Las similitudes entre Alicante y Málaga parecen no tener fin. Capitales/provincias con un modelo económico muy similar; con aspuestas tecnológicas y culturales, a pesar de la diferente intensidad e inicio del impulso; con aeropuertos potentes, pero también con idénticas asignaturas pendientes. Y una de ellas, la conexión ferroviaria doméstica, las conocidas Cercanías.
Hace tiempo que se comprometió el PSOE de aquí y Pedro Sánchez. También lo hizo el PP en su día. Otra cosa es el éxito. Pero la agran asignatura pendiente de la provincia de Alicante es el tren de cercanías, el que debería conectar el aeropuerto con los núcleos urbanos de Alicante y Elche, y posteriormente, su despliegue por el litoral, ya sea por el norte (Las Marinas) o por el sur (el eje Orihuela-Torrevieja).
Visto que el tren de la costa tiene muchas dificultades -Adif no está por la labor, como ha expresado en varios informes-, las esperanzas de la provincia de Alicante están puestas en la variante de Torrellano, que la conexion de Alicante y Elche con El Altet, lo que permitiría eliminar las vías de la fachada litoral por Sant Gabriel y Aguamarga. En los pactos gubernamentales del PSOE con Sumar figuran; otra cosa es que se acuerden y que lo ejecuten.
Viene todo esto a colación porque Málaga, la que podríamos decir, provincia melliza, también lo reclama. No solo los políticos, que hace tiempo que lo hacen y que hs sufrido la decepción de todos los gobiernos, del PP y del PSOE, sino que ahora es también la sociedad civil es la que se moviliza para que el Cercanías, que discurre de Málaga a Fuengirola, alcance también a Marbella. Más bien, son las fuerzas vivas de esta ciudad turística, otrora huracán de escándalos urbanísticos, las que se mueven. Es como lo hiciera Benidorm, que ya lo hace, como dejó patente Toni Pérez en la entrevista en Alicante Plaza.
El pasado domingo, El País se hacía eco de la problemática ferroviaria malagueña; la justificación del proyecto; los contextos económicos, social y político...y los intentos fallidos. Pero sobre todo, la necesidad de un pacto entre administraciones de distinto signo político para que el proyecto arrancara, después, insisto, de varios intentos, y cristalizara.
Y en Málaga, sucede como en Alicante: el proyecto está, figura en los presupuestos, pero no acaba de ponerse en marcha. Aquí la Variante de Torrellano se ha convertido en una espece de ruleta rusa, que tan pronto tiene noticias positivas como que aparece la electrificación del actual trazado del tren y deprime a los vecinos que ven un cuento de nunca acabar. Y solo hablamos de la Variante de Torrellano. El tren de la costa se ha convertido ya en una quimera. Han prometido un travía de Gandía a Dénia. En Málaga todavía tienen la suerte de que los turistas bajan del aeropuerto y pueden llegar en tren a la propia capital, Torremolinos, Benalmádena y Fuengirola. Lo del aeródromo ilicitano Miguel Hernández genera más impotencia todavía: las vías del tren pasan a 700 metros, pero nadie, nunca, ha intentado acercalas. Ese es el drama.
Oportunides sigue habiendo, para Alicante y Málaga. Los Next Generation para la descarbonización siguen estando ahí. Y los Presupuestos Generales del Estado siempre son una oportunidad, y en el contexto en el que se encuentra Pedro Sánchez -con las plazas clamando-, las próximas cuentas lo son. Buscar un pacto entre administraciones de distinto signo político sería complicado, pero darle un impulso al proyecto quizás lograría variar el relato que el PP ha simplificado en propagar que Alicante es la provincia 52 en inversión por habitante, de acuerdo con los datos de Ineca. El gran problema es si Málaga se convierta, de nuevo, en el competidor de la provincia de Alicante. Y ahí sí que lo tenemos complicado, gobierne quien gobierne.