Un plano fijo de la puerta de la fábrica de fotografía Lumière mostraba en blanco y negro cómo decenas de trabajadoras y trabajadores terminaban su jornada laboral. Era muda y duraba 46 segundos, pero La salida de la fábrica (1895) marcaba el inicio del cine. Los hermanos Lumière lo concibieron como una moda pasajera y fue Georges Méliès quien aventuró su potencial como forma de entretenimiento y para contar historias. Algo similar ocurrió con la llegada del cine sonoro en los años veinte. Muchos creyeron que sería un fracaso y entre los actores y las actrices se produjo el pánico: temieron que sus voces no fueran adecuadas a los cambios. El éxito de El cantor de Jazz (Alan Crosland, 1927) disipó cualquier duda y marcó el fin del cine mudo. La historia se repite. El uso de la inteligencia artificial (IA) para mejorar el acento húngaro de Adrien Brody y Felicity Jones en The Brutalist o para ajustar la voz de Karla Sofía Gascón en Emilia Pérez ha reavivado el intenso debate sobre el uso de la inteligencia artificial en la industria del cine; el nuevo paradigma del séptimo arte.
Sin embargo, no todo es blanco o negro, y las nuevas tecnologías pueden contribuir a impulsar el cine de autor. «La IA permite soñar con menos límites. Para un creador independiente es fascinante, porque tienes la posibilidad de experimentar a unos niveles que antes eran prohibitivos por tiempo o por economía. Puedes realizar estilos visuales que, de otra manera, no podrías plantearte, porque tu presupuesto no es el de Disney o Marvel», explica el escritor y director Ferran Brooks, conocido por Zerø (2020), Chandrasekhar (2023) y Mom (2016). «Se ha puesto el foco en la IA, pero realmente lleva mucho tiempo entre nosotros y en un futuro no será tan controvertida», defiende el limeño, aunque valenciano desde que la ciudad lo acogió con apenas doce años.

- Ferran Brooks, creador, escritor y director -
- Alfons Rodríguez
Brooks lleva años experimentando con las herramientas generativas y cada vez están más presentes en sus proyectos. Sus primeras incursiones fueron en 2021 con H.P. Lovecraft Virtual Simulator y, a partir de ahí, ha ido avanzando hasta crear íntegramente un cortometraje con herramientas generativas. Se trata de Yôkai (2024), que ha sido galardonado en el festival de ProjectOdyssey.ai, organizado por CivitAI, con el segundo premio al mejor cortometraje de ficción narrativa, y y el premio al mejor worldbuilding. Un mundo digital que se asienta sobre el trabajo tradicional del mundo del cine: la grabación de las escenas con actores y actrices y esa sensibilidad hacia la composición y la luz. «Chandrasekhar, por poner un ejemplo, tiene un intenso trabajo de grabación de vídeo cuyas imágenes, luego, son transformadas con herramientas de GenAl (inteligencia artificial generativa)», comenta sobre el conocido video to video (V2V).
Bajo ese método trabaja con actores y actrices que son sustituidos por sus muñecos digitales para, por ejemplo, cambiar el vestuario o su voz sin perder la naturalidad de la interpretación. «No es un trabajo donde has puesto un prompt y se ha generado una cosa, sino que a raíz de un vídeo has definido, por ejemplo, un estilo artístico con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial». De este modo, crea localizaciones, modifica la luz o la atmósfera y moldea los personajes digitales a su antojo. «Mi estilo es muy orgánico porque, aunque trabaje en digital, se nota mi querencia a lo orgánico; ves cosas en blanco y negro, ves grano o que la utilización de la luz sigue siendo una perspectiva muy analógica, aunque es un trabajo con querencia digital», relata.
