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recorrido de turismo cultural por los sitios que transitó el escritor

La València que cautivó a Hemingway

24/08/2024 - 

Hay ciudades que enamoran, que eclipsan por su luz, su cultura o la manera de entender la vida de sus habitantes. Ese idilio queda en el recuerdo para siempre, por más que se viaje a otros destinos, se conozcan otras culturas o pasen los años. Eso mismo le pasó a Ernest Hemingway cuando en uno de esos viajes por España visitó València. Lo hizo por casualidad, siguiendo la gira del torero Cayetano Ordóñez quien, tras las fiestas de San Fermín, toreaba en la Feria de Julio de Valencia. A aquella primera vez, que narra en su obra póstuma París era una fiesta, le seguirían otras tantas, ya fuera por su pasión por los toros o por el papel de València durante la Guerra Civil española. Y bien es cierto que su figura robusta ya no pasea por las calles de València, pero ese idilio con la ciudad queda escrito en sus cartas y en aquellos rincones que frecuentó, algunos ya desaparecidos. 

Ernest Hemingway (1899-1961) llegó a València en un tren de madera que paró en la estación del Norte, hoy repleta de andamios pero que antaño lucía su mejor cara. Era verano de 1925 y hacía tan solo ocho años (1917) que el edificio de Demetrio Ribes había sido inaugurado. Su decoración, a base de mosaicos con motivos vegetales y geométricos modernistas, sobrecogía a los viajeros. Hemingway cruzó el vestíbulo, la plaza del Ayuntamiento y se alojó en el Hotel Reina Victoria, una decisión que no fue casual, pues su pasión por la tauromaquia hizo que se hospedara en un lugar cercano a la plaza de toros. Entre las cuatro paredes de su habitación escribió las primeras líneas de su obra más célebre: Fiesta, la novela que lo lanzó a la fama internacional. Era el 21 de julio, el día que cumplía 26 años, cuando mandó a su padre una carta desde la oficina de Correos de la plaza del Ayuntamiento en la que decía “tengo 60.000 palabras”. A partir de entonces el Hotel Reina Victoria sería uno de sus hoteles de referencia en la ciudad, al igual que el de toreros como El Cordobés, Manolete o Aparicio, el fotógrafo Robert Cappa o el poeta Federico García Lorca. 

Además del Hotel Reina Victoria, otro de los lugares en los que se hospedó fue el Hotel Inglés, ubicado enfrente de la puerta barroca del Palacio del Marqués de Dos Aguas. Pasó unos días con su primera esposa, Hadley, aunque años más tarde, en 1937, lo haría con Marta Gelhorn, su amante por aquel entonces y que con el tiempo se convertiría en su tercera esposa. Ambos hoteles mantienen su fachada original y guardan el recuerdo de su presencia y que en aquellas habitaciones escribió más de una línea de Fiesta. También se tiene constancia de que se alojó en el desaparecido Hotel Metropol (1931-1939), uno de los hoteles más lujosos del momento y situado en la calle Xàtiva —también se alojó Bertolt Brecht—. Su estancia no duró mucho porque le expulsaron. 

Visitas que hacía huyendo del París nublado y buscando ese sol y esa gastronomía que tanto le enamoró de la ciudad. El escritor paseaba por las laberínticas calles del Carmen, admirando las Torres de Quart y de Serranos, disfrutando del bullicio del mercado central, cruzando El Cabanyal… hasta llegar a orillas del Mediterráneo, en la playa de la Malvarrosa. Para el recuerdo quedan sus palabras en Por quién doblan las campanas: "Diez parejas de bueyes arrastrado un barco de vela fuera del mar, por la mañana, con una hilera de olitas que iban a romperse en la playa. Eso es Valencia”Lo pone en boca de Pilar, la gitana que lidera a los guerrilleros. O esas palabras enviadas a su amigo Waldo Pierce en 1928: “En Valencia es condenadamente estupendo comer en la playa o en la ciudad un buen melón con una jarra de cerveza muy fría”.

Su pasión por los toros le llevó a pisar València en más de una ocasión. Concretamente hay registradas siete visitas durante la feria de julio. Una afición que hizo que la plaza de toros se convirtiera en otro lugar de referencia de Hemingway, pero también que su vida ya no se entendiera sin los toros. Sin embargo, su primer contacto con la tauromaquia se produjo años antes y, además, en la propia ciudad de València. Así lo describe en Muerte en la tarde: “Recuerdo que un día Gertrud Stein hablándome de las corridas de toros, me expresó su admiración por Joselito y me enseñó algunas fotografías del torero, y de ella y de Alice Toklas, sentados en la barrera, en la Plaza de Valencia, con Joselito y su hermano el Gallo un poco más abajo…”. También cuenta que “le dije a Gertrud que no me gustaban las corridas de toros a causa de los pobres caballos”. Prejuicios que años más tarde desaparecieron, convirtiéndose en un gran aficionado de los toros. Tanto, que a Ezra Pound le explica que los toreros son los artistas más admirables que hay: “La plaza de toros es el único sitio que nos queda donde el valor y el arte se pueden combinar para el éxito”.

Corresponsal de la Guerra Civil

Hemingway fue mucho más que un turista. Durante la Guerra Civil Española (1936 y 1939)  trabajó como corresponsal de guerra. Por ello, acudía a diario a lo que ahora es el Hotel Vincci Palace de la calle de la Paz, que por aquellos años se usó como sede de Asuntos Exteriores del Gobierno de la República. Hasta allí se acercaba para pedir permisos para viajar a los frentes, enviar sus crónicas a los periódicos americanos y conversar con otros periodistas y escritores en la cafetería Alianza de Intelectuales. Cabe recordar que durante aquellos días Hemingway se alineó con la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, lo que le llevó a conocer a Rafael Alberti y María Teresa León, a los que, además, rinde homenaje en Por quién doblan las campanas (1940). Y es que, no hay que olvidar que se trasladó la capital de la República a València, lo que hizo que muchos edificios de la ciudad se convirtieran en sedes provisionales de las instituciones del Estado. Muy cerca de allí estaba el desaparecido Café Ideal Room, situado en la esquina de la calle de la Paz con Comedias. Un lugar frecuentado por ilustres, como Antonio Machado, Rafael Alberti, John Dos Passos, José Robles, Francisco Ayala, W. H Auden, Octavio Paz… En la misma calle estaba también el Café El Siglo, cuyo letrero todavía se advierte en la fachada del edificio, aunque su interior es bien distinto.


La última visita que realizó fue en 1959, dos años antes de que se quitara la vida. En aquella ocasión se alojó en el Hotel Royal y de aquella visita quedan las fotos tomadas por Francisco Cano, ‘Canito’, junto a Ordóñez en el Hotel Excelsior, en la calle Barcelonina. Desde entonces han pasado muchos años, pero en sus escritos queda reflejada esa devoción por València y su cultura. “Vivíamos con gran economía, gastando sólo lo imprescindible, y ahorrando para poder ir a la Feria de Pamplona en julio y luego a Madrid y a la Feria de Valencia”, decía. Huellas que hoy a penas se advierten en la ciudad, ya sea por el cambio de uso de los edificios o porque a penas hay referencias de él. Por ello, una plataforma cívica propone desde hace años crear una ruta urbana en torno a los escenarios de Valencia en los que vivió o recorrió el escritor

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