La semana nos ha deparado muchas cosas, pero sobre todo destaca por el zapatazo y la cobardía con que Podemos Alicante ha expresado sus desavenencias con el alcalde de Alicante, el socialista Gabriel Echávarri, y el resurgir y testimonio de una ciudad, la de Elche, que busca su encaje con la capital con el músculo de ser una potencia industrial y pionera en el registro de marcas y patentes.
Lo de Podemos Alicante -por citar lo sucedido esta semana con Llum Quiñonero- fue un mísil en toda regla contra el PSOE capitalino. Y digo lo de Podemos, y no lo de Llum Quiñonero, porque la formación morada en Alicante asume, a excepción de la desafortunada comparación de Gabriel Echávarri como un maltratador, todo lo que dijo su diputada en su comentario de Facebook. Fue un zapatazo en toda regla contra Echávarri y, por extensión contra el PSOE de las viejas formas de Ángel Franco, pero lanzado desde la más absoluta cobardía, pues Podemos tiene mucho más instrumentos que un perfil de Facebook para hacer públicas sus divergencias contra el socialismo de salón, copa y puro, que no es muy diferente del que ahora practica la vieja pléyade que rodea a Ximo Puig. Podemos podría haber retirado el apoyo a la coalición Guanyar Alacant, con los que se presentaron a las elecciones de 2015; haber instado a Guanyar a dejar ese gobierno tripartito que, según Llum Quiñonero, preside un alcalde que "maltrata a la gente, a la ciudadanía y a sus socios" (sic), o más sencillo, podía haber hecho una comparecencia pública y haber cuestionado al alcalde elegido con sus votos. Pero no, ha elegido la cobardía de lanzar un mensaje desde una red social y aclarar el asunto con unas declaraciones hechas desde Valencia, a no ser que la prensa de Alicante desnude sus desafortunadas formas.
Sorprende todo esto de Llum Quiñonero, pues no es una recién llegada a la política. Fue una activista en la Transición, como candidata por el Movimiento Comunista del País Valenciano; que fue acusación particular contra el crimen del activista Miquel Grau a manos de un militante de extrema derecha, o que se ha enfrentado en más de una ocasión a los grises por haber zarandeado y pisoteado su dignidad. Pues eso, sorprende que Quiñonero no tenga la valentía que hoy en día tiene Miguel Ángel Pávón para mostrar las mismas divergencias, pero en público y con los micrófonos abiertos.
Era mucho más fácil haber llamado a Echávarri déspota, patán o pisacharcos, por citar tres adjetivos que posiblemente Quiñonero si comparta, pero casi ha preferido, una vez más, arrojar a su compañero Pascual Pérez, secretario general local de Podemos, a las labores de apagafuegos de las cobardes formas de muchos de sus militantes. Una lástima, pues en el intercambio de reproches, Quiñonero ha quedado mucho más retratada que el alcalde, quien tuvo la habilidad de hacer de una crisis (de sus patanerías) en una oportunidad. Esta vez no fue una chaval de 20 años, el problema es que el error vino de aquellos que buscan unas segunda oportunidad en la política. Las pocas balas que tiene la izquierda, se las disparan entre ellos.
Al otro lado de Aguamarga, hay otro tripartido. No es el del todo de izquierdas, pues el tercer integrante es de otro palo. Pero gestiona con errores y aciertos, pero con más estabilidad. A diferencia de Alicante, en Elche son conscientes de que tienen que salir vivos de este periodo, que pisan con pies de plomo para evitar errores de bulto, como los de Alicante, y que hay que reconstruir una mayoría social que la crisis económica desgarró. Allí, de puertas hacia fuera, el debate es otro: qué encaje debe tener la ciudad con Alicante. Esa es la pregunta por resolver.
Lo que Elche si ha dado varias muestras es de su músculo económico. El acto de presentación de Ingenia Elx, proyecto impulsado por Enrique Martín, de Ibídem Abogados, así lo fue: un volumen que recoge las 125 marcas y patentes registradas por los empresarios ilicitanos y que muchos de ellas, hoy son marcas de referencia.
Alrededor de esas marcas y de sus políticos, hay un grupo de gente, agrupado bajo la marca de Elche Piensa, que defiende el proyecto de Área Funcional como la mejor vía de relación entre la capital y el motor económico. Elche y Alicante han vivido ya muchos años de búsqueda de alianzas, todas ellas, fracasadas, como se puede comprobar. Casi todas han venido desde arriba. Creo que la virtud de este proyecto de Área Funcional es que nace desde abajo, de un grupo de profesionales que buscan generar un debate para reequilibrar las fuerzas y el peso de las dos ciudades. Su gran objetivo, y consejo, es lograr que situar el debate en el centro del espectro político y económico, no para generar un nuevo estatus, sino para atraer inyecciones de dinero públicas (y privadas) que debe nivelar el déficit inversor que ha tenido la ciudad en los últimos años. Hay un instrumento básico, beneficioso para las dos ciudades, y que puede generar muchas oportunidades de negocio y tráfico de personas: es la conexión ferroviaria con el aeropuerto que ningún partido en 40 años de Democracia ha sido capaz de lograr que se haga. Y eso que las vías pasan a escasos 800 metros.