus amigos en el club CR7, mientras que hace unas semanas tuvo que enfrentarse solo a este reto al que estuvieron a punto de poner fin antes de tiempo los gendarmes marroquíes que le salieron al paso en su patrullera a pedirle la documentación.
— ¿Así que la culpa la tuvo el médico?
— Sí, el traumatólogo Rafael Jordá.
— ¿No nadabas antes?
— Salvo una vez que mi madre me llevó a que Luis Asensi me viera cómo nadaba, cuando yo todavía era un niño, no había hecho nunca nada de esto. Yo practiqué kárate durante la adolescencia y después hice algo de deportes al aire libre como bicicleta, running o voleibol, pero natación no.
— No me dejes así, ¿qué dijo Asensi?
— Pues que apuntaba maneras. Precisamente se lo comenté a su hijo no hace mucho. El problema es que entonces era complicado para mí compaginarlo.
— Ahora no sé si tendrás mucho o poco tiempo, pero con esas palizas que te pegas…
— Exige sacrificios, especialmente a nivel personal y familiar, pero nadar se ha convertido en estos años en una parte esencial de mi vida de la que ya no puedo pasar sin ella. No busco marcas, me limito a disfrutar de lo que hago.
— Estos retos tienen un trasfondo solidario, ¿no?
— Sí. No solo es deporte o superación personal, también es solidaridad. Desde el principio, y junto a los compañeros del CR7, he colaborado con la Asociación de Pacientes de Linfoma, Mieloma, Leucemia y Síndromes Mieloproliferativos (AEAL), que vela por los derechos del paciente de cáncer hematológico y le da apoyo a él, pero también a su entorno. Desde hace cuatro años unimos fuerzas también con la Fundación Asisa. Su apoyo, el respaldo de mi empresa, el grupo Takeda, todo ayuda.
— ¿Supongo que te habrás operado de la hernia?
— No (risas).
— Bueno, entonces, que yo me sitúe. Te pones ahí mirando a la bahía y dices: «Me voy a Tabarca, ahora vuelvo». ¿Preparas así estos retos?
— A ver, hay piscina para perfeccionar la técnica y evidentemente mucho mar. Voy al Club Deportivo Stadio para entrenar en su piscina y, luego, pues salgo con la boya al mar. Bien aprovecho los canales de nado que tenemos en la playa de San Juan, y especialmente en la Albufereta y cuya existencia no habremos agradecido suficientemente a Marisa Gayo por mucho que lo hagamos (risas), o bien hago ya tiradas largas, de quince kilómetros, acompañado de mi amigo Rafa Pastor con su kayak.
— Vale, pero ahora vas a Nueva Zelanda, al estrecho de Cook, para completar los Siete Océanos. Allí, en los días previos, ¿cuánto nadas?
— Para esos retos los días previos son relajados, con tandas cortas de tres mil o cuatro mil metros de distancia y piscina, porque necesitas no perder el punto de velocidad.
— ¿Qué estilo empleas?
— Yo nado a crol, pero hay quien ha cruzado el Estrecho o el canal de la Mancha a mariposa.
— Me imagino que cada reto de estos, además de preparación física, requiere una logística, permisos…
— Sí, tanto en la Triple Corona como en los Siete Océanos hay una organización que te gestiona prácticamente todo, se encarga de velar por la seguridad del nadador y, evidentemente, avala que el reto se ha superado cumpliendo las normas establecidas.
— Normas que me imagino que impiden ir subido en la barca…
— Esa también (risas). Solo puedes llevar gorro, gafas y bañador. Ni aletas, ni neopreno…
— Sin neopreno… Mucho frío, ¿no?
— Todo depende de la época del año. El otro día en el Estrecho la temperatura del agua oscilaba entre los 17 y los 21 grados. En Nueva Zelanda iremos a finales de enero pero al ser clima austral estaremos en verano. También nos damos una grasa que al menos durante las dos primeras horas hace que retengas el calor.
— ¿Y protege contra las medusas?
— No, qué va. Las medusas pican igual.
— Te tienes que encontrar con unos bichos de cuidado, ¿no?
— Pues algo me dice que en Nueva Zelanda debe haber algo de eso también…
— Orcas, por ejemplo. Nunca he nadado cerca de una y es algo que me hace especial ilusión.
— Bueno, cada uno tiene sus aficiones…
— (Risas) A ver, yo no pienso nunca en si hay este u otro animal; ataques ha habido alguno pero es muy difícil. Por la noche, en esos sitios por ejemplo, pues no te dejan nadar precisamente por seguridad. A los tiburones les genera curiosidad el verte, pero nada más.
— No vas a contar por cuánto sale cada reto, ¿verdad?
— No (risas).
— Vale. ¿Y algún susto que te hayas llevado?
— Bueno, en el canal del Norte me tuvieron que sacar del agua con hipotermia.
