Académica de la Real Academia de Doctores de España

Blanca Lleó: “Serían oportunos interlocutores en la Administración con capacidad de decidir sobre el territorio”

20/01/2020 - 

ALICANTE. El nombre de Blanca Lleó en el mundo de la arquitectura actual es sinónimo de sostenibilidad y vanguardia. Muy reconocida en la actualidad tanto a nivel nacional como internacional, desde 1985 dirige su propio estudio, consolidado desde su fundación gracias a numerosos concursos de arquitectura ganados con sus primeros proyectos, como el pionero Bibliobus de la Comunidad de Madrid a mediados de los 80, o el Faro de Nules, Primer Premio Nacional de Arquitectura 1988 concebido ya en su día como un espacio interactivo con los habitantes de la ciudad.

Discípula de grandes arquitectos como Moneo y Oiza, su obra es variada y abarca prácticamente todos los campos de la disciplina, siendo sus edificios residenciales los que le han otorgado mayor reconocimiento internacional por plantear espacios comunes de relación social que forman parte de los elementos compositivos del edificio, todo ello sin dejar de lado conceptos como la sostenibilidad y la eficiencia energética. Sus obras más reconocidas son los controvertidos edificios ubicados en Sanchinarro, Madrid, proyectados en colaboración con el estudio holandés MVRDV: el Edificio Mirador (2001-2005) y el Edificio Celosía (2001-2008); en ambos casos viviendas sociales de diseño singular con terrazas integradas como espacios comunes.

Blanca Lleó visitó Alicante como invitada del ciclo de conferencias Mujeres y el Mediterráneo, organizado por la sede diplomática Casa Mediterráneo, donde desgranó la actualidad de la arquitectura, los efectos de la crisis y explicó su visión de los edificios residenciales.

La arquitectura cumple un importante papel social como agente dinamizador del territorio. ¿Cómo afrontas el reto de diseñar un edificio público, un bloque de viviendas o una casa, conjugando diseño, funcionalidad y eficiencia?

Todos los arquitectos tenemos el reto de conjugar diferentes intereses: los públicos de la sociedad a la que servimos con los personales o los aspectos estéticos, los emocionales con los funcionales, los técnicos con los artísticos…la arquitectura es maravillosa, cada proyecto es un reto y hay que mantenerse en forma mental y estar muy despierto a todo lo que nos rodea, la sociedad y sus retos, que cambian tanto a cada momento y de forma acelerada. Nuestro trabajo no lo pueden hacer las máquinas.

En nuestro caso, ¿cómo crees que ha gestionado el levante español este desafío?

No me siento capaz de contestarte, pues no lo conozco con detalle. Estoy segura de que se han hecho cosas interesantes a la par de intervenciones no tan oportunas, con exceso de edificación. En ese aspecto, creo que sería fantástico tener interlocutores en la administración con esa capacidad de decidir el lugar idóneo para construir, y entre ellos promotores y arquitectos que pudieran señalar dónde se agota la edificalidad, o bien se pudiera hacer un trueque para que una operación sea rentable pero no perniciosa.

Uno de tus primeros proyectos premiados está precisamente en la Comunidad Valenciana, el faro de Nules. ¿Cómo abordaste el reto de hacer un edificio tan singular?

Fue una experiencia muy bonita a mediados de los años 80 y en ella tuvimos que trabajar de forma conjunta arquitectos e ingenieros, pues formaba parte de la señalización de la costa española con el fin de adecuarse a la normativa europea. Al ser un proyecto tan singular, lo elegimos para convertirlo en un punto de encuentro entre los habitantes de una zona donde encontramos que no habían espacios públicos ni servicios al tratarse de construcciones muy cerca de la costa sin normativa, destinadas al veraneo.  

Decidimos entonces construirlo como un recorrido abierto al publico con un paseo en vertical para que se pudiera disfrutar de las vistas del mar y de los campos de naranjos de la zona, con el fin de dotar un espacio público a esta ciudad fantasma. Pero una vez construido, lo cerraron y no permitieron que se visitara hasta hace poco, cuando se puso de moda dotar de vida a los faros y se dieron cuenta de que éste ya estaba pensado para ello, así que lo abrieron y ya se puede visitar.

En una sociedad como la actual, donde la tecnología ofrece nuevas formas de relacionarse ganado terreno a los tradicionales espacios públicos, en el caso de  tus construcciones residenciales tienes muy en cuenta los espacios comunes como  elementos de relación social, ¿por qué pones el acento en este aspecto?

Tenemos la suerte de vivir en una cultura donde las relaciones sociales simepre han sido muy valiosas, lo que no ocurre en todas las sociedades, como las nórdicas. Por tanto, estos espacios cotidianos intermedios donde te cruzas con conocidos o desconocidos, como los zaguanes, las callejuelas, las plazas… son valiosísimos para los arquitectos, pues hacen posible ua sociedad cómplice y solidaria, con sus conflictos también, que forman la vida y nos salva del individualismo y la soledad tan presentes y perniciosos en nuestra sociedad actual. Son espacios de libertad que permiten que sucedan cosas imprevistas.