El debate ético de la IA
La IA es vista como la amenaza con la que ya se fantaseaba incluso antes de Matrix (1999), Terminator (1984) o 2001: Una odisea del espacio (1968). Fue el alemán Fritz Lang en Metrópolis (1927) quien imaginó un futuro donde la tecnología y la inteligencia artificial serían parte de la sociedad, y advirtió de que la relación entre esta y los humanos puede desencadenar consecuencias catastróficas de no manejarse adecuadamente. Es el caso del uso indiscriminado de software que no respeta el trabajo original de los cineastas y que llevó a Hollywood, en 2023, a cien días de huelga. Así, la creación de clones digitales de actores fallecidos o el uso no autorizado de la imagen y voz de intérpretes generaron polémica. Un caso sonado fue el de Scarlett Johansson, quien amenazó con demandar a OpenAI por, supuestamente, replicar su voz sin consentimiento.
Una problemática que Ferran Brooks soluciona en sus películas y cortos explicitando en el contrato que todo el material que se ha rodado con ese actor, actriz o performer solo puede ser utilizado para ese trabajo y jamás puede ser utilizado para entrenar a ningún modelo inteligente artificial. «En Estados Unidos no se estaba trabajando así, y es comprensible la preocupación y la adopción de medidas, pero en el caso de España el copyright está protegido añadiendo una cláusula en el contrato que aclare que su trabajo se circunscribe a ese proyecto y que su voz o imagen no será usada para entrenar otras IA», remarca. Lo hace achacando que «quien no ponga una línea así en un contrato es porque está pretendiendo hacer algo que no toca con el material grabado».
Una línea que no siempre es clara y que se diluye con la necesidad de Hollywood de rentabilizar sus procesos. En este sentido, Lionsgate ha entregado más de diez mil películas de su catálogo a Runway para entrenar modelos generativos personalizados que optimicen la preproducción y el trabajo de VFX. «Evidentemente la productora lo ha hecho de una forma legal, pero quizás podríamos pensar que no del todo moral, pues a los cineastas que crearon esas películas, entre ellos Rodrigo Cortés (Buried), no se les ha preguntado, porque la propiedad industrial pertenece a los productores, allí y aquí, así que no se puede hacer nada al respecto», lamenta. Asimismo, Brooks reflexiona que «los pagos por derechos de venta o explotación a plataformas tradicionales para los creadores suelen ser escasos, por lo que pretender que paguen por el entrenamiento de la IA es muy difícil».

- Ferran Brooks, creador, escritor y director -
- Alfons Rodríguez
Una mala praxis que atribuye a algunas situaciones que se dan en la industria del cine: «El enemigo no son los creadores independientes, como pueden ser el caso del uso de IA en la película The Brutalist, sino el uso y explotación para el aprovechamiento a nivel industrial de los derechos de los autores, performers, músicos, pintores, fotógrafos, actores, voces, sin pagar a los mismos. Esa es la gran lucha que hay que tener en cuenta».
En su opinión, poner freno a ese mal uso de la IA comienza también por la ética de cada persona. «El primer buen o mal uso de la IA empieza por uno mismo. Cuando tú alimentas la IA con trabajos de otras personas estás actuando de una forma dudosa, pero cuando tú la alimentas con tu propio trabajo, estás transformando y explorando, basándote en tu propia dirección artística». Por tanto, insiste, «el límite es el lógico. Si alguien copia tu cara o tu voz, tienes que estar protegido. El problema, a veces, tampoco es la IA, sino que cada país tiene una manera de entender la propiedad intelectual». Para poner solución a esta situación, el Congreso de Estados Unidos está evaluando un proyecto de ley conocido como No Fakes Act, con el que se pretende otorgar legalmente a cada individuo los derechos sobre su voz e imagen para ilegalizar su copia o uso en herramientas de IA sin permiso.
