Hemos llegado al ecuador del mandato: y sólo veo una conclusión, el choque de trenes entre lo nuevo y lo viejo es más intenso que nunca y lo peor, es que no se aprecian vías de acercamiento o destensamiento por ninguna parte.
Creo que el acto que lo resume todo fue la presentación, por parte del presidente de la Diputación de Alicante, César Sánchez, de su plan de inversiones para lo que resta de curso: el Plan Vertebra. Sánchez quiso darle, como siempre, un barniz de nueva política, con vídeo y presencia de todo su equipo al completo, pero sus palabras y las preguntas posteriores, le delataron: no hay entendimiento posible con el resto de fuerzas políticas, ni con el Gobierno valenciano,... Además, el PP ya tiene el diputado 16, el tránsfuga Fernando Sepulcre, y se esfuerza lo justo en lograr el conseno.
Sólo han existido buenas palabras que al final del trayecto -a la mitad del trayecto- han puesto al PP más en el PP y al resto de la izquierda, más en la izquierda. No hay punto intermedio de acuerdo. Ha tenido la oportunidad con el PSPV de Chulvi, y tampoco han aprovechado.
Pero lo mismo podríamos decir algunas medidas del Gobierno del Botànic, que debió buscar consenso en sus cambios de ciclo, como en el decreto del plurilingüismo o el uso administrativo de las lenguas, y sobre todo, como ya he dicho en multitud de ocasiones, más comunicación y mejor pedagogía.
En el caso de la Diputación de Alicante, la negativa de sus responsables a colaborar en el Fondo de Cooperación Local no ha hecho más que confirmar que el PP no quiere acuerdos de ese calibre, o mejor dicho, no va a respaldar medidas de este Gobierno valenciano, y que va a hacer de su política, y de su territorio, Alicante, el hecho diferencial, en identidad y el modelo de gestión. Y visto lo visto, no tiene visos de solución, ni por el gabinete de Sánchez, por mucho que ha disimulado en las formas -el martes ya no lo pudo ocultar, vino a decir "que las administraciones no son iguales"-, ni tampoco por la otra parte... De momento, Ximo Puig tampoco no se digna a visitar el Palacio Provincial (sólo lo ha hecho Mónica Oltra). Así, en el bloque total, no emerge ningún líder que sea capaz de unir los cabos de la cuerda.
En algunos cosas, la institución provincial tuvo razón al principio porque el Botànic confundió las formas, pero en otras, como la política de coordinación de políticas turísticas o de otra índole, no, en mi modesta opinión, amén de lo que digan los tribunales más adelante. Y sí, en eso tiene razón Sánchez, las competencias que uno asume y no les corresponden deben venir con financiación (tipo XarxaLlibres o gestión de centros sociosanitarios), pero el diálogo lo solventa todo, pero ni por esas.
Y ese mismo encontronazo institucional que estamos viviendo en lo político, se están dando en las patronales de la Comunitat Valenciana. Se reproduce el modelo anterior, de lo nuevo contra lo viejo. Y claro está, en el este caso la CEV de Salvador Navarro se está erigiendo en lo nuevo, a la que se ha sumado el comercio de Facpyme, otrora guardián del alicantinismo y azote de las grandes superficies y de la banca. Algo debe estar cambiando cuando hay más asociaciones sectoriales que se están incorporando a la CEV y están dejando a Coepa, compuesta y sin novio. CEV tiene proyecto, Coepa sigue en modo salvación. Y en el fondo, no deja de ser un debate parecido al de Diputación versus Generalitat: territorialidad y singularidad, frente a versatilidad y potencia. CEV quiere una gran patronal de sectores, pero con una única voz; Coepa quiere singularidad. Lo nuevo contra la viejo. La Diputación contra la Generalitat. O viceversa.
El director del Teatro Principal de Alicante, Francesc Sanguino, vuelve al centro de diana política, que no la cultural. Las cuentas del coso alicantino le han puesto en una situación complicada, sobre todo, porque él mismo se puso un objetivo muy elevado: hacer rentable el teatro. Y es muy difícil conseguir ese objetivo y cambiar la dinámica de 20 años atrás cuando los criterios para programar han sido otros y con un presupuesto muy modesto, 240.000 euros. Cuando la Conselleria de Cultura le ha dejado un poco en el culo en el aire, Sanguino debió a anticiparse a los acontecimientos y saber virar con antelación para mejorar los ingresos. De lo contrario, ya sabía que lo esperaba: críticas a raudales. Al Principal de Alicante había que entrar con mano izquierda, pues no es fácil convertir un teatro de varietés y espectáculos comerciales de la Villa y Corte en un teatro de programación arriesgada. Quizás, el objetivo de Sanguino fue demasiado ambicioso y debió saber que los experimentos se hacen, por desgracia, en el Teatre Arniches. Sanguino está señalado, pero tiene dos años para revertir la situación y eso sólo tiene un camino: lograr el equilibrio entre los ingresos y una programación atractiva, y a la vez con un toque diferenciado. El dramaturgo no está en una empresa privada, por mucho que le afeen las cuentas, pero debe saber que los que le critican tampoco están para dar lecciones de gestión. Por tanto, no debe caer en el mismo error a sabiendas de que no se puede permitir un agujero de 800.000 euros. La izquierda transformadora vino para la cambiar el contenido, y el continente. De lo contrario, le puede pasar factura.