ALICANTE. Mañana, viernes 3 de mayo, el grupo familiar Puig saldrá a listar en el mercado continuo español. Un toque de campana que vendrá acompañado de la nada desdeñable capitalización de 13.900 millones de euros.
Que una saga familiar como la de los Puig haya decido dar el salto al parqué es una gran noticia para el mercado de capitales español, huérfano de operaciones de semejante calado desde hace tiempo. Pero también son buenas nuevas para las empresas familiares con altura de miras y capacidad de superación de sus miedos. Demuestra, como en el caso de otros grandes grupos europeos, que carácter familiar y compañía cotizada no son elementos irreconciliables. Es una forma inteligente de acceder a financiación alternativa, a fondos propios, para crecer, sin que ello implique la pérdida del control societario.
¿Qué mecanismos regulatorios ha diseñado Puig para que la familia propietaria no pierda el mando en plaza con su salida a bolsa?
En primer lugar, el más obvio es que el 76% del capital social del grupo continuará siendo titularidad de la familia Puig. La legislación española establece, en este sentido, que el mínimo que puede listarse en bolsa ha de ser el 25% del capital social de la sociedad en cuestión. No obstante, como es el caso, se admite que dicha cifra pueda ser inferior, tanto en cuanto el mercado sea capaz de operar con liquidez por el gran número de acciones emitidas de la misma clase y por el elevado grado de distribución entre una multiplicidad de accionistas ('free float').
Otro segundo y férreo mecanismo de control societario en la transacción, ha sido el de contemplar estatutariamente la existencia de dos clases de acciones: A y B. De suerte tal, que las acciones de clase A, en manos de la familia, gozan de 5 votos por acción y las acciones de clase B, propiedad del resto de inversores (hasta la fecha solo institucionales), de 1 voto por acción.
Finalmente, la familia Puig ha tenido la cautela adicional de dejar al margen del perímetro que se cotiza ciertos activos estratégicos. En este sentido, por ejemplo, no será objeto de listado Isdin, la conocida marca de cremas solares, cuya titularidad el grupo Puig comparte al 50% con la también catalana Laboratorios Esteve.
Todos estos mecanismos son garantías que, en su conjunto, aseguran bien el posible riesgo de pérdida del carácter familiar del grupo por el solo hecho de salir a bolsa. Por otro lado, al convertirse en compañía cotizada, Puig gana en posibilidades de financiación para escalar, transparencia frente a accionistas y otros stakeholders; así como ahonda en una mayor profesionalización de la gestión (pues las compañías cotizadas están obligadas a un mayor grado de reporte, así como a afinar los procesos de gestión interna, compliance y gobierno corporativo). Por no hablar de que el propio listado de la compañía en el mercado continuo ha puesto aún más si cabe al grupo en el mapa internacional; siendo en sí mismo el proceso una campaña de comunicación corporativa de altísimo valor.
David Devesa Rodríguez
Socio fundador- CEO Devesa Abogados.