OLGA DIEGO PARTICIPA EN EL TREASURE HILL LIGHT FESTIVAL DE TAIPEI CON SU JARDÍN AUTÓMATA

“Empecé a trabajar con los plásticos para volar, luego vino el tema del reciclaje”

23/04/2019 - 

ALICANTE. Después de tres semanas coordinando la exposición de Jardín Autómata en el Treasure Hill Light Festival de Taipei, bajo el título de Olga Diego. Una terra de felicitat, bajo el patrocinio del CCCC Centre del Carme del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana,  visitamos a la artista alicantina en su estudio, recién aterrizada, poniendo orden a dos años frenéticos y vertiginosos de proyectos encadenados que apenas le han dado tiempo a organizar sus notas y decidir el próximo paso.

-Has vuelto de Taipei, pero las esculturas siguen allí, ¿no?

Sí, la expo continúa un mes más, y espero que todo vaya bien, son muy delicadas estas cosas de la electrónica. No volveré yo para el desmontaje, me lo enviarán todo, y después me quedará todo el trabajo de revisar, cambiar motores, rectificar si hay algún desperfecto.

-¿Cómo surgió esta exposición?

Taipei surgió porque los representantes del Treasure Hill Light Festival vinieron a Madrid, a la Feria de Arte Contemporáneo Estampa, y después fueron al Carmen, a mantener una reunión de colaboración con el Centro, con quien colaboran en temas de becas y residencias. Allí conocieron mi obra y fue cuando se interesaron en que participara en su Festival. El Consorci de Museos ha producido la obra, y yo estoy tan agradecida por el trato, por el equipo y por la oportunidad que me han dado, que cuando me dijeron ‘mira, que sale esto de Taipei’, dije que sí de inmediato, ya que además contaba con su apoyo para la logística y el envío. Ahora solo falta esperar que venga también a Alicante, algo que va a suceder con seguridad, sólo falta concretar fechas y lugar.

-Una exposición que nace de un proyecto de colaboración con el Consorci de Museus y el Centre del Carmen.

José Luís Pérez Pont, director del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana, me invitó a participar, presentando un proyecto sobre hinchables y electrónica, para un espacio concreto del Centro que tienen dedicado a estas técnicas, y al decir que sí, tuve que forzar para encontrar esa idea. Hace tres años, yo estaba preparándome para ir a California, a dar un curso sobre arte y vuelo, y José Luís ya estaba interesado en mostrar mi obra.  Estuve seis meses allí, en la universidad, enseñando a pensar ideas locas sobre el vuelo, y al volver ya ha sido un no parar, dos años en los he dedicado 5 meses intensivos a montar el proyecto del Carmen, la acción en Londres, la de Logroño… una performance sobre un artefacto de vuelo nocturno, en el Carmen también, que salió fenomenal. Era el primer vuelo nocturno que hacía, con luces, con un tipo diferente de sellado. Antes de estos dos últimos años sí que llevaba haciendo mi trabajo, pero no con la intensidad, o este tipo de proyectos tan grandes, porque trabajar para el Centro del Carmen, por ejemplo, me ha supuesto un gran paso… y un lujo. De hecho, cuando Pérez Pont me invitó a participar en el proyecto del Carmen, yo prácticamente tenía decidido no volver a trabajar con el plástico, y no sé cuánto tiempo más seguiré trabajando con él, pero me ha dado la oportunidad de generar esta pieza que si no hubiera sido por esta invitación, no hubiera existido.

-Jardín Autómata surge de tu fascinación por El Bosco y el Jardín de las Delicias. ¿Cómo construyes estas piezas flotantes y fascinantes?

