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Entrevista con Ana Tudela y Antonio Delgado

Playa Burbuja: La Comunitat Valenciana, vanguardia del ladrillo

Estos dos investigadores han realizado un estudio sobre el origen de los despropósitos urbanísticos que plagan los kilómetros de costa mediterránea peninsular. Hay un hecho claro: no se puede construir de manera indefinida

21/12/2018 - 

ALICANTE.Se oye el silbido de la cafetera. El aroma del café inunda las estancias del apartamento y las habitaciones, decoradas de manera rudimentaria, transitoria, de veraneo, adquieren a través del olfato la particular esencia del hogar. Todavía está oscuro. Llenas la taza y te diriges a la terraza con ella en la mano, humeante. Frente a ti, la inmensidad del Mediterráneo, sobre el que, poco a poco, empieza a despuntar el día. Un disco rojizo que asoma por el horizonte, diferente cada día, te han dicho, y es algo que pretendes comprobar cada vez que puedes, al igual que los habitantes de los cientos, miles de apartamentos que te rodean, en este pequeño rincón superpoblado de la costa alicantina, sin cargo de conciencia. ¿Por qué habrías de tenerlo?

Entre 1987 y 2011 se construyeron en España dos hectáreas diarias en los primeros quinientos metros del litoral, gran parte de ellas en la Comunitat Valenciana. El estallido de la burbuja dejó un paisaje de obras paralizadas, bosques de grúas desmontadas, daños al medio ambiente, casos de corrupción ocupando páginas y páginas de los medios de comunicación y horas y horas de trabajo en los juzgados, cambios de gobierno y gobiernos cambiados, conversaciones de bar, de sobremesa y la preocupación por una economía maltrecha y un futuro incierto.

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Pero a pesar de todo ello, parece que el ladrillo vuelve. Antes de que suceda, convencidos de la máxima de que hay que conocer el pasado para no cometer los mismos errores en el futuro, los periodistas Ana Tudela y Antonio Delgado, especialistas en investigación económica, análisis y visualización de datos, creadores de la web Datadista, se montaron en una Triumph y recorrieron varias veces los dos mil seiscientos setenta kilómetros de la costa mediterránea, más de quince mil kilómetros de viajes y conversaciones, para saber cómo habíamos llegado hasta aquí. Y el resultado es Playa Burbuja. Un viaje al reino de los señores del ladrillo.

«Podríamos haber hecho diez libros como este, de más de quiientas páginas. Una de las cosas que ha resultado más complicada ha sido seleccionar las historias. Algunas de ellas tenían que estar, porque son emblemas de lo que ha ocurrido en la costa, y desde un principio decidimos entrar a contarlas como nunca se habían contado; informaciones que no habían aparecido hasta que se plasmaron en el libro, pero cada vez que vas a un pueblo, y nosotros nos hemos recorrido dos veces todo el litoral, con la idea de plasmar cómo estaba todo antes de que volviesen las grúas, y desapareciera esa imagen de esqueletos en espera, cada vez nos hemos encontrado con algo nuevo que explicar. Por ejemplo, Palomares en un inicio no estaba, pero en cuanto nos pusimos a investigar un poco, tuvimos claro que debía estar, como ejemplo de la manera en que se han hecho las cosas aquí, y de cómo el ladrillo cambia la estructura de los gobiernos, incluso de los secretos de Estado, como en este caso».

En el principio de todo está Marbella y Banús, cuando terminada la Guerra Civil, los que han logrado colocarse entre los amigos del régimen de Franco empiezan a sacar réditos de su posición. Uno de ellos es José Banús, que hizo un importante capital gracias a las obras públicas y al ladrillo. Pero no se quedó ahí y consiguió una de las primeras concesiones de la Ley de Zonas y Centros de Interés Turístico Nacional (CITN) que Manuel Fraga Iribarne había impulsado desde su llegada al Ministerio de Información y Turismo en 1962. Este es el germen que lo inoculará todo en los años venideros, y que se fue acercando hasta la costa valenciana, que acogió el espíritu emprendedor de las promociones turísticas e inmobiliarias con entusiasmo. Tanto hay que contar, que el trabajo más arduo de los autores ha sido el de decidir qué era lo que quedaba fuera.

