"Llevo 48 horas leyendo mensajes llamándome "puta", "zorra" o "comepollas", instándome a ponerme a cuatro patas, diciéndome que soy Ministra por callar y ponerme de rodillas, si me gusta de lado o encima... 48 horas siendo víctima de un machismo repugnante e intolerable". Así reaccionaba hace una semana la ministra de Educación y portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, a los ruines insultos que recibió y que seguramente sigue recibiendo en la red fecal X, antes denominada Twitter, a propósito de da lo mismo qué porque nada justifica tanta bajeza.
La ministra puso el mensaje en su cuenta de X, donde no solo participa activamente, sino que lee las respuestas, lo cual es un error porque puede acarrear disgustos que son evitables. A mí eso no me pasa porque hace años que decidí dejar de interactuar en Twitter. Fue antes de que Elon Musk la comprara y cambiara el nombre por X. No cerré mi cuenta, por la que continúo enviando el Billete semanal y retuiteando –o como se diga ahora– noticias del periódico que pueden interesar a mis seguidores, además de escribir algún comentario sobre el Valencia CF de mis amores. Pero no leo las respuestas, y menos las relacionadas con el fútbol, para esquivar toda muestra de odio.
A estas alturas, nadie puede fingir sorpresa por las barbaridades que se escupen en X. Esta red es como un bar lleno de borrachos en el que hay insultos, peleas y babosos que buscan el roce, un bar al que no irías pero al que acabas yendo porque va todo el mundo y no vas a perderte la fiesta.
Como decimos en valenciano, qui no vulga pols, que no vaja a l’era. No es obligatorio estar en X ni es un derecho. Mucha gente ha abandonado la red y es feliz. Si uno elige seguir ahí, lo más inteligente es no mostrar aprecio –no hay mayor desprecio– por lo que vomite gente anónima o bots, utilizar herramientas como el bloqueo y, en los casos más graves, denunciar.

- Elon Musk. Foto: EP / CONTACTO / CAROL GUZY
No estoy culpando a la víctima de haber sido zaherida, pero el lamento de Pilar Alegría desde su atalaya en La Moncloa no puede quedar en un grito de dolor y unas palmaditas en la espalda. La ministra de Educación forma parte del Gobierno y su obligación cuando señala que algo funciona mal es plantear soluciones.
Una medida al alcance de todos es la denuncia. La libertad de expresión tiene como límites en el ordenamiento jurídico la injuria, la calumnia y los delitos de odio. Se puede y se debe denunciar a los tuiteros que traspasan esa línea y se ha hecho en no pocas ocasiones, con éxito en forma de condenas. Pero deben denunciar las víctimas, no la Policía o una Fiscalía desnortada que persigue a jóvenes por rescatar chistes sobre Carrero Blanco de hace 50 años.
Pilar Alegría debería denunciar a quienes la insultaron y, de paso, promover en el Gobierno un cambio legislativo para hacer responsable a X de los daños y perjuicios en caso de que no colabore en la identificación de los indeseables.
Con todo, la medida más eficaz contra el lodazal de X es irse de X. No Pilar Alegría sola, que no serviría para nada. Marcharse todos, un abandono general.
En noviembre de 2024 The Guardian anunció que dejaba de publicar en X, donde tenía más de 80 cuentas, al considerarla "una plataforma tóxica" al servicio de su propietario, Elon Musk, donde se da cabida a "contenido inquietante" que incluye "teorías de la conspiración de ultraderecha y racismo". La decisión del diario británico se aplaudió en las redacciones, y en muchos periódicos se volvió a plantear el asunto porque la idea de irse de X no era nueva aunque ninguno se había atrevido. Sin embargo, solo le siguieron algunos valientes como La Vanguardia o Le Monde, que señalaba con acierto que esta red social hace años que dejó de ser "un lugar para el debate". Más recientemente lo ha hecho Civio. Sin embargo, la mayoría seguimos alimentando la red con nuestras noticias a pesar de que cada vez es menos relevante en los índices de audiencia.

- El ministro Óscar Puente. Foto: ALBERTO ORTEGA/EP
Lo ocurrido en el caso de los medios de comunicación o de algunos políticos que han decidido de forma individual salir de X demuestra que no sirve de nada a la causa general el goteo de abandonos individuales, por muy destacados que sean. Al ministro más popular en X, Óscar Puente, se le planteó si iba a dejar la red después del anuncio de The Guardian y respondió que no: "Sé que mi vida sería mucho mejor si dejase esta red, pero mis causas son más importantes que mi vida". Pues luego no te quejes –él no lo hace– y que no se queja su compañera si le insultan.
No serviría de nada, salvo para su tranquilidad personal, que Pilar Alegría se marchara de X, pero sí que Pilar Alegría promoviera una migración de la política española a Bluesky, la red social a la que se marchan los quemados en X. Dado que gran parte de las conversaciones en X giran en torno a la actualidad política, haría falta un pacto entre los dos grandes partidos, PP y PSOE, junto a los que quisieran sumarse, para que sus miles de diputados, cargos públicos y militantes se pasaran en bloque a Bluesky, adonde arrastrarían a millones de españoles y a medios de comunicación. El impacto sería tal, que seguro que en otros países seguirían el ejemplo. Y quienes quisieran seguir revolcándose en la mierda, que continuaran en X.
Es verdad que los indeseables podrían irse también a Bluesky –ya los hay– y que con el tiempo esta red podría degradarse hasta lo que hoy es X, pero al menos nos habríamos librado de la tóxica influencia de Elon Musk, que no es poco.