ALICANTE. Para algunos artistas, el confinamiento fue sinónimo de bloqueo mental. Para muchos otros, en cambio, una fuente de inspiración. En este segundo bloque, se incluye Rubén Yuste (Alicante, 1976), un dramaturgo y director —entre otras facetas creativas— que, encerrado en su casa, empezó a imaginar cómo sería un Madrid contagiado, en un futuro distópico y con las desigualdades actuales llevadas al extremo. Plasmó entonces su delirio en un guion y, un año y medio después, Ernesto Solo (San Vicente, 1969) y Paco Peraile (Elche, 1972) se preparan para darle vida, por primera vez, en su ciudad natal. Las cuatro torres, producida por la compañía local Doble R Teatro, se estrena este viernes 1 de octubre, a las 20 horas, en el Aula de Cultura de Alicante.
Un alto ejecutivo y un hombre sin techo. El poder y la pobreza. Ambos en exceso. El primero, autómata, distante, atrapado en su trabajo. Un ser acomodado en su estatus y despegado de los problemas de su entorno. El segundo, tan solitario e invisible como inteligente y reflexivo. Paradójicamente, parece feliz con lo que (no) tiene. Se conforma con el lugar al que la humanidad lo ha relegado. “Desde las escaleras de la planta 17 de las cuatro torres, es imposible distinguir los barrios ricos de los pobres. La ciudad se ve como una alfombra de edificios, aunque, al ras del suelo, el contraste es salvaje”, revela la sinopsis.
Un contraste que, directamente o de pasada, plantea grandes cuestiones existenciales: ¿se ha normalizado la pobreza?, ¿predomina el individualismo frente a la identidad colectiva? Y la eterna pregunta: ¿da el dinero la felicidad? Quizás el espectador encuentre algunas respuestas en la obra. El propio autor, de hecho, ha reconocido seguir obteniéndolas en los ensayos y en la relectura del texto, porque contemplar Las cuatro torres es debatirse constantemente entre la realidad y la ficción.
La conversación entre el mendicante y el rico constituye el eje vertebrador de la obra. Un texto que, según su artífice, “toca todos los géneros”, incluida la comedia. “No es un drama puro. La obra saca una sonrisa a través de las situaciones que viven los dos personajes. Lo que queremos es que la gente la vea y la disfrute”, explica Yuste. Y entre esos diálogos, se descubre quién es quién y por qué está dónde está en ese “giro final” del que prefiere no revelar nada.
Lo que sí avanza el autor —aunque sin entrar en detalles— es que se trata de una obra interactiva. Además de los dos personajes físicos, existe un tercero de carácter colectivo y cambiante: el público. “Queremos que la gente sea partícipe”, asevera. Por eso, especialmente en la parte final de la obra, “la sociedad tiene que tomar partido”, como debería tomarlo en la vida real. “Se habla mucho de la pobreza y de los pobres que hay por las calles, pero nos hemos acostumbrado a pasar por delante de ellos y no hacerles caso, a no mirar y, al mismo tiempo, a preguntarnos qué hacen ahí, por qué no se hace nada… Se trata de despertar al espectador y mostrarle eso en clave de drama social, pero también de comedia”, precisa.
Rubén Yuste se inició en el mundo de la interpretación realizando cortos y largometrajes para un público adulto. Luego, se cambió al género familiar y empezó a preparar musicales, que es lo que, actualmente, sigue girando por todo el país. El cambio de registro, por tanto, llegó con el encierro y el tiempo que este le confirió: “Nunca tenemos un parón así, por lo que pensé que era el momento”. El momento de recuperar ese público y de crear “una historia que tuviera un poso social”. Para ello, fundó Doble R Teatro, una compañía a medio camino entre Alicante y Madrid dedicada a los espectáculos de corte adulto. El de Las cuatro torres es, así, el primero de otros proyectos en marcha. Después del estreno, viajará a la capital porque allí se sitúa la trama. Solo entonces, arrancará una gira nacional dispuesta a remover conciencias y a suscitar reflexiones.