ALICANTE. Uno de los sectores industriales de la provincia de Alicante que venía arrastrando problemas desde antes de la pandemia y al que la irrupción del coronavirus ha golpeado con más dureza es el del mármol. Las empresas del sector cerraron durante la quincena de confinamiento reforzado de principios de abril y en muchos casos, especialmente los de las empresas más pequeñas, ni siquiera han vuelto a abrir todavía.
Algunas firmas sí han vuelto a la actividad, de forma progresiva y en función de los pedidos que llegan. Y ese es uno de los principales problemas: la demanda de abril y mayo ha estado muy lejos de la que recibían en enero y febrero, cuando pese a los problemas endémicos el mármol parecía comenzar a remontar. Fuentes del sector consultadas por este periódico atribuyen la poca demanda a dos factores: de un lado, que las reformas han estado restringidas hasta hace unos días; de otro, que pese a que no se han cerrado las fronteras para las mercancías, los problemas logísticos frenan el interés.
"No puede venir nadie a negociar una compra, ni comerciales a ver el catálogo", explican estas fuentes, "y a la hora de hacer envíos, tenemos problemas logísticos, de carga, de espera, de cuarentenas... no vienen camiones a cargar, los contenedores se quedan parados..." La exportación, pese a mantenerse, se ha visto seriamente dañada. Y la venta nacional, con los problemas para hacer reformas, otro tanto. No en vano, la obra nueva está apostando actualmente por otros materiales, y uno de los nichos principales para el producto es el de las reformas de viviendas.
Así las cosas, las empresas que han vuelto a la actividad lo han hecho, según calculan dichas fuentes, en torno al 40% de su capacidad. Exactamente lo que les está pidiendo el mercado. "Ojalá tengamos que discutir este verano por no tener vacaciones, porque eso significaría que se ha reactivado el consumo", especulan. Pero el escenario actual no invita al optimismo.
En el caso de Levantina, el gigante del sector que actúa como termómetro de lo que sucede en Novelda, tras el confinamiento reforzado se volvió poco a poco a la actividad rotando a la plantilla, afectada completamente por un ERTE que se tramitó por "razones organizativas", y no por "fuerza mayor" (de esta forma, su aplicación no está ligada a la evolución del estado de alarma). El compromiso de la empresa fue, como adelantó este diario, que todos los trabajadores consuman el mismo tiempo en el paro y trabajando, y de momento se está cumpliendo, según un portavoz sindical.
"Es importante porque, con los últimos cambios, a partir de junio quien esté en el paro por el ERTE sí consumirá prestación". Es decir, aunque el Gobierno permitirá alargar la aplicación de los expedientes, las condiciones especiales que los han regido desde marzo desaparecerán. Si el empleado pasa quince días en el paro y percibe la prestación correspondiente, se le descontará de su acumulado. Así, el objetivo es que todos se vean "igual de perjudicados" mientras se extienda la aplicación del ERTE.
Levantina rescata y vuelve a enviar al paro a los trabajadores en periodos semanales según las necesidades de producción, que en estos momentos son bajas. En unos días se reunirá la comisión de seguimiento del ERTE para comprobar que todos los trabajadores alternan periodos de paro con otros contratados. "En enero y febrero la cosa no iba tan mal, parecía que nos empezábamos a estabilizar", señala este portavoz sindical. Algo importante porque la empresa venía de aprobar otro ERE, el tercero en los últimos años, para adaptarse a la caída de la demanda. "Ahora, con el estado de alarma y el verano, no creo que remontemos hasta septiembre".
Una situación que a su juicio es extrapolable a todo el sector, con pequeñas empresas cerradas y otras trabajando bajo mínimos, aunque "se nota más en las que son grandes". En este sentido, el coronavirus ha dado la puntilla a la otra gran marmolera de la zona, Luis Sánchez Díez, que logró aprobar un ERE concursal para salir de la insolvencia judicial y aprobar su plan de viabilidad el 11 de marzo, solo para que la pandemia haya condenado a la empresa al no poder cumplir sus previsiones. El concurso parece abocado a la liquidación de la firma, aunque no necesariamente a su extinción, si algún inversor se hace con la unidad productiva en el proceso.