Totalmente… ¿Cómo construyo esas piezas?, bueno, copiar al Bosco era pretencioso y absurdo, no era mi intención, por tanto, copiar fielmente las figuras de El Jardín de las Delicias. Lo que hice es, sobre los personajes del Bosco que me atraían, intentar generar un personaje inflable, inspirado en ellos, que alguno resultó ser bastante fiel, como los huevos con piernas o los peces con piernas, pero dentro de la libertad que maneja el Bosco y que yo conozco desde hace siempre, intenté generar mi propio universo, mi paraíso, mi Jardín de las Delicias, una instalación propia que funcione como tal, y que no sabes si va a funcionar hasta que no la montas. Iba montando grupos de cinco, de diez, cuadrúpedos, humanoides, seres pequeños o mixtos, híbridos, peces, cabezaglobo, perros de dos cabezas -esto, por ejemplo, es totalmente mío, ya que no hay perros de dos cabezas en el Jardín de El Bosco-, me permití ciertas licencias ya que no era una copia, era mi propio Jardín. Y las luces que están dentro de las piezas, que es el toque de color de la instalación, y en esto sí quería reflejar el colorido de la obra de El Bosco, es la opción que elegí, ya que no quería trabajar con plásticos de colores, prefería trabajar con lo translúcido. Hay dos tipos de plástico, unos más transparentes que otros, y me gusta esta cosa más surrealista, con la luz y la transparencia, que no el color directo del plástico.

-Tuviste que crear una técnica propia para poder trabajar, ¿verdad?

Contacté con gente de la universidad, porque sacar patrones certeros para generar una animal era complicado. Lo que podíamos encontrar eran muchas piezas para generar un solo animal. Era bastante certero, pero traducirlo digitalmente a la forma que yo quería diseñar era inabarcable. Yo creé el sistema de patrones, con el sistema de prueba-error, pero al final resultó bastante viable. Una de las cosas que mejor funcionó fue la de estandarizar agujeros que podían servir tanto para las piernas, como para los brazos, el cuello, los pechos o los cuernos. Esto me dio la posibilidad de juego y de crear personajes casi como un puzzle. Hubo un momento en que teníamos todas las paredes del estudio repletas de ganchos de los que colgaban los patrones de todo: contornos, círculos, alas, orejas, rabos y penes, glúteos, cuernos, esto parecía una carnicería de plástico.

-¿Por qué dices que habías decidido dejar de trabajar con el plástico?

Empecé a trabajar con los plásticos para volar, luego vino el tema del reciclaje. Yo estoy en una asociación de agricultura ecológica, de sostenibilidad y claro, para mí trabajar el plástico era como pecado mortal, como que me avergonzaba, había una disputa en mi mente. Pero claro, había compañeros que me decían ‘Olga, si tú lo que estás haciendo no es generar nuevos plásticos, sino reutilizar los que ya existen’. Como resultado de todo esto, el año que viene me voy a ir a Nueva York, a la residencia de escultura Sculpture Space de Utica, en el norte del Estado, para investigar sobre el plástico, cómo mutarlo. Fabricando el artefacto de vuelo nocturno para el proyecto del Carmen, teniendo que rectificarlo porque me pasé de tamaño, descubrí que lo puedo transformar tanto el plástico que generas una mutación en él -todavía queda por investigar algunos aspectos- que lo tranforma en una pieza de plástico rígido y duradero, lo que tal vez utilice con las esculturas de Jardín Autómata, si se da la oportunidad de tener una exposición permanente.

-Tu trabajo no acaba en la obra en sí, sino que tiene un proceso de reflexión posterior

El proceso de reflexión está siempre, desde el inicio. Con Jardín Autómata, cuando surge la idea y conecto la iconografía de El Bosco, al que adoro, como mucha gente, y el Jardín de las Delicias, con la posibilidad de desarrollarlo en hinchables, para lo que tuve que aprender e inventarme el sistema, ví que era posible, que era capaz de hacerlo. Lo que pasa es que en el proceso, empezó a surgir la reflexión sobre el plástico. El Bosco creó su obra para hablar del pecado de la carne, intentaba mostrar lo que nos ocurriría si sucumbíamos al pecado de la carne, mientras que nosotros vemos ahora un paraíso hermoso, surrealista, con seres increíbles, pero nos cuesta captar ese mensaje original. Por eso, para mí, ahora, Jardín Autómata intenta hacer una reflexión en ese sentido concluye que nuestro pecado ahora no es la carne, es el plástico, nos estamos convirtiendo en una civilización de plástico, como no nos convirtamos directamente en plástico, no sé qué vamos a hacer con él.