Mientras esa ley llega, los casos de vídeos deepfake se multiplican. Es el caso del vídeo que circula de Scarlett Johansson junto a personalidades de Hollywood de origen judío —como Adam Sandler o Steven Spielberg— llevando una camiseta con el dibujo de una mano con el dedo medio levantado, una estrella de David y el nombre Kanye en el centro. O el vídeo de Zelenski y Donald Trump pegándose. «Debe haber una etiqueta explícita de los vídeos generados con IA, porque hay gente que puede ser engañada, pero a esto se le debería haber puesto freno hace tiempo, porque hace años que se podían hacer cosas ya muy reales y no se pusieron medidas», denuncia.
Un cine cada vez más visual
Para Brooks el problema es que «la IA es una etiqueta que se ha puesto de moda ahora, pero lleva siendo usada más de treinta años. La diferencia —sostiene— es que ahora es más accesible a nivel usuario, pero las grandes empresas llevan sustituyendo caras, empleando filtros neurales o generando voces con inteligencia artificial desde hace más de dos décadas». Está en lo cierto, los efectos visuales y el CGI (Computer-Generated Imagery) han sido una parte importante del cine y desde hace décadas que se experimenta con ellos. Su primer uso significativo fue en la película Westworld (1973), que utilizó imágenes pixeladas para mostrar la perspectiva de un robot. Una tecnología que, curiosamente, fue empleada para películas experimentales o de bajo presupuesto, aunque, con el tiempo, se hizo más sofisticada y asequible, y, en la década de los noventa, los CGI se convirtieron en una parte integral de las películas de gran presupuesto, como Jurassic Park (1993) o Terminator 2: Judgment Day. Ahora, con las herramientas generativas, se multiplican las opciones. Por poner solo un ejemplo, en Dune: Parte 2 se emplearon algoritmos de IA para generar paisajes, personajes digitales y efectos visuales complejos, como colorear automáticamente los ojos humanos de azul.

- Humans, finalista del festival Odyssey en 2024 -
- Ferran Brooks
Una tecnología que no para de crecer y cuyos límites son inimaginables: «Prácticamente no estamos usando nada más que un pequeño porcentaje de su potencial, porque la IA es como un uróboro; se autoalimenta ella misma». Es decir, los Large Language Models (LLM), una forma de inteligencia artificial generativa, y las CGI están en constante aprendizaje entrenando con gigantescas cantidades de datos, pero pueden ser aún más eficientes a medida que los ordenadores avancen. «La tecnología va tan rápida que lo que hice hace un mes es viejo», confiesa. Una tecnología en la que España ocupa un lugar destacado gracias a la empresa malagueña Freepik, que ha evolucionado de ser un banco de imágenes y diseño a ofrecer una suite completa de herramientas basadas en IA, y a Magnific AI, fundada por Emilio Nicolás y Javier López, y que, desde Murcia, ha conseguido impacto a nivel internacional en películas como Here.
Otro de los medios crecientes es la creación de guiones empleando estas nuevas herramientas. Empresas como ScriptBook han desarrollado software de IA que puede analizar guiones y predecir el éxito potencial de una película, proporcionando a los estudios métricas que, tradicionalmente, solo se obtenían después del estreno. Un avance que lleva a una pregunta: ¿la IA hará guiones? «Hoy por hoy, la IA no está capacitada para hacer un buen guion, sino que puede ayudarte a mejorarlo. Ahora bien, seguro que en el futuro deberemos enfrentarnos a tal posibilidad». Ante este nuevo paradigma, Ferran Brooks vuelve a acogerse a la ley de propiedad intelectual: «Cuando registro una obra, subo un guion que tiene una trazabilidad. Si una persona utiliza Chat GPT, ese seguimiento es más complicado».
