Porque el disfrute es lo nuestro, hedonistas. En diciembre, en enero o en Marte. Con amigos o familia. En pareja. O no. Pero copa en mano, eso siempre. Una copa que, como es costumbre en esta época, y sobre todo porque nos da la gana, llenaremos de burbujas. Con la mente, eso sí, puesta en los que han hecho posible el relato de hoy. Un repaso por las edades de Dom Perignon de la mano de los chicos de A la Volé y el Indiana Jones del vino: Enrique García.
Cerramos los ojos mientras nos envuelve el glamour de una de las casas más míticas de Champagne. Lujo que saboreamos con una botella que decidimos tomar a solas mientras hacemos repaso de tiempos pasados. Mejores o peores, veremos. Únicos seguro.
Este primer Dom Perignon Vintage 2006, actualmente en el mercado, es un joven imberbe con los encantos y defectos de su edad. Chispeante y divertido, promete mejorar con los años. Un aquel inevitable cuando la personalidad despunta. Lo tomamos como aperitivo, ese preludio de lo que vendrá que acompañamos de algo de comer, de unos engañamaridos, croquetismo bromista ideal con este juvenil vino.
Pasamos a decir palabras mayores con el Dom Perignon Vintage 1999, una añada complicada que le da un revés a los que pronostican desgracias. Con mucha vida por delante, despunta con su acidez de limas y afilados pedruscos. Lo tomamos con esa marina de interior del atascaburras. Contundencia y ligereza para un contraste ideal.
Sumamos un año con el Dom Perignon Vintage 1998. Ignorado en su día se destapa ahora como uno de los mejores. Equilibrio perfecto de prestigiosos caramelos cafeteros. Complejidad que se nos antoja con un mojete murciano de tomate, atún y huevo duro. Mojamos un poco de pan, que aquí todo vale, y seguimos.
Flirteamos con la considerada por muchos la mejor añada de la historia champagnera con el Dom Perignon Vintage 1996. Bestiecilla salvaje de amplia finura. Satisfacción máxima con unos guiñapos de pez salado, resalado y desalado, almejas y gambas. Esto es magia. Y lo que queda.