-Me comentabas que estos dos últimos años habían sido muy intensos, sin un momento para parar y tomar conciencia del trabajo realizado. Háblanos un poco de esos otros proyectos realizados antes o en paralelo a Jardín Autómata.

Hice una acción en Londres, Transcription/Non Stop Drawing, donde se trataba de una búsqueda, una investigación donde el objetivo era estar dibujando sin parar hasta que no puedas más, sin dormir, comiendo y entrando al servicio, pero sin parar de dibujar en ningún momento, yo sola en un espacio para el que construí el papel que cubría las cuatro paredes y el suelo. Dibujaba sobre las paredes, sobre el suelo, sobre hojas sueltas, durante 58 horas ininterrumpidas, la búsqueda de qué eres capaz de crear, sin un guión previo, dejando a la mente que creara. Hubieron momento trascendentales que todavía no he podido reflejar por escrito. Había un riesgo, claro, aunque fuera un riesgo autoimpuesto, ya que nadie te fuerza, pero la privación del sueño tiene un riesgo. Esto fue en el Espacio Scan, gestionado por dos amigos que apoyan mucho el trabajo de los artistas españoles. Fue retransmitido en streaming, en directo, y tuvo un seguimiento brutal, hubo gente que no desconectó en ningún momento… ¡aunque ellos sí se fueron a dormir! Yo tenía una cámara en la cabeza y otra en una esquina de la habitación, que no era muy grande, y me preguntaron si suponía una molestia para mí sentir que alguien me estaba mirando, pero para mí fue al contrario, fue como una ayuda, un compromiso, porque si yo dejaba de dibujar, se terminaba la performance, la investigación. Saber que había alguien detrás, sobre todo en la noche, que podía haber testigos de que yo dejaba de dibujar, además de que me hacían compañía, en la soledad absoluta de la sala. También hubieron momentos de alucinación, de sentir que amanecía y que la luz del sol podía estar entrando por detrás, en un espacio sin ventanas. Momentos muy extraños… yo recuerdo dos salas, cuando sólo había una. El agotamiento mental y la creación crean las condiciones para una experiencia extrema. Alguien me dijo que era como una autotortura, pero para mí fue como crear un paraíso en el que podía estar creando permanentemente, sin ninguna interrupción externa. El resultado se encuentra ahora mismo en un tubo gigante de PVC, en un rincón de su estudio, esperando para ser analizado.

-Y el dibujo a ciegas.

Sí, Dibujos desde el abismo, el proyecto que realicé en La Lonja de Logroño, justo antes de irme a Taipei, que también es muy interesante. En él estuve dibujando a ciegas, con unas prótesis que diseñé para mis dedos, como las extensiones de Eduardo Manostijeras, pero con ceras y pinceles. Dos horas en las que constantemente tenía que estar resituándome, volviendo a tomar un punto de referencia.

-El arte te sitúa constantemente en situaciones límite.

Las situaciones límite, la pasión, es algo que yo he trabajado, y sigo trabajando… justo hoy me comentaban unos amigos que he hecho en Taipei que destacaban mi pasión. Estaban muy contentos de haberme conocido, y ellos también son artistas, porque les llamaba la atención este aspecto de la pasión, les resultaba exótico.

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Por  - 

Empezó a desarrollarse como artista con plásticos porque quería volar, pero después lo entrelazó con el reciclaje. Muy concienciada con la sostenibilidad, para ella trabajar el plástico era 'pecado mortal'. Pronto entendió que lo que estaba haciendo no era generar nuevos plásticos, sino reutilizarlos. Ahora hace uso de sus creaciones artísticas para suplir ese deseo de 'nadar' en el aire