ALICANTE. Las empresas familiares siguen teniendo un problema de supervivencia: muy pocas son las que pasan de la tercera generación, y casi ninguna supera la cuarta. Al margen de condicionantes económicos como el impuesto de donaciones y sucesiones, bonificado en la Comunitat menos que en otras regiones de nuestro entorno, uno de los principales problemas a los que se enfrentan estas empresas es, precisamente, el de las posibles malas relaciones entre los miembros de la familia y las disputas por el control o la gestión de la empresa.
Sobre esta problemática, y sobre cómo la firma de un protocolo familiar puede ayudar a conjurarla, versó el reciente encuentro celebrado en la sede de ASV entre representantes de cuatro grandes empresas familiares de la provincia y alumnos del máster en Dirección y Gestión de Empresas de la Universidad de Alicante (UA). El encuentro, coordinado por la Asociación de la Empresa Familiar de Alicante (Aefa) y el despacho Cuatrecasas, sirvió para debatir en torno a la realidad, ventajas e inconvenientes del concepto 'familiar' en el desarrollo de una empresa, así como sobre las herramientas disponibles para facilitar la relación entre la empresa, la propiedad y la familia.
Las firmas que tomaron parte en la mesa redonda son el mejor exponente del tejido empresarial de carácter familiar con el que cuenta la provincia de Alicante. No en vano, se trataba de las cuatro ganadoras en la última edición de los Premios Aefa: la anfitriona, ASV, líder nacional en servicios funerarios y transporte sanitario; la zapatera Gioseppo, una de las grandes marcas del sector en Elche; la empresa de muebles de oficina Actiu, recientemente ganadora del premio al empresario europeo del año en la persona de su presidente, Vicente Berbegal; y el Grupo Sol y Mar de Calp, constituida hace 70 años y dirigida por su segunda generación.
En realidad, podría decirse que el término 'empresa familiar' es redundante: el 89% de las empresas españolas, es decir, nueve de cada diez, lo son. Generan 6,58 millones de puestos de trabajo (el 67% del empleo en el sector privado en España), y aportan el 57,1% del valor añadido bruto en nuestro país, tal como destacó en la presentación el director de Aefa, Juan José Castón. Sin embargo, no tienen una definición jurídica, aunque el Real Decreto 171/2007 (como puede observarse, bastante reciente) las describe como "aquellas en las que la propiedad o el poder de decisión pertenecen, total o parcialmente, a un grupo de personas que son parientes", tal como recordó Marta Máñez, de Cuatrecasas.
Esta realidad obliga a tomar en consideración sus peculiaridades, sobre todo en lo que toca a la relación entre la empresa, su propiedad y la propia familia, y específicamente a los problemas asociados con la sucesión: hay que tener en cuenta que solo un 7,4% de las empresas familiares llegan a la tercera generación, y las que se encuentran en la cuarta apenas suponen el 2,6%. Este elevado índice de mortalidad aconseja regular un proceso que implica a la propiedad y la gestión, que no siempre coinciden. Puede producirse una confusión entre los diferentes ámbitos que confluyen, y centrar el foco más en la gestión ('quién manda) que en la propiedad, lo que provoca que en momentos críticos la energía se concentre en la familia y se desatienda la gestión. Un error que obviamente tiene una repercusión inmediata en los resultados de la empresa, tal como apuntó Esperanza Navarro, directora de Recursos Humanos y RSC en Gioseppo.
A su juicio, el foco de la familia no debería centrarse tanto en la gestión directa de la compañía como en la propiedad, para profesionalizar absolutamente la gestión, tanto si está en manos de la familia o en otras. Para optar por una fórmula u otra, lo ideal sería tomar la decisión en función de la cualificación y capacidad demostrada de gestión. La propiedad es una cosa y la gestión otra, según coincidieron los representantes de las cuatro empresas participantes en la mesa redonda, aunque no resulta fácil ni evidente en un gran número de empresas familiares.
"Ser empresario, iniciar un proyecto empresarial, es fácil si tienes una inquietud y eres emprendedor", aseguró Vicente Berbegal. A juicio de este empresario con medio siglo de trayectoria, la oportunidad está siempre muy próxima, y hoy más que nunca con las oportunidades que abre el mundo digital. "Pero consolidar y dar continuidad a la empresa es más difícil", sobre todo cuando se incorporan las siguientes generaciones, cuando se plantea el tema de la sucesión o cuando surgen conflictos entre familia y empresa: momentos en los que es fundamental que hayan cuajado en esas nuevas generaciones los valores familiares que hicieron crecer la empresa de la mano del fundador, según Guillermo Payá, CEO de ASV.
Esa necesidad es la que aconseja, en opinión de Juan Oltra, director general del Gran Hotel sol y Mar, regular todas esas relaciones a través de un protocolo familiar que, en la medida en que se haga público compromete más a la empresa, pero aporta también una mayor vinculación del entorno con la compañía. Para este protocolo, como advirtió la representante de Cuatrecasas, no existen recetas. "Cada protocolo es diferente y depende de las características de la empresa y la familia, sus necesidades y expectativas", configurándose como un conjunto de normas y principios que regulan las relaciones profesionales y económicas entre la familia y la empresa, con el objetivo de preservar su continuidad.
La experiencia apunta que esos momentos de incorporación de nuevas generaciones a la empresa o los procesos de sucesión son claves para la continuidad, y aunque no debería haber problemas (como destacó Esperanza Navarro, "trabajar con la familia aporta muchas más satisfacciones que problemas y básicamente debería ser una fuente de felicidad"), lo cierto es que ocurren. Y son una de las causas principales de finalización de la trayectoria de la empresa.
La necesidad del protocolo, aún no demasiado extendido entre las empresas familiares, surge de la evolución de las propias firmas, que habitualmente comienzan como una forma de sustento de la familia que va creciendo y sofisticándose, hasta que aparece el concepto de empresa familiar. Berbegal admitió que "durante muchos años, nunca pensé que Actiu fuese una empresa familiar; éramos una familia y Actiu era nuestro proyecto común". Fueron sus hijas, con asesoramiento externo, las que decidieron poner en marcha un protocolo familiar que sigue vigente, como sucede también en los casos de ASV, Gioseppo y Gran Hotel Sol y Mar.
Según Máñez, el protocolo es importante por muchas razones: favorece el diálogo familiar; permite monitorizar el relevo generacional; favorece la adopción de criterios sobre acceso al trabajo en la empresa de miembros de la familia, y evita así resentimientos, además de contribuir a la profesionalización de los órganos de gestión de la empresa. Todo ello conjugando los intereses de la empresa, la familia y la propiedad, convirtiéndose por tanto en un mecanismo vivo de anticipación y resolución de conflictos con criterios objetivos y pactados previamente.
Se trata, por tanto, de un documento amplio que regula tanto el gobierno y dirección de la empresa (consejo de familia, junta de socios, consejo de administración, dirección general...), como el trabajo en la empresa de familiares, los derechos económicos de estos, la conducta familiar en relación con la empresa, e incluso el compromiso social de la compañía.