La elección de María José Catalá como candidata del PP, la irrupción de Vox en el escenario político y lo ajustado de las sumas de izquierda y derecha, porque ahora las elecciones se ganan en conjunto, auguran una batalla muy interesante por la Alcaldía de València. Una batalla entre izquierda y derecha pero una batalla también en cada bloque ideológico, no vaya a ser que ganemos pero la vara de mando se la quede nuestro compañero de viaje.
Hace tres meses, en Valencia Plaza decidimos invitar a cinco diputados autonómicos, uno de cada grupo, a escribir de lo que quisieran una vez a la semana. Invitación personal, no al partido, a diputados que nos parecían interesantes para nuestros lectores porque suelen decir cosas interesantes. En el caso del PP, escogimos a María José Catalá porque nos parece una de las mejores parlamentarias de les Corts, donde es portavoz adjunta del Grupo Popular.
Una política dura pero noble, aplicada en su tarea, sea esta gobernar, controlar al gobierno –lo que la han sufrido Oltra y Marzà esta legislatura– o ganar unas elecciones, como demostró con 26 años cuando ganó en 2007 la Alcaldía de Torrent con mayoría absoluta después de tres décadas de hegemonía socialista en el Ayuntamiento. A ello suma la experiencia como alcaldesa, consellera de Educación, Cultura y Deporte y portavoz del Consell. Sin duda era la mejor opción, autodescartado González Pons, mucho mejor que Broseta, Fernando de Rosa, Luis Santamaría –muy feo lo de abandonar el terreno de juego cuando la rival va a recoger el trofeo– y el resto de nominados que hemos ido conociendo.
Catalá es la rival que no quería Sandra Gómez. La joven candidata socialista (33 años) esperaba enfrentarse a un trío de señores entre veteranos y muy veteranos: Fernando Giner (54 años), Esteban González Pons (54) y Joan Ribó (71), y ahora con la candidata popular se encuentra a una rival no solo joven (37) sino también mujer.
Por ello, la recibió con un ataque al único punto flaco que parece haberle encontrado de momento, su vecindad torrentina –Catalá se empadronó en València a final de año–, un argumento sin demasiado recorrido a cuatro meses de las elecciones, ya que en València nunca se ha tenido en cuenta ese factor: tuvimos una alcaldesa –socialista– que vivía en L’Eliana, un presidente de la Generalitat de Cartagena con acento murciano y tenemos un alcalde de Manresa.
Temían en la cúpula del PP intoxicada por fuego amigo que Catalá tuviera otro punto flaco, pero no le sirve al PSOE: el blaverismo ultramontano sostiene que es catalanista, como supuestamente demostró en la Conselleria de Educación, Cultura y Deporte. En el equipo de Casado no es que se lo crean, sino que temen que Vox ataque por ahí porque Cataluña va a estar muy presente en la campaña nacional. De ahí que en su presentación la candidata lanzara varias proclamas contra el catalanismo. (El otro día circulaba por las redes sociales la broma sobre cómo serán llamados los seguidores de Catalá: ¿catalanistas?)
No obstante, el rival real de Gómez en estos comicios no es Catalá sino Joan Ribó, igual que el de Catalá no es Gómez o Ribó, sino Fernando Giner. Las últimas encuestas dan un resultado muy ajustado entre los bloques de izquierda y derecha, igual que ocurrió en 2015 cuando Compromís, PSPV y València en Comú sumaron 17 concejales frente a los 16 de PP y Ciudadanos. Pero también ajustado entre Compromís y PSPV por un lado y entre PP y Ciudadanos por el otro.
En este escenario, lo importante para Catalá no es tanto quedar por delante de Ribó o Sandra Gómez, sino por delante de Giner. Y a la inversa. Lo mismo en el bloque de izquierdas, lo importante es quedar delante del futuro compañero de gobierno por lo que la campaña se hará contra el de enfrente pero mirando de reojo al de al lado.
La contienda está abierta, en buena parte, por culpa de Ribó, que no ha aprovechado su preeminencia para ser un alcalde popular, como hizo Rita Barberá en 1991 cuando logró el bastón de mando con la misma precariedad de ediles que Compromís. Ribó no ha pisado la calle. Sí lo han hecho los concejales de Compromís con desigual suerte y demasiadas polémicas –tráfico, cortes de calles, EMT, Fallas, licencias, cultura...–, pero no es lo mismo un concejal que un alcalde. Por ejemplo, marcharse de vacaciones la semana que el Levante puede ascender a Primera es desaprovechar la ocasión de demostrar que aunque el fútbol no te guste y el Levante no te importe, estás en el balcón el día que miles de valencianos van a celebrar algo allí. Ribó ha gobernado para los suyos, que están muy contentos pero no son tantos como votantes tuvo hace cuatro años.
Junto a él y frente a él, Sandra Gómez ha trabajado durante tres años en demostrar que puede ser alcaldesa. Y no lo ha tenido fácil porque, al igual que Catalá, se ha tenido que ganar el puesto cuando buena parte de su partido no confiaba en ella. La gestión de las áreas socialistas del Ayuntamiento ha sido menos controvertida que la de Compromís o la de València en Comú, y problemas como el atasco en la licencias de construcción apenas le pasará factura porque solo afecta directamente a promotores y constructores.
En el otro lado, Fernando Giner también ha desaprovechado la ocasión de erigirse como único rival a tener en cuenta de Ribó con el PP casi desaparecido. Y no porque no se lo haya currado. El problema de Giner es que no entusiasma, según transmiten sus propios compañeros, que consideran que merece estar ahí por su esfuerzo. El viento de cola de Ciudadanos en España le ha situado con posibilidades de lograr la Alcaldía, para lo que será clave la campaña que haga un Albert Rivera reubicado de nuevo hacia el centro derecha.
En todas las cábalas sobre el gobierno de la ciudad hay dos partidos que serán decisivos para inclinar la balanza a uno u otro lado. Podemos parece desinflarse en toda España pero si se presenta en coalición con Esquerra Unida podría mantener los tres ediles que logró València en Comú en 2015. Su cabeza de lista es María Oliver (45 años), que ha defraudado en el área de Vivienda que ha gestionado en esta legislatura.
Es probable que Vox entre en el Consistorio –necesita el 5% de los votos y en 2015 obtuvo el 0,8% cuando nadie los conocía– con un mínimo de dos concejales. Si es así, la victoria del bloque de izquierdas parece complicada, dado que ya no hay dudas sobre los escrúpulos de PP y Cs para pactar con la extrema derecha. Vox aún no tiene candidato/a, pero no serán Sentandreu ni Rita Corbín Barberá, aunque la sobrina de la exalcaldesa es probable que vaya en la lista municipal.
Se habla de que Vox quiere con ello apropiarse del legado de Barberá, que es del PP porque Rita fue alcaldesa durante 24 años con el PP, no con Vox. Otra cosa es que la familia se enfade, con razón, porque quienes la empujaron fuera del partido antes de morirse –Casado, Maroto, Bonig, Catalá...– la reivindiquen ahora.