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turismo cultural por una ciudad que cuenta con más de cien rótulos 

De ruta por los carteles de la València industrial que ya no existe

31/08/2024 - 

VALÈNCIA. Hay mil maneras de conocer València. Se puede descubrir a través de los estilos arquitectónicos, de los árboles monumentales, siguiendo la ruta de la seda e incluso a través de sus rótulos. Carteles y tipografías que sobreviven al paso del tiempo en fachadas y que anuncian productos que dejaron de comercializarse, negocios que ya no existen o incluso letreros que hoy están descontextualizados. Reclamos que pasan desapercibidos en nuestro día a día, pero que si estuvieran en otra ciudad se buscarían por su carácter artesano y su valor histórico o patrimonial. También porque hablan de una València que ya no existe y en la que comercios tradicionales llenaban las calles de la ciudad, la seda y el textil era la base de la economía y la ciudad estaba repleta de fábricas. Una industria que ha desaparecido, ya sea por los nuevos tiempos o por el crecimiento de la ciudad, pero que aún guarda su recuerdo gracias a esos rótulos y tipografías   que resisten al paso del tiempo en fachadas de edificios antiguos.

En esa València industrial que no existiría sin sus carteles hay que dirigirse hacia el puerto, concretamente a la avenida del puerto 191. Allí se sitúa un edificio de ladrillo rojo y piedra blanca con un panel cerámico con un dibujo de un ancla (logo de la empresa) junto a un texto que dice “fábrica de aceites”. Se trata de la fábrica de Industrias Aceiteras Casanova, que a principios del siglo XX se hizo un hueco en el sector gracias a la producción de aceite de cacahuete, que por aquella época era muy común —también estaba la fábrica de aceite de cacahuete de Bautista Alfonso Montesinos, en Marxalenes—. Sin embargo, la empresa tuvo que cambiar hacia el aceite de oliva durante la dictadura de Primo de Rivera. Un cambio que se produjo por la presión de los grandes productores de aceituna, que venían instando al gobierno a adoptar medidas proteccionistas desde la celebración del Congreso Nacional del Aceite de 1924. Finalmente, y por Real Decreto de 8 de junio de 1926, se estableció la prohibición de importar semillas y frutos oleaginosos. 

Pese al paso del tiempo y los distintos usos que ha tenido el inmueble, en el interior de la fábrica se conserva una prensa de aceite de 1918, un legado de la familia Casanova para recordar el uso de la actividad aceitera que se llevó a cabo en este edificio y en el barrio durante más de 75 años. De hecho, la firma llegó a ser la primera de España por su volumen de trabajo y por su modernizada mecanización. Los tiempos cambiaron y en el 2000, el edificio fue rehabilitado y transformado en un edificio administrativo. Un nuevo uso para una fachada que todavía conserva esa tradición aceitera. 

Sin alejarse del barrio hay que visitar la antigua fábrica de Abonos José Campos Crespo, ubicada en el número 247 de la calle Islas Canarias. Su fachada puede pasar desapercibida si no se alza la vista, en cuya puerta se puede leer “Abonos José Campos Crespo”. Se trata de un edificio de arquitectura modernista industrial construido en 1913 por Demetrio Ribes, el mismo autor que diseñó la Estación del Norte. De hecho, los detalles arquitectónicos y decorativos, como las rosetas de color verde claro de cerámica, recuerda a su estilo y su modernismo vienés. Aunque antaño y como reza el lector de cerámica, fue un almacén de abonos químicos, hoy es un centro deportivo. 

En esa misma calle, en el número 4, se sitúa el antiguo almacén Viuda de Olmos y Cía. En el edificio, en un estado de abandono considerable, todavía conserva una cenefa de azulejos de estilo modernista en el que se puede leer “Viuda de Olmos y Cía”. Corresponde a una edificación de principios del siglo XX situada detrás del Palacete Burgos que pertenecía a lo que antaño fue un complejo industrial de la empresa Viuda de Olmos y Cª, dedicada a la carpintería y al almacenamiento de maderas.

Alejándose del mar y acercándose hacia la zona de Aragón se sitúa el lujoso hotel Westin. Sin embargo, su fachada conserva un cartel que mantiene viva la función inicial del edificio: Industria lanera valenciana. Un edificio que fue construido entre 1917 y 1921 por el arquitecto Alfonso Garín Ortolá en los solares que dejaron dos de los pabellones de la Exposición Regional de 1909: el Gran Casino y parte de la Gran Pista. Se proyecta en un contexto en el que la industria lanera era el motor de la economía (finales s. XIX principios del XX) en Alcoi, Morella y Valencia y las empresas se modernizaron, tanto en las maquinas como en los edificios, que muestran la grandeza para impresionar. A nivel arquitectónico se trata de uno de los primeros edificios realizados en València con estructura de hormigón armado y tiene un estilo Art Nouveau. Muy cerca de aquí se encuentra un rótulo con mucha historia: El Balneario de la Alameda. 

Aquella prosperidad gracias a la industria textil no solo se reflejó en las fábricas sino en el comercio. Tanto, que en el centro de València se pueden encontrar todavía letreros que recuerdan a aquel periodo, como es el caso de la Fábrica de Artículos de Piel Arturo Sanchis (Tapinería, 10), Tapicería - Alfombras JC (Maestro Clave, 8) o La Casa de las Pieles (Quart, 74). 

Para descubrir el siguiente rótulo industrial hay que dirigirse hasta el número 40 de la Avenida de Burjassot. En esa puerta con reminiscencias orientales, un cartel descolorido y desdibujado por el paso del tiempo reza “La Ceramo, fábrica de cerámicas y mayólicas” y sobre ella el escudo de la ciudad de Valencia, al que le faltan bastantes elementos simbólicos. Un rótulo que desde hace 169 años (1855) sigue vivo en esos muros que antaño acogieron la fábrica de Josep Ros Furió, un artista apasionado por la cerámica tradicional valenciana que quería recuperar la vieja técnica de los alfares musulmanes del reflejo metálico en la cerámica. No solo logró su sueño, sino que muchas de sus piezas todavía hoy decoran algunos de los edificios valencianos más importantes en la actualidad, como es el caso de Estación del Norte, el Mercado de Colón, el Mercado Central y el Ayuntamiento de Valencia. Un edificio que cayó en desuso en 1992 y que hoy se encuentra en grave situación de deterioro y abandono. 

Unos carteles que sobreviven en las fachadas de edificios como testimonio de una València que ya no existe y que, a través de ellos, invitan a descubrir la historia de la ciudad y de aquellos muros que todavía hoy resisten al paso del tiempo. Unos rótulos y tipografías que vale la pena conservar para guardar la memoria de aquella época. 

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