EL SUR DEL SUR / OPINIÓN

Peatonales, a martillazos

10/05/2020 - 

Si esta crisis nos ha convertido en digitales a martillazos, lo mismo sucederá con los espacios públicos: el desconfinamiento ha puesto en valor los espacios públicos y la necesidad de que determinados colectivos, y también la economía, tengan espacios públicos para sus actividades de ocio más básicas, como pasear o jugar. ¿Cuál es la conclusión de todo esto? Que durante este tiempo hemos tenido políticos poco valientes para asumir la peatonalización de determinadas zonas del espacio urbano o para impulsar o promover las nuevas formas de movilidad menos contaminantes. 

La crisis es una oportunidad. Hay alcaldes que la han aprovechado para habilitar durante estos días calles sin tráfico para que los niños pudieran jugar o los adultos hicieran deporte con la garantía de cumplir con la distancia social de los dos metros. Poco nos ha cundido el ejemplo por aquí. Ni Alicante ni otras ciudades han seguido el ejemplo. El deshielo para ganar espacios para la práctica deportiva ha sido a cuentagotas, desigual entre los ayuntamientos, quizás fruto de la falta de una medida superior que fijara usos y horarios de determinadas zonas.

Este nuevo panorama, que ha aflorado ahora con el desconfinamiento, no nos debería privar las asignaturas pendientes que tenemos en espacios de convivencia. No es de ahora. Cuando no hay políticas públicas en favor de ello, estos nuevos usos se imponen a martillazos, como la digitalización en el trabajo o en el sistema educativo.

Cito algunos ejemplos. La peatonalización de La Corredora en Elche o el centro de Alicante. Siempre fueron deseos, con mayor o menor intensidad, en función del signo político de cada equipo de gobierno. Ahora, el plan de la Corredora va a acelerarse después de las dudas planteas antes de elecciones de mayo de 2019. El centro de Alicante siempre fue la asignatura pendiente sobre la que los alcaldes de turno esbozaron proyectos que nunca ejecutaron para no enfrentarse a su electorado. Para no molestar.

Con las perspectiva que nos ha puesto la crisis del coronavirus, hoy esos proyectos son pura necesidad. Sobre todo, porque el comercio de proximidad va a tener en los años venideros una nueva oportunidad: se ha convertido en algo esencial (siempre y cuando también se digitalice) en tiempos de incertidumbre. El comercio de proximidad se ha convertido en un elemento esencial para determinados segmentos de la población, y en determinados lugares, cuando la movilidad está restringida. Lo hemos visto estos días. Tienen, por tanto, los alcaldes una oportunidad magnífica para revertir esos espacios no sólo a la gente, sino a la propia ciudad para que gane en amabilidad y comodidad, además de una nueva movilidad.

Hay ejemplos de éxito, y no muy lejanos. Por ejemplo, la arteria principal de Dénia, la calle Marqués de Campo, es, en fin de semana, un espacio de recreo y paseo para cualquier visitante o vecino. En su día, lo fue la calle Gambo de Benidorm. En ambos casos, vías comerciales. ¿Por qué no podría tener el mismo rol la céntrica Maisonnave en Alicante? Siempre faltó valentía para hacerlo; ahora es una oportunidad, como lo es la transformación de La Corredora en Elche. Y como esos hay muchos espacios que podría ganar una ciudad, por ejemplo, las franjas litorales. Cartagena o Cambrils son dos buenos ejemplos. Pero hace falta valentía y voluntad.

En todos los casos, esos proyectos de peatonalización deben ir acompañados del fomento de nuevas formas de movilidad: los carriles bici y el sistema de alquiler público de bicicleta. La implantación de nuevos carriles tiene pinta de conseguirse también a martillazos, a pesar de que somos conscientes, incluso antes de la coronavirus, de que los patinetes eléctricos ya campan a sus anchas. Les hemos puesto normas, pero no instrumentos de seguridad para que circulen. Y qué decir del servicio público de alquiler de bicicletas: Alicante debe ser de las pocas capitales de provincia que no cuenta con este servicio. Ni siquiera le ha dado una oportunidad a un sistema de alquiler de bicicletas eléctrico -como ya tienen muchas ciudades españolas y europeas- para salvar las altas temperaturas de verano, y las cuestas. Ni siquiera se ha intentado generar una red con San Vicente del Raspeig, El Campello o la Universidad de Alicante, espacios que generan flujos de estudiantes y personas que trabajan o se mueven en un radio de acción común. A nadie se le ha ocurrido.

Pues ahora que el silencio de estos días nos ha permitido escuchar cosas inapreciables desde hace muchos años, como el ruido del tren, o las campanas de una iglesia en una gran ciudad, y con el ímpetu que vamos a inundar las calles de terrazas, o se defiende la manguera del turismo sin distinción, a ver si nos acordamos de la gente que no tiene un espacio para andar o pasear, de las bicicletas, de los patinentes, y de los niños, y de los espacios públicos como una necesidad, una oportunidad de convivencia. Que no sea a martillazos, como el teletrabajo. Que sea para quedarse. Si queremos ser como Málaga o nos llenamos la boca de tener la EUIPO con no se cuantos eurofuncionarios, hagamoslo por convicción. 

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