SOCIALMENTE INQUIETO / OPINIÓN

¿Sabe por qué un Cónsul argentino recibió la Medalla de Oro de Alicante?

5/02/2024 - 

ALICANTE. Imagine que desembarca una tripulación uniformada de un buque atracado en el puerto de Alicante y desfila por la ciudad hasta llegar al Consulado de su patria a las órdenes del oficial que la dirige. Así ocurrió. Sorprendía lo grueso que eran algunos de los marineros, ya verá por qué. Este desembarco no tendría que ser sospechoso de nada salvo porque lo hicieron durante la guerra civil española. No fue la única vez, también desembarcaron en otras ocasiones. Y de otras nacionalidades.

Ya sabe que Alicante estuvo a la retaguardia de la guerra, no bastó esto para que la aviación italiana se ensañara con esta ciudad desde sus bases en Baleares usando como excusa el fusilamiento del falangista José Antonio Primo de Rivera. También se conoce que la guerra se desarrollaba lejos, que el puerto era un punto de encuentro ideal para traer mercancías y noticias. Y escapar llegado el caso, que Alicante fue la última ciudad en rendirse al ejército franquista. No el último pueblo, este fue Onil, sus militares allí acuartelados no se creyeron que la guerra había terminado porque se habían quedado sin radio y hubo que convencerlos para que se rindieran. Al parecer lo hicieron sin derramamiento de sangre, que ya se había derramado demasiada, ya me entiende.

Todo esto hizo de Alicante un lugar de intrigas, de tránsito de espías, de los que se refugiaban del frente… De los que se escondían del régimen republicano y del "terror rojo" - según manifiesta David Rubio en Alicantepedia al referirse a este Cónsul - con la pretensión de escapar embarcados en un buque mercante.

Lo anterior se lo he dicho para ponerle en antecedentes. Antes deje que le manifieste que todas las guerras son malas, y más cuando ocurren entre hermanos, como la guerra civil española. A muchos de la misma sangre les tocó disparar contra sus iguales para salvar la vida al estar en bandos distintos según donde les había pillado la guerra. Un drama familiar que callaron por vergüenza en las reuniones familiares durante décadas.

Sitúese. Es 1939. El 27 de noviembre de este año, en sesión plenaria del Ayuntamiento de Alicante, los ediles acuerdan por unanimidad la concesión de la Medalla de Oro a Eduardo Lorenzo Barrera Stang, Cónsul argentino en la capital alicantina, y a los comandantes del destructor "Tucumán" y del crucero "25 de mayo", Mario Casari y Miguel A. Ferreira respectivamente, además de rotular una calle con el nombre de "Tucumán" cambiando el anterior de Mariana Pineda.

Lo que se premiaba se había organizado por el Cónsul mencionado. ¿Qué había hecho? Deje que se lo cuente, pero permita que empiece desde el principio.

Nacido en Buenos Aires, Barrera vino a España por primera vez como diplomático para ocupar el puesto de Cónsul de Argentina en Córdoba. En este periodo se enamoró de una andaluza de Jaén con quien contrajo matrimonio. Tuvieron siete hijos. Destinado en Alicante, la guerra civil española le pilló dirigiendo el Consulado argentino (1936). Durante la contienda "jugó un papel muy importante en cuanto a la protección de ciudadanos perseguidos por su ideología política y contribuyendo notablemente a la salida de cientos de ellos camino del exilio, a bordo principalmente del Tucumán, después de varios días de espera refugiados en la sede consular en la avenida del Doctor Gadea, número 7", en palabras de Francisco Aldeguer Jover en su libro Alicante 1939.

¿Cómo lo hacían teniendo en cuenta que el consulado estaba vigilado por milicianos republicanos? Con valentía y mucho ingenio, no sin riesgos de ser descubiertos. Mire. Todos los días que estaba en el puerto desembarcaban del Tucumán una veintena de marineros y un oficial. Desfilaban por las calles de la ciudad hasta llegar al consulado. Llamaba la atención que algunos de estos marineros eran muy voluminosos. Estos solían desfilar en las filas interiores. Todo tiene un por qué. Al llegar al consulado, lejos de miradas indiscretas, eran los primeros en desprenderse de la mucha ropa que llevaban puesta descubriendo allí que no eran gruesos, sino que llevaban ropa para las personas que tenían que embarcar disfrazados de marineros a bordo del Tucumán cunado volvieran del paseo.

Así escaparon más de mil personas. Nadie se dio cuenta nunca que, si desembarcaban unos veinte marineros, luego embarcaban diez más porque el personal del puerto no tenía el control de cuantos desembarcaban y tampoco de cuantos embarcaban después. Una suerte para algunos que evitaron la persecución política y probablemente salvaron la vida.

Estaba previsto que Barrera se embarcara con su familia en el Tucumán el 2 de mayo de 1937 pero prefirió quedarse en Alicante y en esta ciudad hizo esta gran labor humanitaria protegiendo a personas con nombre propio, como Francisco Alberola Such – quienes emprendieron logros durante y después de la contienda en y para la capital alicantina que le contaré otro día.

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