El lunes comienza la semana grande del PP de Alicante. Después de dos congresos a la búlgara, la democracia se incrusta de lunes a viernes en determinadas sedes populares para elegir a los nuevos presidentes. Pero no olvidemos que todos los que ganen serán unos tapados. Lo que verdaderamente interesa, les interesa, que es ser candidato a la Alcaldía, no se presentan esta vez.
Como bien han recordado los dirigentes, especialmente el presidente provincial, José Císcar, una cosa es ser presidente local y la otra, bien distinta, es ser alcaldable. Todavía más diferentes es confeccionar una lista electoral. 'Un militante, un voto' es una fórmula a la que los populares recurren ahora, siempre que hay dos aspirantes, o tres, en liza, pero ya se aplicó en su momento: los más veteranos todavía tendrán en la retina las batallas de Elche (Manuel Ortuño/Mercedes Alonso); Alicante (Julio de España/Sonia Castedo) o Orihuela (Mónica Lorente/José Manuel Medina), unas con más final feliz que otras.
Ahora vuelven de nuevo, pero con muchos matices, pero sobre todo con gregarios, o tapados, como gusten. En Alicante ciudad, todos sabían que era un duelo fraticida entre Luis Barcala, portavoz municipal, y Carlos Castillo, vicepresidente de la Diputación. Castillo tenía más respaldo, pero Císcar le convenció para que se hiciera a un lado y apoyara una lista de consenso y de esta manera se recuperó a Toño Peral, un campsista reclutado en el despacho de Sánchez, que ahora se verá recompensado con un puesto de concejal en la futura lista. Pero el favorito, el tapado, es y sigue siendo Castillo: quiere ser alcalde, no lo esconde. Falta que los números le den en la encuesta que encargue Génova un año antes de la cita de mayo de 2019, y quién sabe si no se hace antes, como piden algunos barones locales atropellados por los gobiernos del cambio.
El rival de Peral en la contienda de Alicante es Francisco Maestre, a quién le gustaría ser el Pedro Sánchez popular y que la militancia hiciera valer su malestar en el voto secreto que ahora se le concede al afiliado de base. Pero ni es Pedro Sánchez ni en el PP existe la suficiente cultura del voto para expresar el malestar y dar un vuelco electoral: el PP sigue siendo un partido muy jerárquico y su militancia, demasiado disciplinada para generar un sorpasso interno. En todo caso, lo que se puede generar es que afiliado no acuda a la cita con la urna si no le gusta lo que se ofrece. Se dice en los mentideros que el tapado de Maestre es Rafael Ballesta, un agente inmobiliario afincado en la Rambla. Al menos, figura en su candidatura, le acompaña a los actos. No sé si al señor Ballesta una inoportuna dolencia ocular le incomoda durante estos días, pero no le favorece mucho posar con gafas de sol dentro de la sede de un partido. Para hacérselo mirar, si las ambiciones son deslumbrantes, como algunos le atribuyen.
La batalla de Elche la ha descrito muy bien este sábado nuestro compañero Pablo Serrano con su análisis titulado Juego de Tronos. Lo que sorprende a estar alturas de la frágil democracia interna del PP es que haya candidatos como Mercedes Alonso que rehúya el debate público. No sé...Mercedes tiene muchas cosas que defender, sobre todo de su gestión al frente de la Alcaldía -es la misma que la de Pablo Ruz-, pero claro está que su estilo de hacer política no es lo mismo aplicarlo a sus propios compañeros, que al rival ideológico, la izquierda, de ahí que declinara la invitación de Teleelx. Ellá sabrá. Desde luego, está claro que no es la favorita del PP provincial, como ya se vio en el congreso autonómico, donde quedó relegada, y si se hace con la presidencia local, pondría en un brete a la cúpula de José Císcar. Ruz, en este caso, es el tapado, y la esperanza para muchos.
Y la tercera batalla en discordia es la de Orihuela, donde el PP, tanto el regional y el provincial, tienen, aunque no lo reconozcan, todos los huevos puestos en la cesta de Dámaso Aparicio, presidente local en funciones y quién tuvo que recoger los restos del partido en Orihuela y recomponerlo tras el desastre del lorentismo. El alcalde de Orihuela, Emilio Bascuñana, que ha lanzado a su tapado, Víctor Valverde, no ha sabido leer la cultura política del PP, aunque en la capital del sur todo es posible. El alcalde debió ejercer de alcalde y no inmiscuirse en batallas del partido: cuando tiene la vara de mando en el PP es muy difícil que se la quiten, a no ser que la gestión sea muy desastrosa y se vea salpicada de algún escándalo, como le sucedió a Medina, o se pierda en las urnas sin una mayoría absoluta. Bascuñana debió tener altura de miras, exigir estabilidad y haber negociado una cuota mayor en la futura lista a cambio de evitar la votación del próximo lunes. Hubiera sido un buen colofón a la guerra de los sms, esa que destripa las vergüenzas del equipo de gobierno oriolano, y que Bascuñana ha utilizado con mucha torpeza para sus intereses. No lo digo yo: lo transmite el propio PP que ha perdido mucha confianza en el todavía su alcalde de Orihuela. Al tercer pretendiente en discordia, Andrés Ballester, como a Enriqueta Seller en Elche, le toca hacer de comparsa, o de Patxi López, aunque no se sabe muy bien para quién. Veremos qué pasa, pero una herida mal curada puede dar alas a Ciudadanos.
Pasa lo que pase, la semana grande del PP será un ejercicio de democracia parcial. Lo bueno está por venir, será por septiembre u octubre de 2018, si no se adelantan los acontecimientos, y los tapados resucitan antes de hora, como todo hace indicar. Lo que sí será curioso es saber los registros de participación (y de obediencia del pago de la cuota) para comprobar en qué estado de avance se encuentra la cultura democrática del partido y si el grado de militancia popular es religiosa o sólo de postín, como de momento ofrecen los primeros datos. Suerte a todos.