Aunque a la hora de intentar perfilar un sujeto político trans coherente ya he tratado en parte este tema, probablemente el común de quienes me leéis os sigáis preguntando qué es lo que queremos, lo que necesitamos y exigimos (deberíamos exigir) realmente las personas trans, un tema evidentemente delicado sobre el cual, al declinar arrogarme ninguna representación, sólo me puedo arriesgar a dar una serie de apuntes básicos susceptibles de poder ser completados, los cuales, en este caso concreto y por su misma naturaleza especulativa, no podré aquí y por ahora dotar de toda la concreción que sería deseable. Quienes me seguís observaréis que, una vez más, no tengo más remedio que hablar de leyes y, como ya me habéis leído en el artículo anterior, sigo y seguiré defendiendo que la opción ideal sería derogar la mal llamada Ley Trans y sustituirla por otra más acorde con nuestro Sujeto Político Real y nuestras aspiraciones más básicas, pero, aprovechando este último espacio que se me ofrece, sí quiero ver la posibilidad de explorar otras soluciones menos cruentas.
En principio los derechos económicos, sociales y culturales de las personas trans, como parte integrante que somos de la ciudadanía española, deben incluir inexcusablemente los mismos derechos generales que se definen como deseables para el resto de la ciudadanía, tales como el de derecho a la alimentación, derecho a la vivienda adecuada, derecho a la educación, derecho a la salud, derecho a la seguridad social, derecho a la participación en la vida cultural, derecho al agua y saneamiento, y derecho al trabajo.
¿Pero, aparte de estas necesidades generales, cuáles deberían ser nuestras reclamaciones específicas?
Para empezar, y como primer paso, no puedo dejar de recordar una vez más que somos nosotras, las personas trans, quienes debemos comenzar haciendo un ejercicio de fortaleza para quitarnos las anteojeras que nos han sido colocadas durante ya demasiado tiempo y encarar de una vez por todas nuestra desnuda realidad, que no es otra que la que ya os he expuesto en otras ocasiones: Mediante este sujeto político ficticio que otros han creado para nosotras y utilizado durante los últimos años, y que debemos ya de una vez empezar a desactivar si de verdad queremos lograr la consecución de nuestros derechos y reclamaciones, se nos ha conducido y empujado a las personas trans a perder el tiempo. Se nos ha embaucado y redirigido para reclamar un pack de necesidades creadas, ficticias y superficiales, en las que las consabidas definiciones acientíficas, el colorido y la purpurina enmascaran y recubren un absoluto e inoperativo vacío.
Utilizando esta épica y cautivadora puesta en escena, nuestras necesidades básicas y reales han sido desviadas y dejadas de lado, llevándonos a enfocar nuestro activismo en un conjunto ridículamente atractivo de banalidades cosméticas convenientemente malperpetuadas, relegándonos además a las personas trans a representar un eterno e interesado papel de víctimas que -eso no podemos negarlo- muchas de nosotras han asumido con verdadera buena fe, dedicación y delectación como una parte más del todo integrada en la maquinaria que conforma y respalda este falso y autocomplaciente sujeto trans y en un todavía más autocomplaciente y desactivado transactivismo. Un transactivismo utilizado, al igual que otras luchas igual de importantes, como funcional y perfecto brazo político de ciertas ideologías pretendidamente progresistas. Un transactivismo subordinado y encadenado, un transactivismo de opereta al que, en un obligado ejercicio de sutileza, llamaré simplemente "profesional".
Y lo siento y no dejaré de decirlo, porque no nos queda otra: Ya es hora de abandonar este camino inútil y hora de que las personas trans retomemos y comencemos a usar nuestra propia voz y recordemos y comencemos a esgrimir y utilizar nuestra verdadera fuerza, porque, lo repetiré una vez más y todas las que nos sean necesarias: de una vez nos tiene que quedar claro que nadie más lo va a hacer por nosotras.
¿Y cuáles deben ser estas reclamaciones realmente prioritarias, partiendo naturalmente del sujeto político real y efectivo ya descrito en el artículo anterior?
