Leo con alegría que, impulsada por la Diputación y con la colaboración de la Generalitat Valenciana, nace la nueva marca “Vega baja”, apoyada por un eslogan hernandiano: “Tu tierra y la mía”.
Me gusta la idea por muchos motivos. La Vega, no debemos olvidarlo a causa de la maldita y ubicua pandemia, sufrió un duro golpe a causa de la DANA que provocó inundaciones y desastres en septiembre de 2019.
Al ser de Crevillente, frontera lingüística y geógrafica que une el cosmos del Vinalopó con la Vega, vivo muy de cerca todo lo que ocurre en los mundos llanos y agrícolas del Segura, tan queridos y tan frecuentados por los crevillentinos.
Como historiador tengo además algo que añadir que creo que es importante: la comarca más meridional de nuestra provincia de Alicante es clave para entender nuestro pasado, para comprender aquello que somos como alicantinos.
Muchos dicen que la provincia y por lo tanto el alicantinismo, nuestra identidad sur, es algo muy reciente, una idiosincrasia que apenas existe desde hace unos doscientos años.
En mi opinión esto no es exacto. Nuestro particularismo dentro del antiguo Reino de Valencia, hoy Comunidad Valenciana, es mucho más antiguo y seminal.
El actual sur de la provincia de Alicante, de la capital del Benacantil hacia abajo, tuvo una personalidad institucional e identitaria propia desde el mismo momento de su incorporación al Reino de Valencia, que se dio en 1304-05.
Fue el rey Jaime II el que decidió que al ser nuestra tierra de frontera y por lo tanto clave estratégicamente hablando, tendría una entidad diferenciada dentro del Reino.
Por ese motivo el monarca medieval creó la Procuración de Orihuela, territorio que tenía una relación directa con el soberano, no mediada por la Gobernación y ciudad de Valencia.
La historia de la Vega, por lo tanto, y de Orihuela en particular, es vital para entender aquel “primer alicantinismo histórico”. Toda la comarca giraba entorno a la ciudad de Miguel Hernández y se articulaba alrededor del río Segura y de su portentosa huerta.
Orihuela fue históricamente la segunda ciudad más importante del Reino de Valencia, el centro de un polo sur ya potente en los siglos medievales.
Tengamos en cuenta además que Alicante es una “capital tardía”, que únicamente pasa a ser claramente hegemónica en lo económico y poblacional en el siglo XVII, cuando supera en importancia a Orihuela. Políticamente Alicante no será capital de la terreta hasta el siglo XIX.
Si comprendemos la importancia estructural de estas realidades del pasado, entenderemos que conocer la historia de Orihuela es fundamental para pensar las realidades alicantinas en su conjunto.
Destaquemos dos hitos muy importantes para la terreta “made in Orihuela”. Hasta 1564 nuestras comarcas del sur dependían de la Diócesis castellana de Cartagena. Ello provocaba la fuga del dinero de los impuestos eclesiásticos y muchos conflictos políticos.
En esta fecha antes señalada consigue nuestro Alicante de antaño contar con una Diócesis propia, con centro en la vila orcelitana.
Otro logro egregio: en 1569, tras mucha batalla, se pudo inaugurar la Universidad de Orihuela, centro de estudios superior muy importante para nuestra zona. Detrás de estos dos triunfos alicantinos está un mismo personaje oriolano al que deberíamos rendir homenaje más frecuentemente: el muy influyente Arzobispo Loaces.
Todas estas consideraciones históricas creo que sirven para dar más valor a la muy acertada apuesta de la Diputación que dirige Carlos Mazón por la Vega Baja, una comarca singular, rica, diversa, con un gran potencial.
La Vega Baja es presente pero sobre todo futuro. Sin embargo, todos aquellos que queremos pensar nuestra terreta, nuestra identidad alicantina, para comprender y mejorar nuestra sociedad, hemos saber que en Orihuela y su comarca encontraremos verdaderas lecciones históricas, claves para alumbrar un porvenir mejor.
Orihuela es nuestra cuna, fuente prístina e inmarcesible de nuestro alicantinismo. No lo olvidemos. ¡Fuerza Vega Baja!
Antonio Adsuar es fundador del proyecto-blog www.alicantinismo.com