VALÈNCIA.- Investigar el Franquismo sigue teniendo el problema de las fuentes y del acceso a los archivos. Documentos aún clasificados, otros perdidos o extraviados… Pese a todo, hay avances. Una prueba es La secreta de Franco (Espasa), del historiador Pablo Alcázar, el mejor estudio hasta la fecha sobre la Brigada Político-Social, el cuerpo policial que mostró lo peor de la dictadura
—La secreta fue una derivación de la División de Investigación Social, nacida con Primo de Rivera, cuya función era la represión pura y dura.
— Sí, la Brigada Político Social —oficialmente Brigada de Investigación Social— tiene unos antecedentes históricos, pero a diferencia de la División de Investigación Social, u otros cuerpos similares que actuaron desde Primo de Rivera a la II República, hay una ruptura porque se produce un golpe de estado, una Guerra Civil y una depuración de elementos republicanos dentro de la policía así que, en general, la policía de Franco está profundamente ideologizada, forma parte del bando vencedor, y actúa en consecuencia. De hecho, es la heredera directa del Servicio de Información y Policía Militar (SIPM), el servicio secreto franquista. Es verdad que los antecedentes de la BPS se remontan a Primo de Rivera, pero no se puede olvidar los cambios que hubo.
— Este tipo de policía ya existió en la República.
—Sí, pero sobre todo centrada en la represión del movimiento anarquista y obrero; no tenía esa vocación de perseguir a toda la oposición aunque, claro, hay cierta continuidad. Vicente Reguengo González, por ejemplo, uno de los grandes represores del Franquismo ya había sido condecorado por su actuación contra el movimiento anarquista y vinculados a la izquierda republicana.
— ¿La BPS era una anomalía dentro del Franquismo o solo su peor versión? En general, no parece que la policía en esa época fuera precisamente el C.S.I.
— Sí, pero la BPS no era solo una policía que se dedicaba a la tortura y la represión, también investigaba. Incluso había personajes muy curiosos como Eduardo Comín Colomer, obsesionado con la masonería, o Julián Carlavilla, el ‘teórico del exterminio’ según Paul Preston, que era gente culta, que leía y escribía libros, no simples matones. No hay que olvidar que también había una labor de análisis de la realidad o de diseño de estrategias, no todos eran simples torturadores, algunos aportaban la materia grís.
— ¿Qué papel jugó la Gestapo en la creación de la BPS?
— Es fundamental, aunque aún queda mucho que estudiar porque los archivos españoles o no se pueden consultar o no aparecen algunos documentos. Pero lo que se sabe a ciencia cierta, básicamente gracias a archivos alemanes, es que los mandos policiales nazis jugaron un papel muy importante. En 1938 hay un pacto entre España y Alemania de colaboración policial, tanto para buscar republicanos como para perseguir en España a posibles enemigos del régimen nazi. Incluso Himmler, después del Guerra Civil, hace una larga visita a España y se reúne con los máximos representantes del Régimen, entre ellos Franco. De hecho, Paul Winzer, responsable de la Gestapo en España, participó activamente en la formación de sus primeros miembros de la BPS. Al año siguiente es cuando se aprueba la Ley de Policía, en la que se ve claramente la huella de la Gestapo en el diseño. En el preámbulo de la ley se habla sin tapujos de «policía política», está clara cuál es su función.
— Años más tarde, contará con el apoyo de la CIA.
— Sí, Franco es uno de los ganadores de la Guerra Fría. España no podía entrar en la ONU y era un paria internacional, pero se reintegra plenamente en el orden internacional lentamente: en la ONU, en 1951, y el broche de oro es la visita de Eisenhower de 1959. Se sabía que había agentes de la BPS que habían ido a Estados Unidos a recibir formación, pero no había ningún documento que lo acreditara, y yo he podido encontrar algunos expedientes personales en los que se acredita que recibieron cursos de formación policía. Lo curioso es que estos datos salen de los archivos digitalizados de la CIA, que se pueden consultar en Internet, porque aquí es imposible. España, en los años 60, ha cambiado y se está consolidando el movimiento obrero y el estudiantil como oposición al Régimen, y eso obliga a la BPS a renovarse. Esa puesta al día pasa por la CIA, que se dedica a formar policías de dictaduras sobre todo latinoamericanas. Se pasa, por ejemplo, de primar la tortura psicológica sobre la física, lo que no quiere decir que desaparezcan las palizas. La BPS participa incluso en investigaciones internacionales, como la búsqueda de Lavrenti Beria, ex primer vicepresidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética, de quién se suponía erróneamente que había pasado por España. Entre la documentación hay hasta una carta de Joseph McCarthy. Lo que sabemos sobre la relación con EEUU, seguramente, es solo la punta del iceberg porque hay mucha información que no se puede consultar.
— Tu defiendes que lo importante de la BPS no son algunos nombres concretos y que han pasado a la historia, sino la estructura. No había manzanas podridas que se dedicaran a torturar o se les fuera la mano, el cesto estaba podrido.