Nuestro derecho al empleo, enfocado a nivel específico, debe ser por justicia y pragmática utilidad uno de nuestros principales caballos de batalla. Se trata de reclamar activamente en lo posible y con la más absoluta urgencia la seguridad de poder contar con los medios básicos para subsistir y llevar a cabo una vida plena, digna e integrada en sociedad. Al igual que le sucede a una gran parte de la ciudadanía española, nos puede costar conseguir un empleo digno por los efectos de una economia actualmente en fase de recesión, pero ni podemos ni debemos tolerar ni permitir de ninguna manera que esta situación vital se deba a nuestra condición de personas trans.
Porque, y esto sí lo puedo decir, las personas trans estamos ya cansadas de las eternas largas, de las eternas justificaciones y lloriqueos por parte de políticos y altos cargos de responsabilidad pertenecientes a esas formaciones que pretendidamente están de nuestra parte, eternas diatribas sobre que "el empleo para las personas trans es un tema muy difícil de abordar y hay que tener mucha paciencia". La misma que ahora os habla se ha visto más de una vez en la frustrante circunstancia de tener que escuchar estas palabras y otras parecidas de labios de determinados altos cargos de mi Comunidad Autónoma que ostentaban en su momento las mayores competencias sobre el tema.
Naturalmente y como habréis adivinado, éstas no son más que excusas de manual para justificar su total pasividad y nula voluntad de avanzar. ¿La razón? Instrucciones políticas venidas de "arriba", manual de estilo o, simplemente, esa endémica dejadez y tendencia a no tocar nada que se da en todos los campos controlados por la política, la típica actitud de no moverse y dejar las cosas como están. Ya sabéis: el que se mueve, no sale en la foto.
En nuestro caso, en el campo de las acciones y estrategias de empleabilidad, como mucho nos podemos encontrar con la ya manida serie de "programas de empleo trans" de naturaleza temporal que dan cabida a un número muy limitado de personas que podrán trabajar tres meses, seis meses, un año, en concierto con determinadas empresas privadas a las que hay que agradecer su loable buena disposición. Se trata de programas además dependientes de las muy variables partidas económicas asignadas a este tema dependiendo del Municipio o Comunidad y, naturalmente, de la ideología de la formación política que ejerza el gobierno y maneje los presupuestos en ese momento. Tampoco olvidemos los cursillos de inserción y las desgravaciones e incentivos económicos dirigidas a las empresas que contraten a personas trans.
En resumen, se trata desgraciadamente y ante todo de socorridos parches bienintencionados, medidas superficiales de remarcable carácter temporal utilizadas para justificar estas partidas económicas generalmente manejadas por departamentos oficiales y colectivos "activistas" dependientes que, a nivel local y autonómico, teóricamente se deberían ocupar y partir el espinazo por nuestros derechos, esa labor que es precisamente por la que se les paga.
No es para nada mi intención menospreciar ni denigrar estas medidas que son por ahora lo único que tenemos y también las únicas medidas que desde colectivos no dependientes políticamente podemos pelear por ejercer, pero sí que desde aquí no tengo más remedio que poner en duda su efectiva eficacia. Se trata de una serie de tácticas que, en la práctica, aparte de la modesta ventaja curricular de estos programas de empleo temporales, resultan al final tan inmensamente eficaces y operativas como pintar un banco de arco iris y que te lo rayen al día siguiente. No está mal recordar que, aunque los gestos son valiosos, de los gestos nadie come.
Digámoslo claro, de una vez: a ninguna ideología ni formación política con poder actualmente en España le conviene que el empleo de las personas trans se naturalice socialmente.
A las unas, las que ejercen un determinado "progresismo" a su conveniencia, les viene de perlas perpetuar esta situación de dependencia para poder controlarnos y utilizarnos como sufrido brazo político y también para reforzarse una pretendida ascendencia moral de cara a la sociedad, esgrimiéndonos como una de tantas "luchas sociales" que puedan en conjunto seguir mostrándoles en público como "los únicos defensores de los derechos humanos" y manipulando de paso nuestro activismo para no enervar a la parodia de feminismo que defienden y que les sigue procurando suculentos réditos electorales.
