el sur del sur  / OPINIÓN

¿Merece la pena tener la agrupación socialista de Alicante?

24/07/2022 - 

Cuando alguien quiere dar un golpe de timón en una empresa, ficha a un nuevo director ejecutivo. Se entiende que es una persona de conocer el mercado, puede aplicar nuevos procedimientos a la compañía, mejorar sus resultados y sobre todo, hacer frente a las nuevas tendencias del mercado. Si no hay resultados, normalmente se le despide o se le recoloca, si es el caso.

Esa es la lógica de una empresa, muy diferente a la de los partidos políticos. La partitocracia, que todavía campa en la democracia española (y lo que rondaré) suele disponer en las organizaciones, más allá de las primarias, que en la mayoría de la casos tienen al aparato del partido detrás y puede -no siempre- decantar las mayorías. Sólo la excepción en su día de Josep Borrell, cuando venció a Joaquín Almunia, posteriormente truncada, y la de Pedro Sánchez, después de haber sido desahuciado de la sede de Ferraz, son los únicos exponentes de cuando un 'denominado' director general para el PSOE ha logrado imponer su modelo de partido y hacer oposición -o gobierno-.

Viene este recordatorio al caso por lo que estamos viviendo estos días en el PSOE de Alicante, un rara avis consentido dentro de la federación valenciana de la organización socialista. Ni siquiera los que han ganado unas primarias han tenido esa oportunidad de aplicar nuevas recetas, cambios,... En su descargo, tampoco han logrado empatizar con esa minoría mayoritaria de la que goza Ángel Franco y que ejerce con mano de hierro desde 1995 -con la derrota de Ángel Luna- con su denominado método de la tarjeta de crédito,  del cual han sucumbido todos los secretarios generales del PSPV. Yo te doy, pero después me cobro y te hago un envolvente a modo de controlar grupúsculos en la asamblea con la bendita aspiración de que algún día serán ediles, diputados, asesores en la institución provincial, Sindicatura de Greuges -cada día menos, tras los cambios en la RPT de la institución. etc. Sólo salió una vez, la de Gabriel Echávarri, y duró lo que duró por no hacer los cambios a tiempo.

Vista este modus operandi, repetida en múltiples ocasiones, quizás sea el momento de la propia organización y los militantes esperanzados en algún día en conseguir ese sueño de transformar lo que sea -la ciudad, la sociedad, las escuelas deportivas, el tráfico, las vías del tren de San Grabiel, lo que tengas en tus aspiraciones- de pensar si vale la pena mantener la agrupación socialista de Alicante. Con todo el respeto y las buenas voluntades de todos, ¿se le conoce algo bueno en los últimos años? ¿ha destapado un gran caso de corrupción que se ha llevado por delante a alguien? ¿ha tenido un gran alcalde? ¿ha aportado un buen dirigente a un gobierno autonómico o nacional? Es posible, pero hace 28 años. Desde entonces, todo ha sido el día de la marmota: primarias, ilusión, derrota y Ángel Franco cobrándose los intereses de la tarjeta de crédito: cambio de portavoz, y gana la banca.

Lo dije la semana pasada. No sólo Ángel Franco es el culpable, ni Francesc Sanguino era el candidato idóneo. Eso lo sabían la mayoría. Que nadie se sorprenda de esta crisis gestionada a lo slo-mo. Hay más responsables que ven esta situación desde hace tiempo y no actúan porque les conviene el silencio, y también le sacan partido al método de la tarjeta de crédito: apoyo a cambio de estabilidad. Pero llegados a este punto, habría que preguntarse si vale la pena todo lo que tiene después. No solo por los propios militantes de la ciudad de Alicante, que ya es bastante rémora ver la película repetida en más de una ocasión, sino también para el resto de la organización que ve lo de Alicante como un verdadero agujero negro que mina la moral, y que no se da (o se ha dado) en otras citas electorales. Y mira que el PSPV ha tenido plazas difíciles, pero algún momento y, por corto espacio de tiempo, ha logrado gobernar. O ha sumado en otro gobierno que no lideraba.

Lamento la dureza -estoy seguro que no hay mala intención en muchos-, pero la reflexión habrá que hacérsela algún día. ¿Vale la pena seguir así? En términos empresariales -que no es el caso- se habría empezado de nuevo. Por reputación. Y con sentimientos de por medio, con más razón.

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