De aquellos barros, estos lodos

«El criterio de selección ha sido que cada caso nos permitiese explicar algo. Muchos municipios han tenido situaciones que merecerían contar una historia y que podrían estar en el libro, pero, por ejemplo, en el caso de Capicorb, en Castellón, lo seleccionamos porque era una vía perfecta para contar la historia de la resistencia de esos vecinos a que les construyan en sus terrenos, y cómo se enfrentan a promotores, a dueños de terrenos y al ayuntamiento. Este caso nos permitía muy bien explicar todo el tema del Pativel, la iniciativa de protección del territorio de la Generalitat Valenciana. Su intención de cambiar.

Cómo estaba antes, cómo estaba ese suelo clasificado y lo que se quiere cambiar. Nos venía muy bien esa historia de la gente de Capicorb, para explicar su resistencia de tantos años y cómo una vez que ha llegado el Pativel, ese terreno se ha salvado del ladrillo. O el caso de las casas de la Babilonia, en Guardamar del Segura, como ejemplo de la arbitrariedad a la hora de que las playas tengan arena para cuidar que no llegue el mar a las casas. No solo que hay un coste gigantesco en artificializar la costa, sino que hemos creado un problema gigantesco a base de espigones y puertos, pero se decide de manera bastante arbitraria cuáles se regeneran y cuáles no. Un poco, lo que hemos hecho es seleccionar las historias que nos permitan contar un caso particular, pero también abrir el foco a un tema global de lo que ocurre en la costa, que tiene mucho que ver con qué ha ocurrido».

«Pativel tiene la suerte de poder avanzar y desarrollarse en parte, mientras se tratan las alegaciones, porque el ladrillo no ha despertado del todo aún. Cuando se tiene que aprobar, cosa que hace que se retrase al primer trimestre de 2018, empiezan los problemas, porque los promotores urbanísticos han prometido hacer una guerra sin tregua para que no se aplique. El Partido Popular facilitó que viajaran al Consell personas de Alcalá de Xivert, con una agresión incluida al director general, cuyas imágenes corrieron por todas las televisiones, porque han expresado que van a hacer todo lo posible para que el Pativel no se lleve a término».

«Aunque la Generalitat asegura que ha estudiado perfectamente que no puedan exigirles responsabilidad patrimonial, ya hay más de novecientos millones de euros reclamados, por planes que se aprobaron sin hacer el estudio de impacto ambiental, un montón de casos en los que el principal beneficiario era el promotor, porque se hicieron rápidamente, y sin embargo por denuncias, o el caso del PAI Golf de Oropesa-Cabanes, que se paralizó por el Supremo, han generado estas demandas de responsabilidad patrimonial contra la Generalitat. Toda la gente que tenía terrenos con expectativas urbanizables, de sacar una ganancia importante, quieren denunciar. Que la Generalitat lo tenga bien atado o no, se verá en los tribunales, pero la guerra está abierta; el ladrillo ha vuelto y quieren más viviendas de las que se les ha dicho que pueden construir al año».

«La Comunitat es conocida porque buena parte de esas mil demandas que se hicieron en la Unión Europea de informes por cómo se trataba a ciudadanos en temas urbanísticos eran en ese territorio. Es muy famosa la Ley del Suelo de Lerma que creó el Agente Urbanizador y que permitía aberraciones como que personas que no tenían ni una maceta de suelo, si conseguían que un ayuntamiento les aprobase un PAI, podían obligar al propietario de un terreno a pagar las cargas a precio tasado, con la idea de una ganancia. Hubo gente que se enriqueció, pero también otra que sufrió abusos y que acabó denunciando. Durante un tiempo los gobiernos facilitaron muchísimo el estallido urbanístico».

«Es muy famosa la Ley del Suelo de Lerma que creó el Agente Urbanizador y que permitía aberraciones»

«La provincia de Alicante, a nuestro modo de ver, es una de las más agresivas a la hora de defender esa facilidad para el ladrillo. En esa guerra contra el Pativel que han emprendido los promotores, la Agrupación de Promotores Inmobiliarios de Alicante es la que coge la voz cantante y dice que no lo van a permitir. Es la que hace los informes, la que estudia cuántas son las viviendas mínimas para atender a la demanda que consideran ellos que va a haber. Además de ser una de las provincias con los primeros quinientos metros junto a la ribera del mar más artificializados, quiere que eso siga siendo así, quiere que el ritmo vuelva.

