El 30 de julio de 2017, Puig clausuró el congreso del PSPV con un mensaje interno y varios externos. El interno, que no se presentaría de nuevo a la reelección como secretario general. Los externos, el federalismo, la riqueza cultural de la Comunitat, un modelo económico alternativo y, sobre todo, consolidar "un cambio profundo para conseguir una hegemonía social y cívica compartida".
Cuatro años y algunos meses después, el puesto de Ximo Puig no sólo no está discusión, ni por convicción propia, ni por la militancia, y, además, el PSOE, después del giro dado por Pedro Sánchez, vende a Ximo Puig como un referente de las políticas progresistas y a la Comunitat como un ejemplo en el que mirarse. Entre un congreso y otro, ha habido muchos cambios, entre ellos, la experiencia de una pandemia, aunque el secretario general va a estar otros cuatro años y si hay otra victoria electoral o los socialistas consiguen formar de nuevo gobierno, Puig seguirá por los siglos de los siglos. Sus antecesores así lo recomiendan. Eso es lo que se respira en el ambiente.
Pero más allá de que la silla de Puig parezca soldada en la sede del PSPV, pese a las turbulencias que emiten algunos grepúsculos que han quedado sin los referentes alternativos, el relato del PSPV sigue siendo el mismo, pero ampliando la meta: alcanzar un amplia mayoría social. Así lo expuso el propio Puig y para ello, recurrió al camión que tuvo su padre, un Leyland, cuyos rendimientos económicos permitieron que el hijo -Ximo- pudiera estudiar.
Puig hizo este sábado un recorrido por la historia del PSPV con su particular Leyland. Los logros de Pérez Casado, Ernest Lluch, Agustí Navarro o Ciprià Ciscar fueron algunos de los que citó. Recordó los tiempos de la dura oposición y ifijó 2017 como el punto de inflexión para los socialistas valencianos, que les ha permitido ganar las últimas elecciones celebradas en la Comunitat Valenciana. Y con esa percha, presentó al PSPV como la verdadera casa de todos los valencianos, de ser el único partido que recoge todas las miradas de la Comunitat, que tiene en cuenta su diversidad y que es un partido útil para la sociedad en su conjunto. Habló de un nuevo orgullo de ser valenciano, el del trellat -sentido común- y la corresponsabilidad. Y puso el acento en hacer política con paciencia. A través de ese mismo Leyland de su padre, Puig hizo un recorrido por todas las comarcas, con sus correspondientes hitos, como en su infancia y deshizo en elogios de la apuesta del Gobierno valenciano por la estabilidad, la diversidad y de saber coser esa tela que es la Comunitat Valenciana con un hilo que se llama la Vía Valenciana.
La alocución de Puig había estado precedida de un vídeo en el que la mayoría de los barones socialistas -incluido García Page- se deshicieron en elogios hacia la gestión del PSPV y en la figura de su secretario general. Y quizás eso, o le traicionó en su diagnóstico, a veces, autocomplaciente, con una visión de la Comunitat quizás demasiada idílica, sobre todo, con las consecuencias que ha dejado la pandemia, y que tardarán a volver su anterior normalidad. Como se trataba del informe de gestión como secretario general del PSPV, quizás minusvaloró algunos logros de la organización, que, aunque los citó -como que el PSPV gobierna al 80% de la población de la Comunitat Valenciana-, más bien optó por un mensaje en clave de gestión centrado en el empleo, la igualdad y la sostenibilidad.
Del pasado habló poco. Sólo para recordar la herencia que dejaron los gobiernos del PP -"una Comunitat depredada", dijo-. También de lo que a su juicio son los peligros, que "la derecha sólo puede volver a gobernar con la extrema derecha".
La cuestión es que Puig ayer dibujó una Comunitat demasiado autocomplaciente como para estar satisfecho y además conminó a los suyos a dejar el viejo Leyland de su padre para que el partido pueda estrenar un Scania con todas las prestaciones, en las que ya no necesite, o no dependa, en demasía, de otros elementos, llámese Compromís o Unidas Podemos. Y bueno, como anhelo está muy bien, pero la realidad es otra, y muy diferente. Es verdad que la Comunitat ha avanzado en muchas cosas, y que ha superado con dignidad la oscura etapa de la corrupción de los anteriores gobiernos, pero que queda mucho por hacer, también. Puig eso lo dijo, pero olvidó que quedan otros hitos, más básicos, por conseguir. Por citar algunos ejemplos, poco dijo de la financiación autonómica, de las infraestructuras pendientes -apenas alguna referencia a la eliminación de los peajes, a la mejora de las Cercanías, al aeropuerto de Alicante y el tren de la costa- o de la mejora de los servicios públicos. Tres cosas que generan un amplio consenso, y que mientras no mejoren mantendrán a la Comunitat como si viajáramos en el Leyland de su padre. El PSPV quiere un Scania, pero el resto de la sociedad, modestamente, creo que también.