En esa nueva manera de contar historias destaca Next Stop Paris, la primera película que ha sido íntegramente realizada con inteligencia artificial, desde el guion hasta las imágenes. Una manera de crear que abre un nuevo debate: ¿se puede juzgar de igual modo una película hecha completamente con IA con una tradicional? «La calidad de la IA es como juzgar una película de 1922 con una moderna. En una película de 1922 salta el frame, la cámara se mueve mal e incluso puede estar mal iluminada. No importa; importa la historia», comenta. Por tanto, en su opinión, dependerá del trabajo realizado: «Si una historia conmueve o apasiona, da igual que esté grabada con una cámara fija, con cámara en mano, sea de animación… Hay muchas maneras de narrar historias, y la inteligencia artificial es una herramienta más, que nos ayudará a contar una historia».
Asimismo, augura que «seguirá habiendo gente que siga haciendo animación de plastilina, que siga contando historias en foto fija y en off, grabadas con forma tradicional, habrá celuloide, digital e incluso películas grabadas con móvil. Lo importante será que nos gusten o que no nos gusten».

- Ferran Brooks, creador, escritor y director -
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Precisamente, Ferran Brooks creció con el cine mudo de Fritz Lang, Friedrich Wilhelm Murnau o Gustav Meyrink y su El Galem. «Me gustaba La Guerra de las Galaxias, pero realmente descubrí que me fascinaba el cine mudo y las películas impresionistas alemanas de la década de 1920», relata. Además, de niño fue un gran lector de cómics franco-belgas (Tintín, Astérix,Alix...) y de manga, del que «no entendía nada, pero al ser tan visual podías hacerte una idea». Esa afición por los cómics le llevó, como a tantos otros de su época, a juntarse en Futurama, donde conoció al dibujante José Luis Zaragoza, quien le introdujo en el mundo de la publicidad. «En la década de los noventa, València era artísticamente muy viva, especialmente en el mundo del cómic», recuerda nombrando a MacDiego o Paco Roca.
Por su bagaje en el cómic, como autor y lector, y su conocimiento de la industria del celuloide, el paso más natural era probar suerte en el cine. Y así lo hizo. «Me gusta que, en mis creaciones, los géneros se mezclen. Siempre hay un componente fantástico, pero sobre todo social, porque me interesan las personas». Por ejemplo, Dragonet Primus habla sobre el maltrato infantil y el abuso dentro del hogar, o Life in Their Hands, sobre la donación de cuerpos a la ciencia.
Con esa visión del cine, en la que combina materiales tradicionales (actores reales, grabación con cámara, rodaje en estudio y elementos 3D/CGI) con herramientas generativas, Ferran Brooks trabaja en sus nuevos proyectos. Entre ellos, el corto documental Digital Times, dirigido por Nuria Cidoncha, y en el que Brooks utiliza las herramientas generativas para hablar de las fronteras entre lo real y lo no real desde la perspectiva de los recuerdos. Además, está produciendo una serie policíaca, Districte, hecha íntegramente con IA —los actores son reales— con la productora When Lights Are Low, y está desarrollando Outpost INC - Adventurers of the Unknown, una serie de terror fantástico para DreamFlare, «la plataforma de IA conocida como el Netflix de la inteligencia artificial». Además, también ha realizado los visuales para la exposición sobre el artista valenciano José Santaeulalia, que se puede ver en el Centro del Carmen de Cultura Contemporánea (CCCC).
Su pasión por el cine le lleva a recordar la película La Jetée, de Chris Marker, una obra experimental que mezcla la voz en off como herramienta narrativa, la fotografía fija como recurso estilístico-visual y la música como función dramática. «Durante mucho tiempo no se consideró ni cine, al igual que, durante mucho tiempo, la fotografía estuvo mal vista por los artistas y no se consideró un arte, y en la actualidad, La Jetée está considerada un clásico. Lo mismo ocurre con la animación, que fue tratada como un género menor durante mucho tiempo dentro del cine. Y ya con el tiempo evoluciona, es utilizada para explorar la narrativa y finalmente ya se ve como una herramienta más para contar una historia, al igual que ocurrirá con la inteligencia artificial», reflexiona.

* Este artículo se publicó originalmente en el número 124 (marzo 2025) de la revista Plaza