— Las condiciones meteorológicas también afectan. De hecho, tu primer intento en el estrecho de Cook no pudiste realizarlo por un temporal…
— Sí, bueno allí fue el viento. Normalmente con viento de veinte nudos u olas de fuerza de cuatro metros no te dejan salir. Pero no siempre, en Molakai pude seguir nadando y recuerdo que mi amiga Selina Moreno,nadadora madrileña afincada en València que también tiene la Triple Corona, me decía que con esas condiciones en otro sitio me hubiesen sacado del agua.
— Supongo que dependerá del lugar, pero en Manhattan el agua no debía estar muy limpia…
— (Risas) Más bien turbia, pero sin contaminación. Eso sí, exigen que antes te vacunes de un montón de cosas.
— Y por aquí, cuando sales a dar un paseo y vas de Benidorm a Alicante, cruzas de Cabrera a Mallorca, esas cosas que haces para entrenar, o cuando cruzas el Estrecho… ¿Cómo está?
— También hay porquería, pero sí se ve más.
— ¿Qué siente uno?
— Yo tengo la sensación de volar porque ves un azul intenso, como si miraras al cielo.
— Cruzar el Estrecho te llevó unas cuatro horas, el canal del Norte fueron trece… Imagino que puedes parar para alimentarte, ¿no?
— Lo de las horas es variable porque depende mucho de las corrientes. A veces te ayudan a ir más rápido y otras te frenan, pero sí, puedes parar, hidratarte, comer algo. Eso sí, siempre en el agua y nunca agarrado a la embarcación que te acompaña.
— ¿Se pierde mucho peso en estas pruebas?
— Pierdes de tres a cuatro kilos, pero la mayoría es líquido que se repone rápido.
— Y al terminar, ¿te metes en la cama o lo celebras?
— A mí me gusta celebrarlo. Una barbacoa, esas cosas.
Brazadas y más brazadas para luchar contra el cáncer
ALICANTE.- Jorge Crivillés no es el único valenciano que se ha hecho un hueco en el panorama mundial de la natación de ultrafondo. Nacida en 1972 en Madrid pero afincada en València desde hace treinta años, Selina Moreno también puede presumir, entre otros éxitos deportivos, de haber logrado la Triple Corona (atravesar el canal de la Mancha, el de Santa Catalina y rodear la isla de Manhattan).
Nadadora amateur con veinte años, esta valenciana de adopción decide dar el salto a la natación de aguas abiertas a partir de su participación en la travesía del puerto de Gandia, «la corta», puntualiza. Desde la década de los noventa, Selina estira de manera indefinida los 850 metros que implica rodear la escollera del puerto gandiense, pero especialmente a raíz de serle diagnosticado en 2005 un cáncer de mama. Junto al Instituto Valenciano de Oncología (IVO) no solo derrota a la enfermedad, también une en 2007 el sur de Europa con el norte de África, atravesando el estrecho de Gibraltar con el IVO como patrocinador. Además de las pruebas que integran la Triple Corona, Selina ha cubierto, entre otros, el estrecho de la Bocaina —entre las islas de Fuerteventura y Lanzarote—, el canal de Menorca y, en 2014, logra el récord del mundo femenino del estrecho de Beltquerungen: 22 kilómetros de aguas abiertas que separan Alemania de Dinamarca, con una temperatura media de 14,5 grados, que Selina fue capaz de cubrir en 6 horas y 22 minutos. «Todo es nadable, siempre y cuando te prepares», dice esta valiente deportista, muy vinculada al CR7 y al CN de Sueca, siempre dispuesta a dar brazadas contra el cáncer y que sufre la falta de patrocinadores.
Un paso más allá de esa Triple Corona está el desafío de los Siete Océanos, que a punto está de conquistar Jorge Crivillés, convirtiéndose así en el primer español que lo consigue. Nada menos que doscientos kilómetros de nado en aguas abiertas por destacados puntos geográficos de los cinco continentes. El número de nadadores que lo han completado se puede contar con los dedos de las manos: el primero en conseguirlo fue el irlandés Steve Redmond en 2012, a la edad de 47 años. Un año después lo lograba la sueca Anna-Carin Nordin, entonces de 42 años de edad.
El primero de los retos que se incluyen en esta prueba es el cruce del canal del Norte, entre Irlanda y Escocia, de 33,7 kilómetros de distancia. Por otro lado, el cruce del estrecho de Cook, entre la isla Norte y Sur de Nueva Zelanda, que consta de 41,8 kilómetros. En Hawái, el canal de Molokai, entre las islas de Oahu y Molokai cuenta con 41,8 kilómetros de distancia. El de la Mancha, entre Inglaterra y Francia, es de 34 kilómetros. En California, el cruce del canal de Santa Catalina consta de 33,7 kilómetros. Uno de los más intensos es el canal de Tsugaru, entre las islas japonesas de Honshu y Hokkaido, con 19,5 kilómetros de distancia. Y el más próximo, el cruce del estrecho de Gibraltar que separa a Europa de Marruecos, cuenta con catorce kilómetros.
* Lea el artículo completo en el número de noviembre de la revista Plaza
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