La sociedad del s. XXI demanda un planeta más sostenible, ¿cómo se está planteando la construcción de viviendas y edificios que respeten el medio ambiente, con el uso de materiales ecológicos y el ahorro energético como puntos de partida?

Hay miradas muy interesantes al respecto, como la de Bruno Latour, que inspira y ayuda a entender la realidad de nuestro tiempo, y pone en relación el cambio temático, negado en muchos estamentos poderosos, con la globalización y las desigualdades que se están acelerando cada vez más en relación al acceso a los bienes.

Respecto al negacionismo, es importante tenerlo en cuenta, pues para luchar contra el cambio climático lo primero que necesitamos los arquitectos es tener información, y resulta difícil, debido a la gran desinformación que hay al respecto. El aspecto técnico para resolver los problemas a través de la geotermia, el uso de materiales próximos, los paneles solares, etc… es un asunto a posteriori, pero a primera instancia entender de forma global de dónde viene y cuál es la situación actual del cambio climático, es muy importante para tomar una posición. Hoy por hoy intentamos utilizar materiales que sean menos impactantes en su producción, como cambiar el uso del hormigón por la madera de proximidad o, como dice Latour, buscar la armonía con la vida en la Tierra.

Los retos demográficos de la sociedad de este siglo son, por un lado, la atención de una población cada vez más longeva y por otro, atender las demandas de los jóvenes que desean independizarse. ¿Cómo se plantea la arquitectura actual dar solución a estas necesidades?

La longevidad debe estar asociada con la calidad de vida, y en esta línea estamos trabajando en proyectos ubicados en pueblos alejados de las ciudades que doten de vitalidad a estas zonas, reteniendo a su población y atrayendo población joven. Se trata de potenciar oficios y tradiciones, revitalizarlas con nuevos puntos de vista, pues me consta que hay gente joven interesada en salir de una ciudad cada vez con menos calidad de vida. Es necesario crear estos polos de atracción a través de ideas atractivas, y  los arquitectos podemos contribuir a ello con nuestro trabajo.

La crisis económica de 2008 y sus consecuencias en la arquitectura contemporánea, ¿cómo se ha gestionado y se viene gestionando este periodo?

Los estudios de arquitectura hemos aguantado como hemos podido, como un buzo debajo del agua, pero ya nada ha vuelto a ser como antes. Ha habido una criba enorme en las constructoras, y las que han sobrevivido ha sido porque han hecho las cosas muy bien. Por nuestra parte, los arquitecos que tenían un estudio de muchos años lo ceraron y dieron por terminada su vida profesional antes de tiempo para no tener que pasar el calvario de la crisis. Los que estábamos todavía en una etapa profesional muy activa aguantamos como pudimos haciendo pequeños trabajos compaginándolo con la docencia, y luego los jóvenes que estaban despegando, han sido los más perjudicados porque no han tenido oportunidades de ofrecer ideas y propuestas.

La crisis ha sido dura y ahora ha cambiado la profesión, se ha diversificado mucho y muchos arquitectos se han dedicado a otras funciones, como el mundo de la empresa, la gestión cultural, el mundo editorial, etc. También en tareas de arquitectura efímera, como los expositores o el montaje de eventos… Es cierto que tenemos muchas capacidades, con varias respuestas que ofrecer a una pregunta por nuestra inteligencia creativa, que nos da mucha versatilidad.

- Siglo XXI, presente y futuro. ¿Cómo clasificarías las dos décadas que acaban de terminar en este siglo y cómo será el sueño que habitaremos en ésta que acaba de empezar?

- Creo que el siglo XX fue muy fructífero -todavía nos queda seguir indagando todo lo que sucedió en la arquitectura-, y tengo la sensación de que las últimas décadas del pasado siglo y las primeras de éste no lo han sido tanto. Nos encontramos haciendo la digestión de un banquete muy opíparo que transcurrió de los años 20 a los 70 del XX. Fue muy interesante todo lo que pasó, pero luego vino una época de abundancia descontrolada, como fueron los 80 y los 90, de la que no se sacaron las mejores ideas. Y respecto al presente siglo XXI tengo a sensación de que estamos desnortados; en lo que a mí respecta, me ayudan mucho pensadores como Latour, que son observadores del tiempo que nos toca vivir.

Por otra parte, la tecnología es protagonista de nuestra vida, con grandes avances de la medicina, y las ciencias humanas, como la arquitectura, está digeriendo otros momentos más brillantes. Nos toca adoptar una posición más humilde y hacer nuestro trabajo bien, sin grandes pretensiones, pues creo que el actual no es el momento de la arquitectura.

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