— Exacto. Era una estructura al servicio del Régimen contra la oposición, contra todo tipo de oposición. Pero a veces se habla de los grandes nombres como Juan Antonio González Pacheco, más conocido como Billy el Niño, o Roberto Conesa, que se vendía como una especie de superespía, y se olvida el contexto. Claro que hay que estudiar las acciones individuales, pero no eran balas perdidas, eran piezas de un engranaje, el de la represión. Era una estructura muy amplia. González Pacheco, por ejemplo, era un mandado. Ingresa a finales de los 60 y estuvo apenas una década, pero no tuvo ningún cargo relevante ni ningún papel más allá de su eficacia al cumplir órdenes. Lo que pasa es que era un chulo, que daba su nombre a los torturados, y mucha gente lo ha podido reconocer en fotos al hacerse famoso, pero había muchos agentes que pasaban desapercibidos, y que luego vivieron su vida tranquilamente sin que nadie les molestara.
— Más allá del rechazo que nos producen estos personajes, no se puede olvidar que algunos eran realmente curiosos. Por ejemplo, Tomás Salvador, escritor que llegó a ser finalista del Nadal o ganador del Premio Planeta. También estaba Conesa, que era una especie de James Bond de la dictadura…
—O Eduardo Comín Colomer, por ejemplo, de quien hay un fondo suyo propio en la Biblioteca Nacional con más de 10.000 libros que su familia donó. No todo eran repartidores de hostias, otros se dedicaban al análisis y la investigación. No eran cuatro locos, había una estructura clara. Conesa, del que hablas, entró en el 39 y participa en el caso de las Trece Rosas y sigue en activo hasta la Transición. No digo que fuera James Bond, pero sí se infiltraba en muchos partidos, grupos de la oposición, viajó a varios países… y en la Transición fue utilizado por Martín Villa mientras Pilar Urbano creaba el mito del ‘superespía’ y blanqueaba su papel en la represión.
— No todo fueron éxitos. Está el caso del atentado de la calle del Correo, en 1974. ¿Hasta qué punto la investigación fue un fracaso y hasta qué punto se instrumentalizó conscientemente para actuar contra el PCE?
— Ocurrió un año después del atentado contra Carrero Blanco. Al principio el Régimen veía al nacionalismo vasco como una cosa de cuatro tarados que no iba a ningún lugar, así que lo de Carrero les pilla con el pie cambiado. Y luego llega lo de la calle del Correo, y la presión es enorme: recordemos que estamos hablando de un atentado de ETA con trece muertos a escasos cien metros de la puerta del Sol. El terrorismo era un tema en el que la BPS aún no se movía muy bien y no sabía qué hacer. Pero como días antes se había detenido a unos miembros de ETA con vinculaciones con el PCE, se decidió implicar al partido. Carrillo tuvo que escribir una carta diciendo que no habían sido ellos e incluso prohibió a los abogados del partido —Manuela Carmena entre otros— que defendieran a los acusados, pese a que sí habían defendido a los del Proceso de Burgos. Al final, la relación fue inexistente y, paradójicamente, se volvió contra la propia policía ya que daño su imagen de eficacia.
— Llegamos a la Transición, y lo que hay es una continuidad que pasa por la Guerra Sucia de los primeros años y llega hasta el PSOE y los GAL.
— La Transición heredó todo el aparato represor del Franquismo. La Guerra Sucia empieza a finales del Franquismo, y pasa del Servicio de Información del Alto Estado Mayor al Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), que se crea en 1977, aunque la Brigada sobrevive transformada en la Brigada Central de Información. Conesa, por ejemplo, tiene un papel relevante en la creación de los servicios secretos. Por supuesto, los agentes de la BPS son los mejor cualificados para las cloacas del estado, y más cuando no hubo ningún tipo de depuración. Hay mucha documentación que aún no se puede consultar, pero la vinculación con la guerra sucia, y casos de atentados de la extrema derecha, es evidente en muchos casos, y muy probable en otros. Por un lado están los elementos incontrolados, afines al Antiguo Régimen, y muy vinculados a la ultraderecha, pero otros son utilizados tanto por la UCD como por el PSOE.
— Insistes en las complicaciones para investigar.
— Si, las leyes españolas son muy restrictivas: hay que esperar veinticinco años tras la muerte de un agente para consultar su expediente y hay cientos de archivos aún cerrados, y luego hay que sumar que muchos documentos se destruyeron en la época en los llamados ‘hornos de la Transición’. Pero también hay expedientes que, simplemente, no están. Iba el policía de turno, lo pedía, y se lo llevaba a casa, como hizo Billy el Niño. Pero esto no es un problema exclusivo de la BPS, se da en todos los cuerpos.
— Y con estos antecedentes, ¿cómo ves la policía hoy en día? ¿Crees que realmente ha hecho el tránsito a la democracia o es otro cuento de Victoria Prego?
— Al no haber habido una depuración, al no haberse juzgado a algunos… Aunque es verdad que de esa época apenas quedan. Bueno, está Villarejo que empezó en la BPS. La policía de hoy no es la que era, obvio, pero también es verdad que otra policía fue posible. Ten en cuenta que todos los policías progresistas que intentaron cambiar algo fueron multados, expulsados, represaliados… El SUP (Sindicato Unificado de la Policía), que en su día era muy progresistas, no fue autorizada hasta 1984 y eso que se fundó en 1978. Insisto, no se puede comparar la policía de hoy con la de entonces, pero hay ciertos tics que han sobrevivido.