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el sur del sur  / OPINIÓN

La comunicación Educación-Empresa

2/06/2024 - 

Escucho en la radio un anuncio de la Asociación de Empresas de Áridos que pide a los futuros alumnos de Formación Profesional que se intereses por los ciclos de su sector, el de las Minas, y que si puede se matriculen en ellos. Todo un síntoma del momento en el que vivimos. Hay trabajo en casi todos los sectores, en algunos casos, muy bien remunerados, pero está la dificultad de hacerlos atractivos. Incluso en el anuncio se habla de los buenos sueldos y la estabilidad que tendrán los futuros jóvenes que opten por esta vía de formación, y su futura empleabilidad.

Lo de ese anuncio es un síntoma de la flaqueza del sistema. No de ahora, ni de hace cuatro años. En el caso de la Comunitat Valenciana de muchos años, exceptuando las zonas más industriales dónde sí ha existido una cultura de que la Formación Profesional era una buena vía, sólida y bien remunerada, para lograr un trabajo. Estoy seguro que no es ninguna novedad en el área metropolitana de València, ni en Alcoy, ni Elda, o en la Vall d'Uixó. Quizás el déficit ha estado en otras comarcas donde el sector servicios, dominante, casi nunca se preocupó por la formación. Y si lo hizo, fue en casos muy específicos y por necesidades de contextos económicos adversos. 

Es verdad que todo ha cambiado tras el covid y que la generación de jóvenes de ahora no tiene nada que ver con la anterior, ni siquiera con la de sus padres. También escucho en diferentes programas de radios muestreos de cómo se sienten los jóvenes y sus dificultades para encontrar trabajos cuando menos bien remunerados o condiciones de trabajos más flexibles. Pero ni una cosa ni la otra. Conclusión: estamos en una etapa de reequilibrio de la oferta y la demanda en el mercado laboral. Por una parte, tenemos una generación, quizás la anterior a la de la pandemia o la posterior a la de la crisis financiera, muy formada con un mercado laboral que aún es incapaz de absorber una falta de mano de obra, intermedia, sin tanta formación superior y quizás más profesional. Lo que toda la vida se ha llamado los oficios tradicionales, a los que ahora hay que sumar los empleos surgidos con las nuevas tecnologías o las nuevas formas del cuidado o dependencia (lo de los médicos merece otro debate, más allá de que la actual Gobierno valenciano lo sabía -que faltan- y que ahora le va explotar en las manos).

Lo más fácil en este caso es culpar al sistema educativo, que posiblemente tenga parte de responsabilidad. Pero también a la empresa no puede escapar de su resposanbilidad. Si el sector de los áridos, como decía, ha tenido que recurrir a cuñas publicitarias para que los futuros alumnos se matriculen en sus ciclos, es que algo también ha fallado antes. No es algo exclusivo los oficios de la órbita de la construcción. Pasa en la mecánica, el calzado, los conductores, ...por no citar a la agricultura. Ahora estamos en un punto de inflexión porque hay un elemento, que es la tecnología, que puede hacer que esos oficios sean más atractivos. En algunos casos. Pero sí que es verdad que ha fallado la comunicación entre el sistema educativo y la empresa. Ambos tienen su parte de responsabilidad. La educación debió ser más flexible hacia el mercado; el sector empresarial más proactivo, no solo en buscar esa simbiosis, sino en hacer pedagogía que su sector era, cuando menos, interesante. Y no ahora, si no siempre.

Pero tanto empresa como educación se topan con una realidad, que es la generacional. Los jóvenes del futuro tienen una concepción del trabajo que es muy diferente que la de sus progenitores: quieren jornadas bien definidas, condiciones claras, y a ser posibles buenos sueldos. No es fácil. No es necesario ser un lumbreras para descubrirlo. Solo hay que conocer un poco la realidad en la que se mueven. Es cuestión de tiempo. De adaptación. Hasta dentro dos o tres años no tendremos a esa parte de la juventud que ha optado por la Formación Profesional para su futuro empleo. De existir esa mejor simbiosos entre empresa y educación, también debiera ser el sistema público educativo el que, como Alemania, recomienda a los alumnos un itinerario laboral acorde con sus destrezas y motivación, y no dejarlo al arbitrio de los padres, que a veces quieren a los hijos en la universidad por orgullo (de los padres). Después vienen los desengaños. 

Está claro que no es fácil. Mover un trasatlántico de esa envergadura (como el sistema educativo) cuesta, y máxime con un cambio generacional tan evidente. No es fácil ni siquiera en una empresa familiar, como quedó patente el pasado jueves en la jornada celebrada por Aefa en Dénia. Si la empresa familiar necesita un consultor externo, está claro que el sistema educativo necesita buenos orientadores que conozcan la demanda del sector empresarial. Y después convencer al joven de turno de que esa la mejor vía, que concilia sus motivaciones con una retribución, un horario y una posición geográfica atractiva. Al final, todas las cosas acaban en su sitio, pero es cuestión de tiempo. Y ahora estamos en esta transición. 

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