A las contrarias, las que en estos momentos intentan disfrazar dialécticamente su involucionismo en el nombre de una paródicamente llamada “guerra cultural”, para impedir que nos integremos en sociedad y, como grupo humano mal visto y satanizado durante siglos por esa falsa e irracional moral farisea unida al anticientifismo y binarismo férreo que defiende y define su política social, seguir negando nuestra existencia y derechos para seguir manteniéndonos en los márgenes de la sociedad.
Mirando mucho más allá de las medidas señaladas anteriormente, queda claro que al final deberemos ser las personas trans y nuestros representantes no dependientes quienes debemos arrogarnos esa ambición de la que otros carecen. Necesitamos y debemos reclamar y forzar una legislación activa y específica de empleo a nivel nacional de inserción y naturalización, una verdadera y ambiciosa intervención quirúrgica a nivel legal que tendrá qué conjuntarse y simbiotizarse con leyes generales de empleo ya existentes, que deberán ser adaptadas para integrar a un nuevo grupo social tan recientemente constituido como el que las personas trans representamos en este momento. Incentivos sí, pero también punitividad ejemplar contra la discriminación por identidad de género, tanto a la hora de admitir en un puesto de trabajo a una persona trans como a la hora en la que un trabajador o trabajadora decida libremente empezar su transición y desarrollar su vida laboral en un ambiente de integración sin ningún tipo de "inconvenientes ambientales".
También urge desarrollar una férrea estrategia de discriminación positiva a la hora de optar por ciertos empleos a nivel institucional, una medida para algunos impopular y para mí del todo cuestionable, pero que en estos momentos reconozco del todo necesaria y de la que debemos ante todo destacar su coyunturalidad, circunstancia que también debería ser ejemplar para todas las medidas de discriminación positiva existentes en nuestro país en la actualidad. Se trata de evitar así, como en otros casos de sobra conocidos, que estos privilegios temporales aplicados para la consecución de un objetivo determinado se conviertan en derechos adquiridos por arte y magia de la conveniencia política.
Proponemos además la eliminación de foto e indicación de sexo a la hora de presentar currículum en cualquier empresa, el llamado currículum ciego, utilizado ya en otros países avanzados.
Se deben legislar y establecer en lo posible medidas para paliar activamente las oleadas de desabastecimiento farmacológico que periódicamente sufrimos las personas trans. Se deben también facilitar los medios para realizar una investigación seria y rigurosa sobre medicación específica para las personas trans y sus efectos con vista a mejorar nuestros tratamientos, ya que la medicación que se nos receta y utilizamos actualmente es medicación indicada en principio para mujeres cis con menopausia u hombres cis con problemas de infertilidad aparte de diversos desarreglos hormonales, y parte de ellas resultan contraindicadas para el metabolismo de algunas personas trans, pudiendo en algunos casos el medicamento recetado llegar a ser perjudicial para nuestra salud.
También se debe difundir y potenciar toda información sobre el apoyo psicológico como herramienta de extrema utilidad a la hora de facilitar la transición y peripecia vital de las personas trans, una herramienta que nunca deberá ser mal utilizada como condicionante por los profesionales que la proporcionan. Ni estos profesionales ni las administraciones deben nunca tener poder de decisión sobre nuestras opciones de vida, poder que, llegado su momento, natural y únicamente puede y debe ser ejercido por la propia persona afectada.
Se recomienda la adopción de medidas legislativas para la eliminación del género en los documentos de identidad. Una medida simplificadora ya existente en países como Alemania, Italia y Serbia, y que en otros países se está comenzando también a implementar. Con esta medida se eliminarían de un plumazo todos los problemas y procesos administrativos relativos al cambio del género a nivel registral.
Continuaremos próximamente, en la segunda parte de este artículo.