Tiene poblaciones que son muy curiosas. Hay algunas que optan por la población en altura, como es el caso de Benidorm, que empieza como un modelo muy medido, con unas distancias entre edificios, que lo hacen bastante sostenible, pero que al final se desmadra tal y como van llegando los diferentes planes de ordenación urbana, aunque es un modelo que hay que decir que ha funcionado; y luego hay otros sitios en los que se tiende a la construcción en extensión, de casa baja, adosados, urbanizaciones de chalets. Pero es que en Alicante hay poblaciones que optan por las dos cosas; cuando hay suelo urbanizable se hace todo lo que te dejan».

Una generación perdida

«Uno de los grandes dramas de la crisis en el caso de España son las generaciones de jóvenes que se han sumergido en el mundo del ladrillo. Una de las cosas que vimos en Castellón es que donde había una industria del mueble histórica, a raíz de cuando se va hinchando la burbuja, un montón de empresas que llevaban décadas establecidas se sobredimensionan y se endeudan para poder atender a la demanda de muebles de lo que se está construyendo. Y muchos chavales empiezan a abandonar los estudios porque se ven la vida solucionada con muy buenos sueldos en esa industria burbuja. Cuando esta burbuja estalla, todas estas empresas endeudadas desaparecen, pero no solo las nuevas, sino que también se lleva por delante gran parte de las históricas; se carga un tejido elaborado poco a poco en el tiempo, dejando por el camino una generación que ha dedicado diez años a esto y se encuentra sin formación, sin saber hacia dónde tirar. Aquí es donde se produjo el repunte de las matrículas en las universidades, otra burbuja que no sabemos hacia dónde va, porque tampoco es que se haya cambiado la estructura productiva del país; seguimos caminando a una estructura de camareros y albañiles».

«No es una falacia que el ladrillo cree empleo, claro que lo crea; a corto plazo genera mucho trabajo, las cifras están ahí, pero es un empleo ficticio, muy volátil. Primero porque uno de los grandes problemas que tuvo España es que cuando estalla la burbuja del ladrillo, había habido no solo una burbuja del ladrillo y financiera, porque todo se había hecho a crédito, sino que un porcentaje altísimo de la economía se había centrado ahí, por lo que cuando se te cae esa pata, se te cae todo ese empleo que está dedicado a eso. Y ahí tienes un problema de segunda vuelta, esa gente se va al paro, tienes que pagar las prestaciones por desempleo, se te caen los ingresos por impuestos, desciende el consumo, y todo esto es cíclico, no es algo que no se pueda prever, que no se pueda planificar. Cuando empezamos a investigar, vimos que todo empieza en los planes de desarrollo del franquismo, con los Centros de Interés Turístico Nacional, para los que consigue aprobación gente muy ligada al régimen, como Banús en Marbella o Maestre en la Manga del Mar Menor. Maestre es un buen ejemplo porque estaba destrozando la Manga con una sobreconstrucción muy por encima de lo que eran los planes iniciales y ponía como excusa el empleo. Cuando los ecologistas, a quienes él llamaba 'ecolojetas', se lo echaban en cara, respondía que le preocupaban menos los pájaros que los niños y la gente a la que le daba empleo».

«Claro que es posible un crecimiento ordenado. No se trata de impedir la construcción, sino de que se haga de manera correcta. Si una de las finalidades de esta burbuja inmobiliaria es el turismo, se está viendo que los efectos de esta masificación son negativos. Lo de crecimiento sostenible en la costa es contradictorio, una expresión que queda muy bien, que queda casi verde. ¿Qué es crecimiento sostenible en un espacio finito? No se puede construir de manera indefinida. Con dos mil seiscientos kilómetros de litoral mediterráneo peninsular, que es lo que hemos estudiado, si siempre creces, vayas a la velocidad que vayas, lo acabarás matando. Al ritmo de construcción previsto en la Marina Alta, calculamos que el suelo existente, el suelo real, se acaba en treinta años… ¿Y después qué?».  

* Este artículo se publicó originalmente en el número 21 de la edición de Alicante de la revista Plaza

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