VALÈNCIA. Alberto Torres Blandina (Valencia, 1976) no se deja enjaular. No se casa con un solo género literario ni está especialmente interesado en revisitar estilos y fórmulas ya transitadas, incluso aunque le hayan funcionado bien en el pasado. Ese carácter de “culo inquieto”, ese afán de experimentar con estructuras narrativas e internarse en terrenos inexplorados, es precisamente el hilo que enhebra toda su trayectoria literaria, compuesta por más de una decena de títulos.
Hablamos con Torres Blandina apenas unos días después de la entrega del XXIV Premio Valencia de Poesía que ha conseguido con su primer poemario, Batman ha dejado de quererte, publicado por la Institució Alfons El Magnànim. Durante su discurso de agradecimiento, presentó su obra como un poemario político, y aprovechó para lanzar una crítica contra el genocidio perpetrado por el Estado de Israel contra Palestina. “Los de VOX se levantaron y se fueron”, comenta sin asomo de preocupación.
“Nunca había escrito poesía porque es un género que veo más difícil, como más elevado. Yo, que me siento sobre todo novelista, siempre intento utilizar un vocabulario que pueda entender cualquier persona, que no excluya a nadie. Creo que a veces la cultura y el arte es demasiado autocomplaciente y referencial, y eso hace que mucha gente se pierda. Sin embargo, en este poemario quería permitirme ser un pedantorro. Está lleno de citas de filósofos. De hecho, el libro empieza con un pulso entre Hobbes y Rousseau, que es lo que vertebra la naturaleza humana. Schopenhauer apoya a uno, San Agustín al otro... pero también aparecen por ahí personajes de la cultura pop como Silvester Stallone. El Batman al que me refiero en el título no es el primero de la saga, que me parece un gran fascista, sino el de Nolan, que es mucho más poliédrico. Es el Batman que, en un momento dado, decide que ya no quiere ser un héroe porque se da cuenta de que está salvando a gilipollas”.
Además de este poemario, Torres Blandina ha publicado este año dos libros de literatura infantil y juvenil -Todo lo que harías por amor (Ediciones SM) y El domador de versos (Edebé)- y Tierra (Candaya). Por si fuese poco, el mes que viene llegará a las librerías su primer ensayo, El arte de educar estúpidos (Barlin Libros), que se presentará el 6 de noviembre en la librería Bangarang de Valencia y el día 15 en La Central (Madrid), entre otras ciudades. Es un libro escrito desde el “hartazgo” ante un sistema educativo que conoce muy bien debido a su experiencia como profesor de literatura en un instituto. “Yo disfruto mucho con mi trabajo, lo que pasa es que veo muchas cosas que están mal. Cuando estuve en Islandia y en Suecia me di cuenta de que todo su sistema educativo se enfoca a la responsabilización del alumno, a que sean autónomos. Mientras tanto, aquí los padres nos piden que le apuntemos los deberes en la libreta a su hijo de 16 años”.
Nos preguntamos a qué atribuye Torres Blandina su gusto por probar nuevos géneros, estilos y estructuras narrativas. “A mí lo que me gusta es ir descubriendo cómo se hace algo mientras lo voy haciendo. Prefiero estar todo el rato en la cuerda floja. A veces te sale bien, y a veces te sale mal, pero creo que los lectores notan esa tensión que se produce cuando estás abriendo caminos. Yo siempre pongo el ejemplo de Estopa; el primer disco de Estopa era guay, pero luego hicieron el mismo disco 800 veces. O el de Javier Marías, que parece que siempre está escribiendo la misma novela, pero haciéndola cada vez mejor, puliéndola. A mí eso no me interesa nada”.
Tres meses escribiendo en una montaña de Corea del Sur
Tierra, su obra más ambiciosa hasta la fecha, es una novela de más de 700 páginas en la que construye un mosaico de voces anónimas procedentes de más de cien países distintos. Estos testimonios, recopilados en audios, nos acercan a episodios históricos esenciales de los últimos sesenta años, como la construcción del muro de Berlín, el 11S o la pandemia del Covid. La novela, que desde los estándares de hoy en día podemos describir como titánica, tomó forma en Corea del Sur, gracias a una beca que recibió el escritor valenciano para trabajar durante tres meses en la Residencia de escritores de la Toji Cultural Foundation.
“La idea principal de Tierra era la de contar lo que Unamuno llamaba la intrahistoria. No la historia que nos han enseñado siempre, que es la de las grandes gestas, los reyes y los ricos, sino la de la gente normal, la que supuestamente no es nadie”. Este enfoque multicultural requería, en su opinión, un lugar aislado para escribir. Pensó en Formentera, pero acabó en Corea del Sur. “Fue una experiencia muy solitaria -rememora-. La casa estaba en un lugar montañoso muy bonito, pero muy aislado. Me salvó el hecho de tener que hablar e intercambiar audios todo el tiempo con personas distintas como parte del proceso creativo. Me levantaba a las 6 de la mañana a trabajar y había días que me pasaba diez horas trabajando”.