ALICANTE. Acabas de marcharte y ya te echo de menos. Te conocí hace ya más de veinte años, quién lo diría. Nuestras vidas siempre corrieron paralelas hasta que finalmente el destino quiso que nos encontráramos. Recuerdo como si fuera hoy la primera vez que te vi. Mochila al hombro sonriendo en la entrada del vestuario, ―“¿Puedo probar con vosotros?” fueron tus primeras palabras y desde entonces ya nadie consiguió callarte. Porque no nos engañemos, si bien en el campo no destacabas mucho, fuera eras un crack, el mejor con diferencia. El más dicharachero y simpático del equipo, el alma de aquel club de regional de los Salesianos que nunca consiguió grandes resultados pero que hizo amigos para siempre. Allí juntos apuramos nuestros últimos años de fútbol dejándonos las rodillas por campos de tierra de media provincia que hoy serían declarados de lesa humanidad; te aseguro que en ocasiones todavía sueño con goles imposibles marcados en aquellas porterías blancas con su base pintada de negro.
Pero si aquel vestuario nos unió, más aún lo hizo nuestra pasión blanquiazul. Como otras tantos herculanos hemos compartido en todo este tiempo ascensos y descensos, victorias heroicas y sufridas derrotas, alegrías y sinsabores que forjaron de una forma u otra nuestra manera de ser. Veinte años de camino a ninguna parte. Pero te confieso una cosa, mereció la pena recorrer este tramo contigo.
Imborrables momentos como aquel viaje en autobús a Alcalá donde dimos un paso de gigante para por fin conseguir el ascenso tras seis años de penar por el infrafútbol. Después del partido lo celebramos cenando en un bar de la zona con un montón de herculanos más y acabamos entonando con alguna lagrimilla y muchas copas de más el “todos juntos y en armonía”. O aquel partido de copa en el viejo San Mámés donde viajamos en avión con el primer equipo y nos sentimos, aunque solo fuera por una vez, profesionales del fútbol. ¿Te acuerdas? El trayecto se nos hizo más que corto pero aun así nos dio tiempo para enamorarnos de la mujer de Sendoa o darle la murga al soso de Farinós haciéndonos fotos. Inolvidables también aquellos viajes a Albacete con mi suegro y toda la tropa, siempre con parada obligada en Almansa para zamparnos un gazpacho de rape en el Pincelín. Nunca nos pusimos de acuerdo en esto, ¿el mejor desplazamiento posible es a Albacete o a Murcia?
Todas esas vivencias nos quedan amigo y ya nadie podrá arrebatárnoslas. Ese es mi único consuelo. Eres tan herculano que te has marchado como 'El Chepa', joven y rápido. No entiendo esa prisa tuya por irte, no te lo perdono. Pero una cosa te prometo, de ahora en adelante yo festejaré por ti cada gol y cada triunfo de nuestro equipo. Cuenta con ello Francis.
Dedicado a la memoria de Francisco Javier Marcos Molina (1969-2017).