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el billete / OPINIÓN

Unos por otros, València sin Mundial

Foto: EDUARDO MANZANA
21/07/2024 - 

Vamos suponer que los valencianos, especialmente los de la capital, estábamos ansiosos por que València fuera una de las 20 sedes de la Copa Mundial de Fútbol 2030, coorganizada por España (11 estadios), Marruecos (6) y Portugal (3). Vamos a dar por hecho que nos hacía mucha ilusión acoger tres partidos de la primera fase, probablemente entre equipos de huits i nous i cartes que no lliguen, que decía un amigo, porque nadie nos aseguraba que fuera como en el Mundial 82, que nos tocaron los partidos de España y fuimos testigos en Mestalla de cómo la selección anfitriona hacía el ridículo empatando contra Honduras, perdiendo frente a Irlanda del Norte y logrando un agónico triunfo ante Yugoslavia, clasificándose de milagro gracias a un penalti que se inventó el árbitro danés Henning Lund-Sørensen cuando Perico Alonso, rozado por un defensa que estaba fuera del área, continuó corriendo varios metros para dejarse caer donde no cupiese duda de la pena máxima, penalti que el colegiado tuvo que ordenar repetir porque López Ufarte lo tiró fuera.

Vamos a suponer eso porque uno no veía gran ilusión en su círculo de amigos y conocidos. Si acaso, un anhelo de no quedarnos fuera no tanto por ver un Camerún-Polonia y un Uruguay-Japón, ni por el dinero que supondría para una ciudad a la que no le faltan turistas —no como en 1982, que aquí no venía ni el tato—, sino por una cuestión de orgullo patrio, porque si hay once sedes y València es la tercera capital del país, parecía humillante no estar entre ellas. O quizás, porque ser sede suponía que se iba a acabar de una vez el nuevo estadio, que lleva camino de superar al Escorial —estereotipo de las obras inacabables—, que se construyó en 21 años. El Nou Mestalla lleva 17.

Y todo eso, exceptuando, claro está, a quienes no tenemos ninguna ilusión por el nuevo coliseo, entre ellos la mayoría de los 40.000 habituales del centenario Mestalla, aquejados de una irracional nostalgia por lo que vamos a perder, porque es probable que el nuevo estadio sea mejor, pero no será lo mismo.

En 2030 no seremos testigos en València de otro improbable ridículo de la Selección española porque el ridículo lo hemos hecho los valencianos en la fase previa. Nos hemos quedado sin Mundial por nuestros propios deméritos. Al menos hemos tenido la decencia de no echar la culpa a Rocha, a Pedro Sánchez ni al defenestrado Rubiales que empezó esta aventura; a Madrid, en definitiva. Esta vez la culpa es exclusivamente nuestra y, principalmente, de un señor de Singapur con bula para tomarnos el pelo.

Nueve meses y medio nos dio la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) para dar garantías de que el estadio estaría acabado a tiempo. Ni siquiera exigía que se reiniciaran las obras en ese plazo. Nueve meses y medio de continuar mareando la perdiz con un Peter Lim sin ningún interés por ayudar a una ciudad a la que debe de odiar, porque los odios suelen ser recíprocos y no puedes amar a quienes te desprecian de esta manera.

Para qué iba a querer Lim la posibilidad de que el Nou Mestalla fuera sede si no era para presionar al Ayuntamiento de València, para que le retorciesen la ley todo lo posible y lograr así los máximos beneficios urbanísticos. Sin compromisos ni garantías, como siempre, aunque esto último no coló. Enfrente, que no a su lado para lograr el Mundial, un consistorio dividido por una causa que debería ser común, con una marioneta dando la turra diaria para entorpecer cualquier tipo de acuerdo. 

Visto el resultado, lo único que justificaría que el Ayuntamiento culmine este martes el traje a medida para el Valencia CF es que su principal accionista vea revalorizado el club y lo venda de una vez. 

Mención aparte merece la nueva demostración del inexistente ‘poder valenciano’ en las altas esferas nacionales. Esto a Cataluña y al País Vasco —con dos sedes cada una, igual que Madrid— no les habría pasado aunque lo hubiesen hecho igual de mal o peor que en València. Y menos con una descabezada RFEF donde no se sabe quién manda. El apoyo del Gobierno se ha limitado a una carta del valenciano Rodríguez Uribes, presidente del Consejo Superior de Deportes, a la que la RFEF ha hecho caso omiso porque quién es Uribes. Si hubiera interés y poderío valenciano, habría descolgado el teléfono la ministra Pilar Alegría o el presidente del Gobierno.

Dicen que hasta que la FIFA apruebe el listado definitivo hay esperanza de que se rectifique la decisión. No parece fácil una vez anunciadas las sedes, porque a ver a quién sacas para meter a València. Pero ahí tienen ocasión Mazón y Catalá de demostrar su poderío. 

Siempre nos quedará la Copa América… en Barcelona.

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